Representación de 'Averno' en el festival Mu-Danzas. Pablo Sánchez / AGM

Un infierno intangible

Crítica de danza ·

'Averno', la última creación de Marcat Dance, deja clara en Cartagena sus calidades, pero también sus sombras

Domingo, 17 de marzo 2024, 00:18

El pasado viernes , el nuevo Teatro Circo de Cartagena acogió 'Averno', la última creación de Marcat Dance, estrenada hace ocho meses en el Festival Internacional de Itálica de Sevilla. La obra, impregnada del número 7 (siete bailarines, siete cuadros, setenta minutos), se abriga en la ... simbología e imaginario del 'Infierno' de Dante Alighieri. Hace algunos días, comentaba el coreógrafo Mario Bermúdez en este mismo periódico que 'Averno' era un proceso catártico con el que «sacar de su interior un proceso vital oscuro».

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Esta oscuridad es muy visible en el lenguaje de Bermúdez. El movimiento está abrumado de brazos angulares y cortantes, de torsos agarrotados, encogidos y encurvados como gárgolas. Y destaca sobre todo en las manos. Hay en 'Averno' un despliegue visual marcado por manos penitentes e implorantes, hambrientas de luz y vida; manos devoradoras y asfixiantes, que acuchillan, apalean y rasgan un infierno que no es, en realidad, tangible.

Pero hay una oscuridad difícil de encajar. El ritmo general de la obra está muy desgajado. A ratos, la intensidad de las coreografías grupales es muy alta y contagiosa, pero enseguida languidece en escenas de 'tránsito' que se vuelven demasiado extensas y dilatadas. El espacio queda descompensado, donde durante repetidas veces el grupo se aísla en las esquinas del escenario y se atrapa bajo los focos cenitales como si fuera un reclamo para mosquitos.

Así fue

  • El espectáculo 'Averno'.

  • Compañía Marcat Dance.

  • Representación Nuevo Teatro Circo de Cartagena, viernes 15 de marzo. Festival Mu-Danzas

  • Calificación Buena

'Averno' es un ejercicio de cansancio y extenuación, cuya dramaturgia hace un 'collage' del 'Infierno' de Dante y sus círculos. Y nos enseña la penitencia y el castigo con esos cuerpos en fila que, con la cabeza gacha, convulsionan al unísono con las manos en plegaria. Nos muestra la lujuria y la gula en los cuerpos que se unen y se devoran, pero no se miran.

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Todo siempre sin rozar la moralidad o la religión. Pero hay, sobre todo, tal abstracción de la identidad o humanidad del grupo, que el dolor, el miedo y la angustia parecen entenderse desde la estética.

Si cierro los ojos, el movimiento de 'Averno' enseguida se proyecta en mi mente, y veo esa fila de almas en cadena que, como en los grabados de Gustave Doré, viaja sin redención hacia el purgatorio. Veo a esa amalgama sin cabeza de cinco piernas y tres brazos arrollar a todo lo que se cruce en su camino. Los veo ser masa y ser tribu a la vez. Cierro los ojos, y la memoria se me dispara. Pero no tanto el corazón, que no se encoge ni se salta ningún latido.

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En el arte, hay espejos en los que uno no quiere verse reflejado; pero hay otros que quedan tan empañados en el proceso, que no se les distingue ni el reflejo.

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