El viento sopla, y guía hacia la tendencia de poner a la tradición en el punto de mira de la escena contemporánea nuevamente. A veces en forma de revisión, otras de nostalgia. La joven compañía Mucha Muchacha, en su segunda producción, ha decidido preguntarse cuál ... será el folclore del futuro.
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El pasado viernes, 19 de abril, Mucha Muchacha dio el pistoletazo de salida al ciclo Abril en Danza con 'Para cuatro jinetes'. Una apuesta, ya que esta es precisamente una obra que, efectivamente, va de danza, pero que no se expresa totalmente a través de ella. Es una obra que camina en diversos terrenos y que usa muchos lenguajes para un propósito sin respuesta.
El espectáculo: 'Para cuatro jinetes'. 19 de abril. TCM. Murcia.
Compañía: Mucha Muchacha.
Creación e interpretación: Ana Botía, Marta Mármol, Belén Martí Lluch, Marina de Remedios.
Dramaturgia: Celso Giménez.
Audiovisuales y espacio sonoro: Los Voluble.
Iluminación: Carlos Maqueríe.
Calificación: Muy bien.
Se ha normalizado que lidiar con el baile folclórico sea una responsabilidad exclusiva de la danza española. Ana Botía, Marta Mármol –ambas murcianas–, Belén Martí Lluch y Marina de Remedios, integrantes y codirectoras de Mucha Muchacha, son todas egresadas del Conservatorio Superior de Danza, y de esto saben un rato. Y ahora que ya van por su segunda creación como compañía, han puesto el foco en la contradicción del folclore.
'Para cuatro jinetes' nos presenta tres escenas: 'Mi tatarabuela', 'Mi abuela' y 'Tú y yo'. Un cuadro de bailes tradicionales, sin más regionalismo que el de la piel desnuda; un falso podcast sobre la no-autoría de 'Imagine' de John Lennon y Yoko Ono; y un pandero cuadrado gigante que se convierte en discoteca. En ese orden. Las tres escenas crean una narración aparentemente lineal, que va de generación en generación, tal y como se transmite el conocimiento popular, sobre cómo lo que nunca tuvo custodio y vivía en constante intercambio, se cristaliza sobre el estudio de mesa, se sacraliza y se convierte en un objeto de exposición, museo e imitación, aislado de las nuevas tradiciones que llegan.
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Pero este paso del tiempo lineal esconde una historia cíclica, de pieles interconectadas en el tiempo. Las cuatro muchachas bailan, y su piel viva y joven levanta el revuelo del pasado, avivando las cenizas que se utilizan después para curtir la piel del pandero. Un pandero que agita las carnes y marca el ritmo de una aparente revolución. Una alegoría, a medias tintas, de esa irremediable contradicción de querer transgredir hacia el futuro salvaguardándose en el pasado.
Hay una energía fresca, descarada y contagiosa en el tándem de Mucha Muchacha y Los Voluble, que se agradece que no caiga en el letargo, el trance y la soberanía para abordar estos temas. Pero hay suciedad en el epílogo. Toda la adrenalina de la última escena se dispersa en un discurso proyectado en pantalla de grandilocuencia y vacío retórico, que no define muy bien dónde vuelca la energía insuflada.
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'Por cuatro jinetes' no es gamberrismo; es costumbrismo. Porque donde antes había artesanía, ahora hay un podcast. Porque enfrentar a la jota aragonesa y a los verdiales de Cádiz en una pelea estilo 'Street Fighter' no es un acto de rebeldía gratuito. Es gag, y es humor, sí; pero es también acertar en la diana de la nueva configuración de las danzas folclóricas de hoy, donde te quitan vida en la barra de salud por una mala ejecución de un paso del picao.
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