Sí, después de las comilonas de estos días 'pascueros', en las que hasta los más prudentes pecan, hay que mimar un poco nuestro estómago hasta volver a la normalidad. Casi imposible en esta tierra, donde solo con levantar la tapa de la olla, aprisionan sus ... vapores los cinco sentidos. Pero con voluntad y alguna ayuda se puede conseguir.

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Ahí tienen el yogur, al que se ha mirado con su 'miajilla' de recelo, pero el tiempo ha conseguido que sea uno de los inquilinos frecuentes en los frigoríficos familiares. Muy nutritivo, posee una propiedad tentadora: no engorda. Sus primeros consumidores fueron gentes de Oriente, su historia es algo oscura, aunque son muchos los pueblos que presumen del invento. En los Balcanes apareció con las huestes de los hunos, el legendario Genghis Khan lo incluía entre las provisiones de sus ejércitos, y a veces era el único alimento de los feroces guerreros. En el siglo VIII, el yogur llegó a Europa de la mano de los búlgaros, que ahí están como una rosa, aunque sean más viejos que Matusalén.

El cremoso mejunje ha tenido defensores ilustres. El famoso Galeno lo recetaba a sus pacientes, pues decía que tenía efectos purificadores para los estómagos biliosos y con ardores. Muchos médicos afirmaban que era lo mejor para los ancianos y los niños. En época actual, el biólogo ruso Metchnikov, que dedicó bastante tiempo a investigarlo, descubrió que había pueblos muy pobres, que carecían de alimentos imprescindibles, y vivían mucho más que otros más ricos porque su alimentación consistía solo en yogur. Había un tratado que recogía la opinión de médicos ilustres de Siria, India, Persia, Arabia, Grecia y Egipto. Lo llamaban «leche de la vida eterna». Los griegos lo emplean para hacer salsas deliciosas, bizcochos y pasteles, y mezclan mucho el yogur con el pepino. También lo hacen los libaneses, los pakistaníes y los indios, pero usan un yogur muy ácido de leche de cabra. Lo mezclan con pepino, eneldo fresco, ajo picado, sal y un chorrito de vinagre. Lo llaman tzajiki, y aseguran que es manjar de dioses. En la India lo llaman dahl y es bastante ácido. Lo utilizan en platos de cordero o pollo, a los que da un sabor muy particular. En los Balcanes se toma yogur natural antes del desayuno, y como postre muy azucarado. Tienen una sopa de verano, fría y muy refrescante. En cuanto a los turcos, lo toman como bebida refrescante, diluido en agua fría. Además, tiene mágicos poderes embellecedores. Ya en la antigua Persia, las mujeres cuidaban mucho la dieta de sus hijas casaderas, incluyendo el mast o yogur. La tez se volvía más clara y brillante, y todas lo usaban como ungüento refrescante para conservar la juventud.

Occidente acogió este alimento oriental, lo ha industrializado, y hoy existen mascarillas y cremas de belleza. Pero, tanto si se hace en grandes industrias, en cocinas caseras o en una tienda del desierto, el yogur será siempre único, la leche de vida eterna.

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