Pocas noticias han resultado tan sorprendentes en este desnortado 2020 como la moción que el equipo de gobierno de Albudeite presentó -y luego retiró por el empuje de la presión popular- para el cambio de nombre de un centro cultural y de varias calles. Los damnificados de esta purga no eran cualesquiera personas: se trataba del actor Paco Rabal, y de poetas de la talla de Rafael Alberti y Vicente Medina. Más allá de las peregrinas explicaciones elaboradas sobre la marcha para justificar tal desmán, el motivo de fondo no era otro que ideológico. Y la ideología entendida en su peor y más zafio sentido: el de refugio de la mediocridad, el del revanchismo más incívico y destructivo. Llama la atención que dos partidos como PP y Cs -promotores de la moción-, que apelan insistentemente al espíritu de concordia y de reconciliación de la Transición, alienten ahora una depuración ideológica que afecta al núcleo duro de la cultura nacional y regional. Sorprende, además, de una forma especial, que uno de los objetivos de este acto de barbarie sea una figura como la de Paco Rabal, a la cual el gobierno de la Comunidad Autónoma -del mismo color que el de Albudeite- homenajeó orgullosa y sinceramente a través de la Filmoteca Regional -que lleva su nombre- y de un monumento público situado en el centro de Murcia. ¿Cómo explicar esto? ¿Acaso se ha producido una involución de la clase política? Cuando los gestores públicos se ponen a juzgar la trayectoria personal de los grandes creadores, es que la calidad democrática de un territorio está por los suelos y la libertad comienza a desguazarse. Acordémonos, a este respecto, de la destrucción ideológica masiva de obras artísticas operada por los nazis, bajo el supuesto de una protección moral del pueblo. Todas aquellas obras que no concordaban con sus fines supremacistas las denominaron «arte degenerado». ¿Son Paco Rabal, Rafael Alberti o Vicente Medina 'artistas degenerados'? Parece que sí. Con la actual corporación, Albudeite sería el único lugar del mundo en declarar a Picasso persona 'non grata', debido a su afiliación al partido comunista. Vivimos tiempos peligrosos en todos los aspectos, pero, sobre todo, para la cultura. Personas incultas, sin sensibilidad, y presas del odio partidista más tribal, pretenden revisar nuestra historia cultural -la cual solo les interesa como material ignífugo-. Ya se sabe que la mediocridad no tiene rubor y se atreve a todo. Menuda distopía.

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El Gobierno de la Región de Murcia se opone al concepto de 'allegado' como razón para que una persona pueda entrar, durante esta Navidad, en los límites de la Comunidad y disfrutar de las diferentes celebraciones en compañía de sus seres queridos. El motivo que se alega es que dicho término resulta demasiado 'impreciso' y puede dificultar la labor identificadora de las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado. Para las autoridades regionales, solo los vínculos familiares de sangre deben estar permitidos. Y aquí está la clave de todo: ¿qué entendemos por 'familia'? A tenor de los argumentos esgrimidos, el concepto de familia que se defiende desde la Comunidad Autónoma es el tradicional -es decir, uno en el cual no se contemplan ninguna de las muchas variantes convivenciales plasmadas en nuestro día a día-. ¿Qué hacemos con todas aquellas parejas que no han refrendado su unión legalmente? ¿Y con toda aquella diversidad relacional forjada fuera del perímetro de la 'familia tradicional'? ¿Y con todas aquellas personas que no tienen familia sanguínea, o que simplemente han elegido su familia a través de vínculos de amistad? ¿Toda esta inmensa masa poblacional no tiene derecho a pasar la Nochebuena y la Nochevieja con las personas a las que quieren? ¿Estamos aprovechando las medidas restrictivas contra la Covid para imponer un programa moral, o simplemente nos encontramos ante un nuevo caso de indigencia intelectual y de insensibilidad social? En realidad, lo que supone una medida implementada para reflejar todos los modelos de convivencia de nuestra sociedad ha sido interpretada como una mera oportunidad para la pillería. Y eso es lo triste. Que, en la carrera por ver quién criminaliza más a la sociedad durante la pandemia, la Región de Murcia no solo lleva la delantera, sino que, además, se comporta como una abusona.

Si vamos a comunicar cualquier reacción excepcional que la vacuna contra la Covid pueda tener en una persona como si fuera el fin del mundo, poco vamos a contribuir a un proceso de vacunación masiva y, por tanto, a la superación de esta pesadilla. A veces pienso, que estamos encantados de que la gente muera, las empresas se vayan a la mierda y tengamos un déficit de libertades como hacía tiempo que no veíamos. Nuestra necesidad de ingerir diariamente lo peor va en aumento y ha creado adicción.

Seguro que todavía suceden cosas maravillosas en el mundo, pero o bien tengo los ojos cerrados y no las veo, o acontecen muy lejos de mí.

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