Los mediocres apartan las torres de su alrededor para que no les hagan sombra. No terminan de comprender que un solo alfiler basta para taparles la luz.
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Está la 'tristeza-triste' o 'tristeza común'; y luego está la tristeza que huele a cieno. La distancia temporal abierta por el adverbio 'luego' entre una y otra acepción de tristeza es terrorífica. Está la tristeza que soportamos y que hemos domesticado, y 'luego', mucho más tarde, después de haber sido encementado por el dolor, viene el olor a cieno, esa experiencia olfativa del alma cuando el fondo ya tocado absorbe su piel y la superficie se transforma en algo abisal.
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¿En qué momento un mensaje de amor se transformó en una estructura policial? Basta con que se persiga una forma de amor para que se persigan todas.
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Vinimos de lejos para que nos atasen muy cerca. Las distancias se acortan no para crear intimidad sino para sujetarnos a la disciplina.
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Exigimos que nos aclaren dudas que en realidad no tenemos. Hemos invertido fatalmente el orden de prioridades: necesitamos 'cuestionadores', y no 'clarificadores'. Ninguna verdad nos salvará. Pero una duda... una duda real y honesta quizás sí.
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Una previsión: agotado y agostado y, con seguridad, sin agosto.
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Cuando duermo con luz del día siempre me despierta un pensamiento, no un sueño. La luz mantiene un hilo de racionalidad -o lo que es igual: de conciencia de lo peor- que, de una manera exacta, puntual, te avasalla con su demencia y te despierta de un sobresalto. No hay pensamiento más destructivo que aquel que vive en los ojos cerrados.
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En algunos casos sobrecogedores, la política se ha convertido en un plástico que no se puede procesar.
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Libertad: un pequeño espacio de equilibrio entre la espada y la pared. La medida del ser libre la marca la profundidad con la que la hoja afilada hiende la piel.
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El tiempo pasa; los tiempos se viven. De la misma manera que el cristal solo se percibe cuando se ha roto y pierde su transparente unidad, así el tiempo deja de ser una ley inexorable cuando rompe su estructura compacta y se hace añicos -pequeños fragmentos de vida en los que se pierde el sentido de la totalidad mientras se gana el de un instante concreto, irrepetible-.
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Escucho y veo actuar a determinados personajes públicos, y cada vez convengo más con Wilhelm Reich que las enfermedades de esta sociedad abocada al fascismo se cura con la 'orgonterapia' -es decir, la 'terapia del orgasmo'-. Si cada uno cuidase más de su salud orgástica, esta sociedad tendría una calidad democrática infinitamente mayor.
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