![Lolita Flores: «Me parió Lola Flores, ¿cómo voy a tener yo miedo escénico?»](https://s1.ppllstatics.com/laverdad/www/multimedia/2024/09/26/lolita1-kHyD--1200x840@La%20Verdad.jpg)
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Empieza la función y esto es lo que ve el público:
Llueve ceniza sobre un campo de trigo. El cielo, hecho de sábanas, cubre la escena. Una figura negra e inmóvil [la preside]: Poncia es su nombre. Y se rompe el silencio.
–Poncia [toma ... la palabra]: «Te balanceas en el aire, tu cuerpo gira, como volando, haciendo círculos en el cielo de tu cuarto. El pelo que cubre tu cara es como una gran nube negra, de esas que amenazan el cielo en invierno».
Poncia tiene la voz, el cuerpo y la presencia escénica de Lolita Flores –María Dolores González Flores (Madrid, 1958)–, actriz y cantante. En ella el dramaturgo y director de escena Luis Luque pensó cuando escribió su obra 'Poncia' –basada en 'La casa de Bernarda Alba', de Lorca–, que este viernes y el sábado –a las 20.00 horas– se representará en el Romea de Murcia, y el próximo 6 de octubre en el Teatro Capitol de Cieza.
Cuenta Luis Luque que «siendo Miguel Narros director del Teatro Español de Madrid, encargó un nuevo montaje de 'La casa de Bernarda Alba' al director José Carlos Plaza». Y que este propuso «a Lola Flores para el personaje de 'la Poncia'». Si bien, «lamentablemente, por motivos de agenda, Lola no pudo hacer el montaje y se lamentaba de ello en el programa 'La clave' de TVE». Al saber esta anécdota, a Luque se le ocurrió «la idea de leer la obra de nuevo y descubrir si podía rescatar el personaje y hacer una creación escénica a partir de él. Vi el increíble material dramático que encerraba Poncia, y seguidamente, llamé a Lolita Flores para proponerle que hiciera este personaje». Poncia siempre le había sugestionado «como ningún otro personaje de los que habitan en la casa de Bernarda Alba». Para él, «los personajes de las criadas encierran un enigma interesante: son testigos de los avatares de sus dueños y amos, conocen la verdad del interior de las casas y poseen la filosofía oculta de las clases populares». Lolita Flores habla con LA VERDAD feliz por el hecho de volver a la Región, donde el público de teatro siempre se ha volcado con ella.
–Federico García Lorca.
–Estoy muy familiarizada con él, desde muy pequeña, porque mi madre tenía en su mesita de noche, como libro de cabecera, sus obras completas. Y, ahora, Luis Luque ha escrito un texto maravilloso basándose no sólo en 'La casa de Bernarda Alba', sino también en otros poemas y obras suyas como 'Doña Rosita la soltera'.
–La libertad.
–Poca había en los años en los que transcurre 'La casa de la Bernarda Alba', y sobre todo para las mujeres. Yo llevo luchando toda mi vida a favor de la libertad, de la libertad en todos los sentidos, por supuesto también para amar a quien te dé la gana y para vivir como quieras y no cómo te digan los demás que tienes que hacerlo. En la casa de Bernarda faltaba mucha libertad y sobraba disciplina, tristeza y rigidez.
–¿Qué aporta Poncia en esa casa-cárcel?
–Poncia es un Pepito Grillo que no se calla las verdades.
–¿Y usted?
–Yo hay muchas cosas que me callo por educación.
–Hablaba antes de vivir como uno quiere. ¿Es su caso?
–Eso es lo que no dejo de intentar pero, desgraciadamente o afortunadamente, no estamos solos, tenemos que vivir con los demás y ser un poco partícipes de la sociedad que tenemos. Pero, siendo consciente de todo eso, sí que hago un poco lo que me da la gana. Yo me manejo en mi vida como quiero manejarme, no voy con las modas, ni voy con lo que digan los demás.
–A las hijas de Bernarda Alba, desde luego. ¿A usted el hecho de ser mujer le ha complicado la vida?
–No, en absoluto, estoy superorgullosa de ser mujer.
–El miedo escénico.
–No tengo miedo escénico. Me parió Lola Flores, me he criado entre escenarios, ¿cómo voy a tener yo miedo escénico? Lo que sí soy es muy responsable y quiero que todo salga bien.
Lolita Flores irradia seguridad en sí misma. No es a esa Lolita «luz de mi vida, fuego de mis entrañas, pecado mío, alma mía», que sirvió a Vladimir Nabokov para crear su perturbadora novela, con la que se encontrarán quienes acudan a verla dar vida a Poncia, que nada tiene que ver con otro personaje que cambió su carrera artística, y que Mercè Rodoreda logró hacer universal en 'La plaza del diamante': la Colometa. Desde entonces, lleva años sacando a pasear su talento y su corazón sin red protectora por los escenarios de toda España. La mujer, la artista. Imbatible parece. Selva y ternura.
–Se definió una vez como actriz de «hígado, corazón y colon». ¿Podría explicar lo del colon?
–[Risas.] Pues que en el escenario, como en la vida misma, a veces hay que apretar el colon y seguir, ¿o no? Porque en el escenario no dejas de ser humana, aunque lo que sí dejo de ser es Lolita Flores para convertirme en la mujer que interpreto. Es mi forma de actuar, sin método, dejándome guiar por lo que el personaje hace conmigo. Yo me pongo por entero a su disposición, y eso es algo mágico, instintivo y un poco salvaje. Cuando lloro es de verdad, cuando me desespero es de verdad, cuando sueño se me va la cabeza de verdad... Así soy yo como actriz: nada de estrategias, los sentimientos son los que mandan.
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Susana Fernández
–¿A veces le gustaría olvidarse de Lolita Flores?
–Ni en los peores momentos, ni cuando no quiero ni verme quisiera perderme de vista, porque donde está Lolita Flores están sus hijos, sus nietos, sus padres y sus hermanos, y yo me iría al infierno si esa fuese la forma de volver a estar con ellos. [Risas.] Digo lo del infierno porque sé que eso es imposible: los González y los Flores somos buena gente. No vamos por la vida fastidiando a nadie y estamos ahí cuando se nos necesita. Vi cómo a mis padres les faltaba el mundo cuando veían a un amigo con problemas.
–La soledad.
–La soledad, el estar sin un amor, va y viene. La trae la vida y la vida se encarga de que un día ya no esté. Y de todo se aprende. Yo, que he pasado por muchas cosas, algunas muy duras, tanto que piensas que no vas a poder seguir, me di cuenta de lo importante que es, en la vida, tomarte todo lo que te pasa como un aprendizaje. De todo se puede sacar una enseñanza que ya siempre va contigo. De envejecer, también, te vas haciendo más sabia. Con los lamentos no se arregla nada; con el optimismo y la fe, sí.
–¿Qué no ha hecho nunca?
–¡Yo nunca he vivido entre algodones, ya me hubiese gustado a mí! [Risas.] Llevo toda mi vida tirando del carro, y creo que he demostrado que a mí no se me caen los anillos por trabajar y afronto de frente lo que venga.
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