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Eso somos, según Lidó Rico (Yecla, 1968): «Suma de sumas, cárcel de cárceles, celda de celdas, jaula de jaulas, encierro de encierros, pasado de pasados, ... el afligido y frágil episodio de otros que siempre nos sobrevivirán». El artista, creador de un particular universo creativo que parece habitar en el fuego, y al que dan forma esculturas, pinturas, vídeos e instalaciones, inaugura este miércoles su nueva exposición en el Centro Cultural Cárcel Vieja, dependiente del Ayuntamiento de Murcia. La exposición, comisariada por Míriam Huéscar y para la que Lidó Rico ha escrito reflexiones y zozobras poéticas que acompañan a determinadas piezas de la muestra, podrá disfrutarse hasta el 19 de marzo.
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Entre las creaciones elegidas para 'Amotinados', que forman un conjunto de una gran carga dramática y simbólica, figura 'Autorretrato mirando al infinito', a partir del cual le cuenta al espectador: «Cogí prestados estos ojos de animal para aprender a mirar como ellos, y como en una suerte de hechizo, todo se llenó de infinitos. Desde ese instante ya no quise volver a la ofuscada realidad que conocía, esa que erige dogmas en la manipulación del extravío». Y añade: «En este bendito destierro, comprendí que la ceguera practicada por el hombre es su penitencia, un cilicio indecente que lo aprieta en la cosmética de la superficie hasta retorcerlo en la mansedumbre de la carne». «Déjame volar como los pájaros», concluye, «así podré desterrar las endebles habitaciones que dan cobijo a la invidencia más obscena; déjame mirar al otro lado de las cosas, allí donde lo eterno se aprieta en su centro y la materialidad solo expande caminos de fascinación».
Sí, defiende el artista, «somos copia de copias, eslabones de una cadena que comenzó con el primer mordisco a la manzana; presente de un pasado trenzado por generaciones ausentes. Y aunque el empeño pretenda vestirnos como únicos y decisivos, provenimos de ese ineludible pretérito». De este modo, «llegamos a este mundo como bacterias poblando el géiser de vida que expulsó nuestra madre, como bacilos termófilos que soportan sin esfuerzo la temperatura de la fricción que la existencia regala. Incrustados entre el ayer y el mañana no existe margen de maniobra, tampoco codazos que valgan para tajar la herencia de unos grilletes tan apretados que amoratan sin clemencia nuestras raíces».
'Amotinados' cuenta historias, 'Amotinados' incita a la reflexión, 'Amotinados' es un viaje por el pasado, el presente, ¿el futuro? Entre esas historias que te atrapan, Lidó Rico incluye la de 'El Potencias'. «Prudencio Acevedo Marín apodado 'El Potencias'», cuenta el artista, «ingresó en esta penitenciaría el 23 de febrero de 1932 por un delito de hurto continuado. Era tal la enfermiza atracción que sentía por los cristales que cubrían los grandes relojes de péndulo antiguos, que su incontrolable obsesión provocó que terminara por desvalijar más de un centenar de viviendas por toda la comarca». Ya ven, «Prudencio pensaba que estos vidrios poseían la taumatúrgica cualidad de atesorar el secreto del tiempo en su sino, y que el hecho de almacenarlos lo convertía en un ser inmortal».
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'Amotinados' es «un proyecto especialmente concebido para este espacio, como oportunidad de reivindicación de un mejor futuro, simbolizado por la luz inspiradora del Arte como creación humana de libertad», explica Míriam Huéscar. Indica la comisaria que «a través de esta exposición» de Lidó Rico, «uno de los más singulares creadores del panorama europeo actual», el visitante es «el centro de la exposición y dispone de una verdadera cartografía para combatir la indiferencia con una doble oportunidad de diálogo: como ciudadano de la ciudad que habita y como ser humano que convive en comunidad».
¿Qué encontrará el visitante interesado en 'Amotinados': «Remolinos de manos y cerebros que transitan por los distintos espacios rememorando los itinerarios de los presos, cuerpos que nos hablan del pasado de sus habitantes, instalaciones que guardan la esperanza de una llamada de salvación, mesas inestables donde pequeños ángeles nos recuerdan el azaroso destino y pinturas dactilares que conectan directamente con las luces y sombras mentales que habitaron esos espacios». Soledad. Desconsuelo. Miedo. Esperanza. También, «imágenes sobrecogedoras que apelan a la infancia soñada, la familia amada, la memoria evocada, la fragilidad del tiempo presente...». Ojalá, dice Lidó Rico, «el hechizo de un leve roce» fuese capaz de liberarnos.
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