Borrar
La autora de 'La última primavera'. Charo Guarino, ayer, en su despacho en la UMU. Guillermo Carrión / AGM
Rosario Guarino: «Todos morimos un poco cada día para nosotros mismos»

Rosario Guarino: «Todos morimos un poco cada día para nosotros mismos»

La poeta publica 'La última primavera', un libro con traducción al griego moderno incluida que dedica a su madre, «que se marchó y no se ha ido»

Miércoles, 1 de mayo 2024, 01:19

Poemas de los últimos cinco años contiene 'La última primavera' (MurciaLibro, 2024), que la profesora titular de Filología Latina de la Universidad de Murcia y presidenta de la sección murciana de la Sociedad Española de Estudios Clásicos Rosario Guarino Ortega dedica a su madre, «que se marchó en primavera y no se ha ido». Poemas impregnados de esa sensación de pérdida irreversible unidos por un hilo conductor: la nostalgia. Dudó incluso de publicarlos o no, pero la traductora Anastasia Lambrou, que iba a hacer una traducción al griego de una antología de Guarino de tema amoroso, la animó a compartir este trabajo, que cayó en manos del editor Francisco Serrano y no dudó en darlo a conocer a los lectores.

Este viernes, 3 de mayo, a las 19 horas, Rosario Guarino Ortega presentará este volumen de poemas en la Fundación Pedro Cano de Blanca, acompañada del escritor y profesor Pascual García. Este libro tiene la particularidad de que contiene la traducción de los poemas al griego moderno que ha realizado Anastasia Lambrou; la portada es de Carmen Cantabella, con una pieza titulada 'En el cielo' (obra entelada de 2016), y el hermoso y justo prólogo de Dionisia García.

'LA ÚLTIMA PRIMAVERA'

'LA ÚLTIMA PRIMAVERA'
  • Género Poesía.

  • Editorial. MurciaLibro.

  • Autora. Rosario Guarino (incluye la traducción al griego de Anastasia Lambrou).

«A veces me dan ganas de gritar. / Me parece que así podría arrancarme / el dolor de tu ausencia, / que se me adhiere / como un traje mojado. / Pero entonces pienso que tal vez / con él pudiera irse tu recuerdo, / y grito para adentro, / para que no te vayas nunca», confiesa Guarino en un poema. La poeta, ganadora del Premio Libro Murciano 2017 con la obra 'Florida verba', en la editorial Dokusou, y autora de otros poemarios como 'Los márgenes del tiempo' (MurciaLibro, 2019), recuerda a su madre, fallecida hace dos años, «una manera de homenajearla». Imagina su risa, «cristalina y luminosa», en momentos en los que «ni mi pena me cabe en el costado». Pero al menos le queda la palabra, dice.

«Realmente –admite– al principio me costó muchísimo; con el tiempo me di cuenta de que estaba transformando mi pena individual en algo colectivo. Quería que ese dolor intenso, individual, se difuminara, y, por otro, buscaba generar esa empatía universal con otros seres, porque es inevitable el dolor con la muerte de unos padres. Es algo que, por lógica, precede a la de los hijos, aunque desgracidamente a veces no es así». Esa reflexión sobre lo importante en la vida es algo muy manido, pero la madre de Charo Guarino fue siempre una mujer muy sencilla, no le gustaba en absoluto figurar, pasaba desapercibida en lo ordinaria «y, al mismo tiempo, era extraordinaria».

Este viernes, a las 19 horas, es la presentación en la Fundación Pedro Cano con Pascual García

Este domingo es el Día de la Madre. Charo no olvida a su madre, también Rosario de nombre, que tuvo tres hijas. La orfandad, curiosamente, quien más la sufrió, asegura la poeta, fue su padre, «porque era la persona que la cuidó a diario, ya que hacía diez años que mi madre tenía alzhéimer, y en los últimos años fue muy duro también, y todo se precipitó con un cáncer de páncreas». La figura de la madre aparece en 'La última primavera' con toda la carga épica que Charo Guarino ha sido capaz de reunir. «Me atrinchero en la zanja / permanente que habito / y construyo un refugio / de un nido de palabras / dichas e imaginadas. / Me acomodo en silencio, intento nuevamente pasar inadvertida, / de incógnito y anónima / y trato de escucharlas, / de rescatar su eco, / traductora e intérprete / reincidente traidora. / Hay una que me asedia / sin piedad ni descanso / en táctica de acoso, / continua escaramuza que no conoce tregua / ni concede armisticios. / La última. / La eterna (...)».

No tiene nada que ver la madre de Charo Guarino con la Medea que retrata Germán Hernández Amores (Murcia, 1823-1894) con los hijos muertos [acaba de matarlos para vengarse de Jasón] huyendo de Corinto en un carro tirado por dragones [obra de 1887 del Museo del Prado, pero no expuesta]. «Mi madre era una madre abnegada, y en la literatura grecolatina, que es muy misógina, cuesta encontrar referentes de madres abnegadas. Las mujeres que tienen fuerza, de hecho, la tienen a costa de sacrificar el aspecto más maternal y más dulce que se espera de ellas».

Y, sin embargo, la vida

Dice Guarino que en su poesía subyace siempre el componente nostálgico, «pero yo veo que, a pesar de que es un tema doloroso, porque es la pérdida de mi madre, hay una parte del poemario, que titulo 'Y, sin embargo, la vida', que es un resurgir». El título del libro, 'La última primavera', es también un renacer, porque la primavera renace y resucita y nos renueva cada año. «A pesar de último nos remite a un final, esto no es un final, porque sí es verdad que este poemario es la última primavera de mi madre, pero es una primavera eterna en mi recuerdo. Hoy, cuando pienso en mi madre, siempre la recuerdo rodeada de flores, de unos macizos de margaritas que había cerca de su casa y le llegaban a la cintura. Tengo fotografías de ese momento en que nos dieron el diagnóstico fatal, pero ella era ajena a toda su enfermedad última, por la otra enfermedad, y paseaba rodeada de flores, y así la tengo presente, renacida en la primavera».

Escribe Guarino: «Después de todo, morir no es el problema. / Todos morimos cada día un poco / para nosotros mismos y alguna vez / un mucho para otros». Y se pregunta: «¿Dónde fueron los niños aquellos que un día fuimos? ¿No parece que fuera en otra vida lo vivido?». La profesora de la Universidad de Murcia habla con las flores, como su madre y como su abuela. «Ellas me decían que hablándoles, las plantas hacen sentimiento; mi madre tenía una bañera de cerámica con fresas silvestres y un níspero, enorme; cuidaba sus geranios y de los pendientes de la reina, y otras plantas junto a su cuarto de costura, que aparece evocado en el poemario. Era un primor». Cada poema, como cada flor, simboliza una emoción.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Publicidad

Publicidad

Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

laverdad Rosario Guarino: «Todos morimos un poco cada día para nosotros mismos»