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La soledad –la deseada y la no deseada– en la que vive María Teresa Cervantes (Cartagena, 1931), con ocho décadas en el oficio de la escritura, le lleva inevitablemente a perderse entre los estantes de sus habitaciones y elegir al azar una lectura con la ... que alimentarse cada día. Esta es su dieta equilibrada: la gran literatura. Inseparable de Camus, de San Agustín, de Machado, de Juan Ramón, de Sédar Senghor... María Teresa, una mujer siempre con su tiempo, ya en los 50 era un ser revolucionario y objetivo del conservadurismo de dedo acusador. Con 'Ventana de amanecer' (1954) abrió un camino poético, entonces sin horizonte claro, que hoy, a punto de cumplir 91 años, todavía no ha concluido. Ayer presentó en el Centro Cultural Ramón Alonso Luzzy su último libro, '¿En qué estás pensando?', publicado por Fran Serrano en la editorial MurciaLibro a finales de 2021, en un acto coordinado por una de sus amigas más leales, Juana J. Marín Saura –'Carta de navegación (Poesía 1975-2005)', UMU–, con la participación de Ana Cárceles Alemán, autora del –valioso– prólogo, y del escritor Antonio Marín Albalate (supervisor de 'Aquí y ahora, un tributo a su palabra', publicado por Huerga & Fierro en 2015).
La poeta contaba ayer que «en '¿En qué estás pensando?' hablo conmigo misma en el sentido de que como no tengo interlocutor, me interrogo a mí misma, y hablo de los libros en que pienso, en los libros que escribo, en los libros que sueño y en los libros que se lleva el olvido». «Un revoltijo», resume entre risas. Muchos de esos textos vieron la luz antes en su muro de Facebook, que a menudo vuelve con antiguos recuerdos y esa cuestión. «Estoy pensando que el arte de los griegos fue inmenso: la proporción, la armonía, la belleza... tal vez por eso fue un pueblo de estetas, exigieron la belleza, la crearon y la impusieron. Ahora todos los pueblos del mundo la pueden contemplar». Piensa en Walt Whitman y en sus «asombrosos» poemas; en un viejo compañero de La Sorbona que una tarde le dijo, mientras compraba un libro en Galerías Lafayette en París, que estaba enamorado de ella; en George Brassens y en su 'Balada de las damas de antaño' que escuchaba en Le Grand Café...
Ella es única. ¿En qué cree? ¿Sigue escribiendo? «¡No tengo a nadie que me lo pueda prohibir!», proclama esta hija ilustre de Cartagena, tolerante al asombro, sabedora de que hoy cualquiera puede besar la eternidad. «¿Tú no conoces a escritores con fe? Yo soy una empeñada en querer conservar la fe. Ahora no voy a empezar con remilgos cuando he estado educada así, en la fe. Ya me quiero morir en la fe cristiana que me inculcó mi madre, especialmente. Mi padre decía que unos van a misa a ver a Dios y otros a que todo Dios los vea».
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