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Nacer en la misma tierra que Ibn Zaydún, Séneca, Leopoldo de Luis y Elena Medel es motivo de orgullo para Álvaro Bellido (Córdoba, 1979), poeta afincado en la Región de Murcia, que estos días da a conocer 'Spam', publicado en estas tierras de acogida por el editor y escritor Luis Sánchez Martín en Boria Ediciones. Una obra prologada por Héctor Castilla y con una ilustración en portada de la artista ciezana Miriam Martínez Abellán que adentra al lector en el 'spam' de la memoria. Recuerdos «tan adentro» del autor que la escritura resultó por momentos un desangramiento: «Algo hay de harakiri en este / buscar tan adentro el poema / tan desde entonces, en este hurgar / la cicatriz, en este / rasgar la costra para después, / descauterizado, imparable, / verme sangrar».
En 'Spam', observa el poeta Héctor Castilla, Bellido juega «con esa idea de que los recuerdos que nos llegan de manera inesperada podrían considerarse correo basura, es decir, 'spam'. Y se pregunta si habría alguna posibilidad de acabar con esos recuerdos igual que hacemos con esos correos electrónicos indeseados con los que nos ametrallan». Su anterior libro, 'Todo es vorágine' (Boria, 2018), una mirada hacia atrás desde el triunfo, era «un poco más amable que 'Spam', que es una mirada atrás pero desde el fracaso, aunque con el ánimo de encajarlo para poder seguir adelante». Para Bellido, estar en el catálogo de Boria, «donde hay autores que sigo a pies juntillas», es una de sus mayores satisfacciones. Por eso celebra, como dice, ser «reincidente».
Género. Poesía.
Editorial. Boria Ediciones.
Autor. Álvaro Bellido.
Portada. Miriam Martínez Abellán.
Lleva en Murcia más de 20 años. Vino aquí a terminar la carrera –la diplomatura de Empresariales en la UMU– y aquí conoció a la que es su esposa. Mucho antes de 'Todo es vorágine', Bellido escribió un poemario que tiene «enterrado, no creo que salga nunca», que aborda la cuestión de la nostalgia, del echar de menos la tierra natal. «Fueron años jodidos los primeros que viví en Murcia hasta ubicarme», reconoce el escritor cordobés, que en un principio escribió los últimos poemas «como un ajuste de cuentas con uno mismo, pero al final fui abriendo el poemario a otros temas, como el del 'spam', que es un título que tenía claro desde el principio». De hecho, la primera parte del libro es un homenaje al poeta británico Alan Lewis (1915-1944), «a quien ni yo conocía, porque murió muy joven, y me llamó la atención por el suicidio, una historia de amor y de traición en el mismo frente de la guerra en la India y en Birmania, y era una referencia para estructurarlo».
«Adiós a estos 'japos'. La guerra ha terminado. / Ha dejado de llover en este rincón de Birmania / y el sol se refleja en los surcos de agua del camino. / No volverán a oírse disparos ni hecatombes, / no más gritos de dolor, solo quedará el silencio», escribe Bellido en el poema que abre este volumen.
No hay ni una biografía perfecta. En todas hay borrones. «Creo que de borrones está la historia hecha». Incluso habría deseos de poner a veces tachones. «Parte de lo que soy es fruto también del pasado», exclama Bellido. «A la guerra se llega como al amor, / con más miedos y estupor que certezas, / con incertidumbres entre los dedos, ausencias, fantasmas, destrozos». Si es cierto que «la guerra tiene las horas contadas», si Freda Aykroyd es para Lewis (un soldado poeta «perdido y adúltero) «precipicio, y miedo y desastre y despojo», si la caída en nuestras propias profundidades «a nadie salva, a todos expía», Bellido se pregunta si aquella guerra mundial, «como su propia guerra», no es también «gran basurero de su humanidad». «Cada persona, un recuerdo, un residuo».
Y, por si fuera poco, la basura espacial, como aquellos objetos de origen desconocido encontrados en campos del Sudeste español en 2015. «Es un paralelismo más respecto al pasado, porque estás en una época felicísima de tu vida y de repente te vienen esos recuerdos. Es curioso cómo esos despojos de una nave espacial lanzada hace años caen de repente en un lugar como Llanos del Cagitán», dice este lector de Ben Clark, de José Daniel Espejo («el crack de por aquí»), Cristina Morano, Agustín Fernández Mallo... «Y el polvo. / El polvo suspendido. Ese polvo (...) que un día fue algo macizo y concreto (...)».
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