Si leen esta entrevista conocerán la historia de Hugo, al que siendo un bebé conoció Pedro Simón (Madrid, 1971), periodista y escritor. Hugo es un ... ejemplo de que la vida es un milagro. El autor de novelas como 'Los ingratos' (Premio Primavera 2021), podría muy bien irse a disfrutar de la belleza de Innisfree, en busca del espíritu de W. B. Yeats y a vivir solo «en un claro entre el zumbar de las abejas», y seguro que fruto de su experiencia escribía maravillas; pero está hecho de una forma de ser que necesita cerca a los otros, a veces unos otros maltratados por la vida a los que les presta su humanidad y su voz. En su nueva novela, 'Los siguientes' (Espasa), hace un retrato «de lo que supone la vejez, la labor del cuidador y las relaciones familiares a través de la mirada de sus protagonistas, tres hermanos que deben decidir qué hacer con su padre viudo cuando empieza el deterioro propio de la edad». Todos seremos 'los siguientes', si vivimos para contarlo. Este jueves, a las 20.00 horas, Pedro Simón presenta esta novela en Cartagena, en el Centro Cultural Ramón Alonso Luzzy. Dice: «Uno siempre sale un poco trasquilado de las cosas que escribe, de la materia prima que amasa. Y en el caso de 'Los siguientes', que no es una novela emocionalmente blanda o blanca, el costurón ha sido mayor».
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–Los padres.
–Cuando empecé a escribir la novela mis padres estaban bien, y cuando la terminé también. Ahora llevo unas semanas en que no es así... y, bueno, estoy un poco removido, aunque disfrutando de que la novela va muy bien, de que a la gente le gusta.
–¿Qué le debe a ambos?
–Si no soy un hijo de puta, que creo que no lo soy, creo que se lo debo a mis padres; les debo todo. Somos lo que somos gracias a nuestros padres y, también, por culpa de ellos. Les debo, quizás, que soy un tipo austero y que intento ser una persona sencilla y cercana. Y les debo, creo, que me importen las periferias, los barrios, las afueras, los suburbios...; que me importe la gente que está peor que yo, la gente que no tiene tantas oportunidades.
–¿Qué le gustaría haber heredado de ellos?
–De mi padre he sentido el humor, y de mi madre su austeridad y sencillez, el saber estar en un segundo plano. Recuerdo, más o menos, lo que decía el poeta Jesús Montiel: 'Me pasé toda la vida detrás de gente que parecía interesante, y con el paso del tiempo me he dado cuenta de que la verdaderamente interesante es la gente que no lo parece'. Eso es lo que me ha enseñado mi madre.
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–¿Cómo está siendo para usted verles envejecer?
–Es una experiencia vital que está relacionada con el amor, con la dignidad, con la memoria. Tus padres, ya octogenarios, son de alguna manera un 'spoiler' de lo que tú vas a ser. Y de algún modo, en el subconsciente, cuando tú estás cuidando al otro, estás como anticipándote a cómo quieres que te cuiden a ti en su momento. Es algo muy sutil, pero tú ya eres el otro.
–¿De qué modo afrontar el cuidado de nuestros mayores?
–Cada circunstancia es un mundo y puede estar muy bien que tus padres estén en la residencia, puede estar muy bien que estén contigo en casa, puede estar muy bien que estén solos en casa acompañados con algún profesional, puede estar muy bien que estén solos en casa sin compañía... Depende de las circunstancias, la economía y del tiempo que disponga cada uno. Este es un terreno en el que hay mucho dolor, porque los cuidados a los padres siempre es algo que, por mucho que hagas, te hace sentir que podrías haber hecho mucho más. Es un tema que genera bastante frustración y culpa.
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–La familia.
–La concibo también como un lugar de segundas oportunidades y de redención, la familia como ese astillero donde se pueden reparar todas las piezas.
–¿Teme a la vejez?
–Sí, claro que sí. Me llevo mal con el paso del tiempo, creo que la vejez tiene muy poco de bueno; que, como dice Arturo Pérez-Reverte, la vejez consiste en dejar de hacer cosas que antes podías hacer y ya no puedes. Y considero que esa desescalada es una putada.
–¿Y algo positivo?
–Lo asocio a un verbo: desambicionar. Eso sí me parece positivo, desambicionar, porque ambicionar tensiona mucho, te hace perder mucho tiempo, te hace mirarte en los demás y eso es una mierda. Veo a mucha gente mayor que ya desambiciona, y ahí sí que veo ejemplaridad.
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–¿Y la supuesta sabiduría que se va acumulando con los años?
–Seguramente es así, pero hablaríamos de sabios llenos de costurones, porque sumar años implica también acumular pedradas y dolor. Sí, eres más sabio, pero también tienes una mochila que pesa mucho más. Prefiero ser tonto y joven que viejo y sabio.
–¿De que historia que ha vivido como periodista no se olvida?
–Le voy a contar una que termina bien: la del trasplante de corazón a Hugo. Estuve durante medio año, con un compañero, acompañando a Hugo, que tenía seis meses cuando llegó al hospital. Le acompañamos en todo el proceso: la espera del trasplante, la operación y la recuperación. Mientras esperaba un corazón, le crecieron los dientes, comenzó a caminar y a decir sus primeras palabras. Fuimos testigos de todo, incluso de cómo varios niños se morían esperando su corazón. Ayer [este martes] hablé con su madre. Hugo tiene ahora seis años, está estupendo y lleno de vida, y con un costurón fruto de las veintinueve grapas que le pusieron en el tórax. Es una historia que habla del milagro de la vida y del milagro de la sanidad pública, y vuelvo a citar a Jesús Montiel: 'Tener delante un milagro y no verlo'. Así es, esto ocurre a diario.
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–¿Qué país tenemos?
–Estamos levantando España, el problema es que a ver si lo estamos levantando por el lado que no es [sonríe]. Tenemos un país que yo a veces no reconozco, nosotros no éramos así... Esta polarización guerracivilista yo creo que la teníamos enterrada. Desde luego, estaba más enterrada hace veinte años que ahora. Y creo que había más libertad hace veinte años que ahora, con esta ola de neopuritanismo que tiene que ver con la gente progresista como yo y que me molesta mucho. No me gusta esa izquierda que me dice lo que tengo que pensar, sino esa otra izquierda a que a mí siempre me dejaba libre.
–¿Cuáles son imprescindibles para mantener alto el ánimo?
–Salir a caminar como un animal, mejor si es por la naturaleza; ir a boxear, los libros y la cerveza.
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