!['Cien años de soledad' y yo](https://s1.ppllstatics.com/laverdad/www/multimedia/2024/04/18/cien-soledad-U190712168907RNF--1200x840@La%20Verdad.jpg)
'Cien años de soledad' y yo
Pedro Cano
Pintor
Jueves, 18 de abril 2024, 00:46
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Pedro Cano
Pintor
Jueves, 18 de abril 2024, 00:46
La primera vez que llegó a mi casa 'Cien años de soledad' (1967) lo trajo Mariluz Antequera, una compañera de Bellas Artes que vino a pasar una fiestas de Blanca conmigo. Nunca podía imaginarme lo que contenía aquel volumen que sigue dando vueltas por mi ... casa. Tanto mis hermanos como yo, lo hemos leído varias veces, hasta englobar la familia de los Buendía en algo familiar y cercano. Cuando encontré a Gabriel García Márquez en Nueva York hace casi 40 años, me pareció que era conocer a una especie de antepasado intemporal de la familia Cano, y que Macondo se había tejido en la urdimbre de Blanca al punto de considerar esta obra juvenil del Nobel, en algo más que un libro. Hace muchos años la Galleria Giulia de Roma propuso a una serie de pintores un proyecto muy interesante. Teníamos que exponer el libro que más nos había gustado en absoluto, junto a una hoja de papel del mismo tamaño con una ilustración sobre el escrito. Yo organicé una especie de árbol genealógico de la familia creada por Gabo con pequeños escritos donde se señalaban nombres y situaciones de la novela. Me acuerdo que lo compró una galerista importante y que pude verlo en su casa muchos años hasta que ella nos dejó definitivamente.
Si vamos a leerlo por primera vez, la lectura más serena de este volumen único debemos afrontarla con la ayuda de un lápiz para ir subrayando los nombres de los familiares e intentar no confundirlos, ya que los Aurelianos y los José Arcadios se suceden unos detrás de otros y nos puede ayudar una pequeña nota al pie de la página donde aparecen por primera vez, para ubicarlos mejor.
El hecho de haber nacido en un pueblo, tener relaciones con el hielo por el oficio del pescado fresco con mi familia y la dificultad de conseguirlo, ya que en Blanca no había lugar para poder fabricarlo... La casa de la abuela Dolores llena de objetos con la chimenea encendida todo el año donde se cocinaban todos los días los alimentos que se consumían en la morada del abuelo Zurdo, que todavía es el mote por el cual se nos reconoce a todos los Cano de esa casa, o nuestro pequeño huerto junto al río, donde mi madre plantaba en pedazos que quedaban vacíos entre el brazal de agua que lo recorría... los dos perales y cuatro o cinco naranjos que teníamos, patatas, chicharos, pimientos, tomates y berenjenas... todo me acercaba a la casa de Macondo, aunque no teníamos ningún Melquíades que hiciese figuritas plateadas en la pequeña estancia donde vivía.
Pocos libros me han dado la idea de que se hayan escrito no solo para mí sino para toda mi familia y muchas de las personas a las cuales lo he regalado y me lo han agradecido siempre.
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