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A Pedro Pujante (Murcia, 1976), maestro de inglés en Primaria y Máster en Literatura Comparada Europea, además de consabido autor de tramas de corte fantástico, el cielo de estos días –como el jugo de mango –en la Región de Murcia, es «muy correspondiente» con el momento apocalíptico que vivimos, con guerras y pandemias. 'Flores eléctricas para Kisuri' (Malas Artes Editorial, 2021), su último libro, que en parte ha sido posible gracias al 'crowdfunding', todavía no ha sido presentado. Reconoce que ha salido «un poco por casualidad», porque en esta época de sobreabundancia de novedades ni le apetecía darlo a conocer: «Uno incluso se siente hasta culpable de añadir un libro más al mercado, pero ahí está la novela, y quien quiera acercarse a ella es estupendo».
¿Qué tiene que ver este universo construido por el autor con la realidad en la que estamos inmersos? ¿Hay paralelismos? Pujante es un autor que suele tomar distancia con la realidad cuando escribe. Sus historias suelen tener algún componente fantástico, y ésta, en concreto, es una historia que todavía se aleja mucho más de la realidad que las otras. Porque en las anteriores había aventuras de ciencia ficción, con un poco de humor; personajes que vivían en lugares muy concretos, por ejemplo, en un pueblo de Extremadura o de Murcia, o en Madrid y viajaban a Praga. «En 'Flores eléctricas para Kisuri' –anota– no existe ningún nombre real, hay una ciudad onírica, llamada La Residencia, una especie de no lugar, espacio sin asideros geográficos ni cronológicos donde los habitantes incluso no tienen recuerdo de cómo han llegado allí. Es un mundo totalmente inventado, y casi con la estructura de una pesadilla».
¿Por qué decide, entonces, alejarse de esta realidad nuestra? ¿Por qué esa necesidad de construir mundos distantes? «Lo he pensado muchas veces», hace saber el ideador de libros de relatos como 'Déjà-vu' (Premio Latin Heritage Foundation), novelas como 'El absurdo fin de la realidad' (I Premio de Novela de Ciencia Ficción de Ediciones Irreverentes), 'Los huéspedes' y 'Las suplantaciones', y ensayos como 'Cărtărescu. La rescritura de lo fantástico' y 'La invención de la realidad'. «Yo creo que demasiada realidad existe ya como para tener que indagar más en ella. Me parece una redundancia escribir sobre algo que está ocurriendo. De hecho, la novela realista a no ser que tenga un componente literario muy fuerte que me interese no me llama tanto la atención. Prefiero indagar en lo más desconocido, en aquello que nosotros no sabemos, no solo en lo fantástico como contraposición a lo real, sino también en lo onírico en contraposición a la vigilia, o en el subconsciente en contraposición al raciocinio. Me gusta, sobre todo, explorar esa parte que no nos resulta tan evidente».
En esta novela, de hecho, realiza una construcción de espacios y de personajes totalmente onírica, en el sentido de que los espacios parecen fabricados como si fueran pesadillas, los personajes deambulan sin memoria, sin recuerdo, como en nuestros propios sueños, de los que nos quedan a veces vagas imágenes. «Me he dado cuenta de que, a diferencia de las otras novelas que entremezclaban humor y fantasía, en esta hay un tono más serio, y ese elemento onírico se ve reflejado en la propia estructura de la novela, en la forma de la escritura, en el léxico, en la dicción, en el tono... Hay una especie de ritmo como más poético, no tendente a la poesía, sino a ese ritmo propio de los sueños».
¿Qué tipo de horrores suceden en la novela que no conozcamos? «Es raro inventar un horror nuevo, porque el ser humano, a lo largo de la historia ya ha demostrado que es suficientemente creativo para pergeñar cualquier tipo de maldad. Eso ya lo sabemos. En la novela no puedo ser más innovador, pero sí con respecto a otras obras. En estos personajes hay un poso de crueldad, fantasmas que deambulan entre un mundo y otro que son capaces de realizar aberraciones, algunas no aptas para menores: violaciones, sodomía...».
Es la primera novela que escribe en tercera persona: «Hasta ahora una parte de mí estaba en los personajes, pero aquí tuve que cambiar a la tercera persona porque me daba un poco de arcadas tener que identificarme con el protagonista, tan oscuro y tan siniestro». Los personajes tienen nombres japoneses que se mueven entre lugares hiperpoblados e islas. «Sí, todo puede llevarnos a ese mundo de Japón tan exótico y diferente, incluso la estética nos remite a la cultura manga, los personajes están caricaturizados y distorsionados con colores por esa visión onírica que digo de la realidad».
Un libro de terror urbano, prepandémico, que a Pujante le llevará a las ferias del libro de Alicante, Granada y Murcia y le hará reencontrarse con lectores que aman lo fantástico. Recomienda la ficción 'Hijos de Dune', una serie que «no es más que una metáfora de lo que ocurre en nuestro planeta con el petróleo». «Una historia fantástica puede revelarte la cara más dura de la realidad», dice Pujante, que halla la paz en el arte, «pues nos hace más humanos y felices».
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Lucía Palacios | Madrid
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