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Hay muchos días por delante. Muchas horas en las que no dar el tiempo por perdido. Con estos cinco libros, los lectores darán por bien empleadas las horas. Apuestas literarias solventes que nos presentan equipos editoriales que no solo buscan la gloria del autor sino el placer del leyente. Dispuestos a emprender varios viajes por algunas de las páginas más sugerentes que llenan las librerías. Aquí van esos cinco títulos imperdibles.
Ediciones del Viento siempre da más de lo que paga el lector. Este es un ejemplo. 'La leona', posible gracias al apoyo de la Danish Arts Foundation, surge, en realidad, «gracias a muchas conversaciones inspiradoras bajo los grandes cielos de África oriental». El autor, el periodista e historiador danés Tom Buk-Swienty, experto en la familia Dinesen, propietarios de la Karen Coffee Company en los altos de Kenia, llega hasta donde no había llegado nadie con esta biografía extraordinaria de Karen Blixen, con más de 200 fotografías de álbumes privados y documentos y cartas inéditas hasta ahora. Colonos elegantes que cazaban leones y escuchaban a Mozart en medio de la savana, como ya vimos en 'Memorias de África', la versión cinematográfica de Sidney Pollack que inmortalizó a Meryl Streep y Robert Redford basada en el libro que Karen firmó con pseudónimo, Isak Dinesen. En una carta a su madre, a los pies de las colinas de Ngong, el 17 de marzo de 1931, Karen Blixen escribe a su madre: «Un gran mundo de poesía se me ha abierto y me ha acogido aquí y me ha encantado. He mirado a los ojos de los leones dormidos y dormido bajo la Cruz del Sur, he visto las grandes llanuras ardientes y con hermosa hierba verde después de la lluvia, he sido amiga del somali, el kikuyu y el masái, he volado sobre las colinas de Ngong... Mi casa aquí creo que ha sido una especie de refugio para los viajeros y enfermos y para los negros ha sido como el centro de un espíritu amistoso». Nadie que se acerque a la historia de la señorita Dinesen, prometida y dispuesta a iniciar el viaje de su vida –en Mombassa le espera su futuro esposo, el barón sueco Bror Blixen–, podrá llega r a amar tanto un libro.
Un alto directivo de banca ya jubilado está detrás de esta magnífica recreación del Siglo de Hierro, uno de los periodos menos explorados y documentados de la Edad Media. Es la primera novela publicada por Santi Laganà. Una época oscura, brutal y cruel, advierte, «en la que hombres y naturaleza se encargaron de llevar a cabo una despiadada selección despreciando la más mínima piedad cristiana. El Estado y la Iglesia estaban a merced de una terrible disolución y corrupción; Italia, en concreto, cayó en la decadencia más profunda y la anarquía más bárbara; la virtud se medía en función de las armas y la fortuna que se poseía. No se reconocían más normas que la violencia, el abuso, la traición y la lujuria. Esta última, por ejemplo, fue una de las prácticas más naturales y extendidas, y se consideraba natural junto con la simonía, el incesto y otras conductas que actualmente juzgamos sumamente inmorales. Por si fuera poco, acechaban el hambre endémica y las pestilencias, que, unidas a la promiscuidad y la total ausencia de higiene, reducían al mínimo la capacidad de resistencia y segaban vidas humanas, sobre todo de los más humildes». ¿Por qué este libro? Laganà lo dedica a sus hijos, «para que se den cuenta de lo mucho que le ha costado a la humanidad el progreso: solo sobreviviendo a las ruinas y al más abyecto embrutecimiento ha podido sentar las bases del renacimiento de las épocas siguientes. Y para que comprendan que también una simple novela de ficción, si está escrita con rigor histórico, es cultura».
El editor de Impedimenta, Enrique Redel, está convencido de que 'Tienes que mirar' es «uno de los libros más hermosos, brutales, humanos, intensos y duros que hemos leído en los últimos años». La escritora moscovita Anna Starobinets, «la Stephen King rusa», advierte en la primera página: «Una cosa es inventar historias de miedo y otra muy distinta es convertirse en la protagonista de un cuento de terror. Dudé mucho tiempo si merecía la pena escribir este libro. Es demasiado personal. Demasiado real. No es literatura». Está dedicado a mucha gente: «A mi marido Sasha, que compartió todo conmigo. A mi hija Sasha, que se convirtió en mi consuelo. A Natasha, que me condujo a través del infierno. A mis padres, que nos ayudaron a escapar. A los médicos del hospital Charité, que mostraron humanidad. A todos los amigos que me apoyaron. A mi hijo sin nombre que estuvo conmigo tan poco tiempo. Y a mi segundo hijo, Lyova, que se quedó conmigo». Este libro, como dice Starobinets, habla «de humanidad y de la falta de humanidad en general». Gritarán, como ella, de dolor. Pero, lector, no tengas miedo. «No te voy a dejar ir a ninguna parte. Te estaré mirando». Espeluznante. «Por todas partes hay guirnaldas, farolillos, galletas de jengibre, árboles de Navidad y vino caliente. Vagamos por las calles heladas, entramos en cafés y bares. Bebo vino caliente porque ya no importa. Porque estos niños no sobreviven. Y también porque siento que le gusta el vino caliente. Cuando bebo vino caliente con especias, se mueve alegremente en mi interior. Así, en su corta vida –allí, en la oscuridad, de mi útero, del cual nunca saldrá a la luz ni al aire– al menos tendrá una experiencia agradable».
Manuel Azaña (Alcalá de Henares, 1880-Montauban, 1940) ejerció la presidencia del Gobierno español durante la Segunda República, entre el 11 de mayo de 1936 y el 3 de marzo de 1939. Estudió Derecho, pero la escritura, en paralelo a la política, una dedicación que siempre cultivó. Escribió 'La novela de Pepita Jiménez' (1927), 'La vida de Juan Valera' (1929) –Premio Nacional de Literatura–, 'La Corona' (1930) y 'La velada en Benicarló' (1939). Su primera obra, 'El jardín de los frailes' (1927), rescatada ahora por Nocturna Ediciones, fue publicada en los cuadernos de La Pluma en 1920. «Quien posea menos humanidad que espíritu crítico fallará adversamente si el primer encuentro de un mozo con lo grave y lo serio de la vida se diluye en frívolos devaneos de colegio. Tal sucede en mi narración».
Aquí Azaña recuerda «el soliloquio de un ser desconocido prisionero en este libro. No es persona con nombre y rostro. Es puro signo». Aquí están los sentimientos de un mozo de quince a veinte años, «y el inhábil balbuceo de su pensar, en tal cruce de corrientes y tensión que en otro espíritu pudieran mover un giro trágico». Aquí está «la mocedad verdadera» de esos años que, tras el fallecimiento de sus padres, vivió en un colegio de El Escorial. «Quien esté solo, si su soledad le pesa, o barrunte un vivir frustrado o no espere ser más, mitiga el desengaño en midiéndolo por el patrón que brinda el monasterio. Todo en él aspira a ser eterno, y es ya impersonal, diría sobrehumano. No simpatiza ni recrimina ni conturba; formula sin ambages una verdad incompatible con la ironía... No es melancólico, aunque sus piedras amarillecen, porque nada echa de menos. Ni reticente; propone un sí o un no, sin medias tintas, a muerte o a vida, jamás un vivir muriendo, lánguido, ni muerte deleitosa o de buen sabor. Extirpa del corazón lo novelesco, de la paz del claustro, el prestigio sentimental... Renace el campo; vuelve la Herrería a sonar, a brillar; enciéndense de luz los montes, y el monasterio padece: en la inquietud de la primavera, su rigor se quebranta». Palabras excelsas de un impetuoso.
¿Es posible mantener una relación tan poco dramática con el pasado? Suso de Toro inició este proyecto partiendo de una verdad: «Uno nunca sabe cómo va a ser el libro que empieza». Aquí están las historias de una familia, los Baltar, que se le aparecen una y otra vez al autor, siempre ocupado con otras cosas, hasta que siente el deber de hacerlo. «Escribir un libro sobre una familia conlleva riesgos, escribiendo este hubo momentos en los que, si bien no asistí a una explosión del relato familiar, afortunadamente, sí que sentí que, al cavar en la memoria, los golpes en los recuerdos sacudían los pilares de la casa paterna. Sentí que había provocado ciertas sacudidas en la memoria familiar, incómodas perturbaciones que anunciaban el nacimiento de un relato nuevo de esa familia y la emergencia de un personaje que se me hizo fascinante y llegó a serme familiar e íntimo». Aquí vamos a tropezar con esos «pálidos espectros» a los que se refiere Suso de Toro en el preludio. 'Un señor elegante' es una historia de no ficción que, en realidad, es la persecución de una verdad, la historia del cirujano Ramón Baltar (1902-1981).
Un trabajo metaliterario del que al autor lo que le interesa es la historia en sí. Una familia de la que emanan muchas realidades de la historia contemporánea (la guerra civil, el exilio, herencias mal aceptadas...) sometida a las leyes de la literatura. «Todo fue real –escribe De Toro– y todo queda atrás y lejos y será como un sueño que soñaste y se va un poco conmigo, con cada uno de nosotros. Sin ruido. En un tiempo en el que ha muerto el tirano y la gente está huérfana, insegura y ansiosa, poseída por deseos y temores de libertad y quiere referencias y guías públicas y políticas, pero tú te quedaste en la vida privada y en tu ética solidaria y solitaria». Un mar de páginas siempre en movimiento.
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Jon Garay y Gonzalo de las Heras
Fermín Apezteguia y Josemi Benítez
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