![Miguel Ángel Hernández: «Somos responsables de que nos engañen y nos gusta victimizarnos»](https://s3.ppllstatics.com/laverdad/www/multimedia/2024/10/30/195813121--1200x840.jpg)
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Imagíneselo: está delante de usted, mejor sentados, todavía mejor con un café o una copa –o ambos placeres–, y él con su gorra imperturbable. Y le cuenta:
«Recuerdo a los niños de la huerta disparar a los gatos con escopetas de perdigón y ahogarlos ... en un cubo de agua nada más nacer. Recuerdo a mi primo Luis dar de fumar a un murciélago hasta hacerlo explotar con el humo o crucificar ranas en una puerta y jugar a los dardos con ellas...». Bien: todos estos recuerdos surgen a raíz de la contemplación de una imagen, de un fotograma de 'Ojo salvaje' (2016), de Paco Nicolás. Recuerdos e imágenes forman parte del material del que se nutre 'Yo estoy en la imagen (Ensayos afectivos y ficciones críticas)', el nuevo libro del escritor, y profesor de Historia del Arte de la UMU Miguel Ángel Hernández (Murcia, 1977). Lo ha publicado la editorial Acantilado, a la que el autor, que seguirá editando sus novelas en Anagrama, afirma haber «seguido desde siempre con fascinación». 'Yo estoy en la imagen' reúne una selección de textos «a medio camino entre el ensayo, la autobiografía y la narrativa» en los que, «siguiendo la estela de Benjamin, Sontag y Barthes», advierten los editores, «se exploran cuestiones como el valor de la memoria y su vinculación con el conocimiento, el duelo, la ética de la mirada, las relaciones entre tecnología y deseo, o la percepción subjetiva del tiempo». El libro será presentado este miércoles –a las 19.30 horas– en el Hemiciclo de la Facultad de Letras de la UMU, en el Campus de la Merced; acompañara al autor Antonio Candeloro, profesor de la UCAM.
Miguel Ángel Hernández explica que «'Yo estoy en la imagen' es un libro híbrido que, si bien contiene las obsesiones que me han acompañado como ensayista y también como novelista en los últimos 15 años, los textos que recoge son muy diferentes entre sí». La mayoría, atravesados por la importancia de las imágenes y su poder de evocación, revelación, inspiración, manipulación, incluso de cautivar, sonrojar, herir, sanar... «Todos los textos del libro están vinculados con una imagen. Yo digo que tienen una deuda de imagen porque todos nacen o de una fotografía personal o familiar o de la relación con una obra de arte o con un vídeo o con unos dibujos, como en el caso de los de [el gran artista] Javier Pérez», indica. «Al final», prosigue, «la idea de todos esos textos que he ido escribiendo en libros de artista, en catálogos, en revistas..., es que la imagen nos hace pensar». Son textos, precisa, «que están relacionados con que el historiador del arte, en mi caso, piensa a través de las imágenes y con que toda relación con la imagen es una relación que defino como intersubjetiva».
–¿Qué quiere decir?
–Que, de alguna manera, nos acercamos a la imagen como si se tratase de una persona: que hay algo de quien mira que se proyecta en la imagen, y algo de la imagen que acaba tocando a quien mira. Siempre que miramos una imagen estamos dentro de ella, al mismo tiempo que ella también nos toca. No se pueden mirar las imágenes de un modo neutro, hay que mirarlas de un modo activo.
–Defiende en el capítulo titulado 'La parte del espectador' que tenemos una responsabilidad con las imágenes.
–Así es. Frente a esa idea tan extendida de que los medios [de comunicación] nos dominan, de que somos sujetos dominados por ellos porque no quieren que sepamos la verdad, ni que veamos la realidad, yo disiento. En realidad, es una postura victimista que le da toda la responsabilidad a los medios y nos libera a los espectadores y lectores convirtiéndonos en víctimas. Defiendo que tenemos una responsabilidad cuando no nos emocionamos con las imágenes que vemos, y cuando nos dejamos dominar por las informaciones de la posverdad y de las 'fake news'. Somos responsables de que nos engañen y nos gusta victimizarnos. Difiero un poco de esas posturas habituales de crítica a los medios, a los que se acusa de tener el poder y de atontarnos.
–Los pasos a seguir.
–Tenemos que dejar de hacernos las víctimas y responsabilizarnos como sujetos activos y críticos. Actuemos, dejemos de ser pasivos. Si nos instalamos en la idea de que somos pobres víctimas de los medios, ahí seguiremos como en la caverna de Platón: encadenados. Tenemos la posibilidad de hacer muchas cosas, y una de ellas es saber ver las imágenes de modo crítico, saber leer los textos de modo crítico, y puentear ese sistema que supuestamente es el que nos anula.
–¿Y cómo lo hacemos?
–Una de las ideas fundamentales que se puede observar, sobre todo en el primer texto del libro, y luego también en el titulado 'Las imágenes de los demás', se construye sobre lo que llamo la mirada afectiva y la mirada del prójimo; cuando vemos a un otro en la imagen, podemos empatizar con él sintiéndolo un prójimo, un prójimo que esta padeciendo un dolor, que es víctima de una injusticia...; un prójimo en cuya situación podríamos estar nosotros. Por ejemplo: ese niño que estamos viendo bombardeado en Gaza es nuestro sobrino, es nuestro hijo, es alguien que nos toca porque no es un otro absoluto, sino que forma parte de nosotros, de los demás. Los demás no son los otros, sino que forman parte de nosotros. Para mí, una de las claves radica en abrirse a la imagen para que podamos proyectar, y entender, qué hay de nosotros en esas imágenes de los otros.
–Habla usted en 'Yo estoy en la imagen' de la fotografía de una mujer devastada por la guerra que le recordó a su madre.
–Mirando el periódico, vi la imagen de una mujer caída en plena guerra de Georgia [en 2008]. Y mirando su rostro, vi también el de mi madre indefensa en sus últimos días de vida. Y no pude dejar de emocionarme con esa foto porque ya no se trataba sólo de una mujer sin nombre a la que no conocía, sino que en esa mujer sin nombre reconocí también a mi madre. Es muy necesario sentir empatía si queremos vivir en comunidad. Esta idea del prójimo, que encontramos en el cristianismo, nos conduce a que nos conciernan las personas que vemos en las imágenes. No estamos ciegos, lo que pasa es que tenemos que abrirnos a que las imágenes sean parte de nosotros, de nuestra memoria, de nuestras experiencias, de nuestros afectos. Nosotros proyectamos nuestras experiencias sobre ellas, y ellas corresponden vibrando, porque las imágenes vibran en la misma intensidad de onda de alguna de nuestras experiencias o nuestros recuerdos, y los despiertan.
Recuerda Miguel Ángel Hernández en su nuevo libro que Louise Glück escribió que «miramos el mundo una sola vez, en la infancia. El resto es memoria».
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