Entre libros. Pablo d'Ors (Madrid, 1963), sacerdote, escritor y fundador de Amigos del Desierto. GALAXIA GUTENBERG
Escritor y sacerdote

Pablo d'Ors: «Lo mental y lo emocional es casi siempre muy ilusorio»

El autor de 'Biografía de la luz' estará este viernes en Cajamurcia para hablar de por qué «lo verdaderamente real es lo espiritual»

Miércoles, 23 de febrero 2022, 02:18

'Biografía de la luz' (Galaxia Gutenberg, 2021) es el libro que trae a Murcia este viernes a Pablo d'Ors, un encuentro posible gracias a la Fundación Cajamurcia y a la librería San Pablo, que tendrá lugar en el Aula de Cultura de la ... Fundación Cajamurcia, en Murcia, a las 19 horas, y en el que intervendrá también el cuentoterapeuta y orientador Lorenzo Hernández Pallarés. D'Ors, «un monje y un soldado» como escritor, fundador de Amigos del Desierto, en anteriores entregas ( 'El olvido de sí', 'Entusiasmo', 'Biografía del silencio') ya trazó las líneas que le han llevado a este monumental ensayo, 'Biografía de la luz', «una especie de manual poético de la interioridad». Unos días antes del encuentro, y de su retiro en Murcia este fin de semana con Amigos del Desierto organizado por Cristina Rico Úbeda, habla con LA VERDAD sobre la vida, sobre la pandemia y sobre el ser humano. Porque todos somos «seres de luz».

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–Dice en un momento dado en este libro tan especial que las palabras que no nos mueven tienen el aspecto de palabras, pero en realidad no lo son, y que todos estaríamos más vivos y despiertos si oyéramos las palabras de la escena entre María e Isabel. ¿Qué palabras son aquellas que cada vez que resuenan le hacen sentirse más vivo y más despierto?

–Las palabras que más me tocan son las que no comprendo, las que no puedo domesticar con la mente, las que me dejan perplejo. La perplejidad es un buen punto de partida para el verdadero conocimiento.

PANDEMIA

«Vista la amenaza externa a la que estábamos sometidos, he tenido que reforzarme interiormente todavía más»

–'Biografía de la luz' es un texto pensado para todos los buscadores espirituales y, por ello, escrito desde una perspectiva cultural más que confesional. Entre las muchas sentencias que a uno no le gustaría nunca olvidar hay una muy hermosa: «No puede haber verdad si no hay amor». ¿Qué expresiones de amor son las que hoy más le conmueven?

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–Lo decisivo no es qué creemos, sino que creemos, que tenemos fe, que confiamos. Una confesión que divida ni siquiera es digna de ese nombre. La fe y el amor son en esencia lo mismo: una entrega incondicional. Me emociono siempre que nos damos más allá de la lógica del cálculo.

–Como le sucedió a Zacarías, en su caso, ¿qué le ha ayudado a renovarse? «También los viejos necesitan soñar, amar y renovarse. La cuestión está en cómo esperar con fundamento, no estúpida o ingenuamente, una renovación».

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–El único modo de esperar con fundamento es poniéndose manos a la obra. El futuro no existe si no tiene su base en el presente. Yo me estoy renovando casi continuamente. Me renuevan los maestros, que encuentro frecuentemente. Encontrar maestros no depende de la suerte, sino que es algo directamente proporcional a nuestra disposición para ser discípulos.

–Se refiere al hecho de vivir encerrados en nuestras seguridades. Sin embargo, hemos visto cómo con la pandemia, todo lo que parecía sólido ha vuelto a tambalearse. Tantas vidas perdidas. ¿Qué es lo que más le hizo enmudecer en este tiempo tan extraño?

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–Yo fui víctima de los males de la pandemia (la preocupación, el miedo, la angustia...) como buena parte de la población. Mi trabajo espiritual no me hace invulnerable a lo que reina en el ambiente. Otra cosa es qué he hecho yo con todo eso. Durante la pandemia, vista la amenaza externa a la que estábamos sometidos, he tenido que reforzarme interiormente todavía más.

ENTENDER

«Pararse es iluminarse. Quien se para ya ha recorrido el camino entero»

–En la escuela de la humanidad, ¿qué es lo que no podemos dejar de poner en práctica? ¿Cuál es el aprendizaje que más nos cuesta?

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–Lo que más nos cuesta es la pasión, es decir, la pasividad (dejar de hacer y dejar hacer) y el padecimiento (permitir que las cosas nos toquen y hagan daño). Lo que más nos cuesta es descansar (de verdad), es decir, salirnos de la trampa del afán de rendimiento y entrar en la escuela de la gratuidad.

–«El camino eres tú. Eres tú mismo lo que debes recorrer para llegar a lo que llamamos Dios. El camino del Señor y el tuyo son el mismo. Lo que Él quiere es que tú vivas». ¡Tomar conciencia de ello puede llevarnos una vida entera! ¿Cómo empezar a desprendernos de lo que es imprescindible?

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–Ser o no ser, esa es la cuestión. La cuestión eres siempre tú: se nos va la vida para entender esto, y a veces nos morimos sin entenderlo. Todo lo que digas de Dios que no pase por ti mismo es una falacia, pura ideología. Más que cómo, la cuestión es cuándo (ahora) y dónde (aquí). ¿Cómo? Parándote. Pararse es iluminarse. Quien se para ya ha recorrido el camino entero.

–En un pasaje hace mención a «pescar hombres» («estar con Él y pescar a los hombres: contemplación y acción, diríamos hoy, o comunidad y misión, interioridad y exterioridad, recibir y dar»). ¿Cómo ha conseguido usted no caer en las redes de las ideas o de las emociones?

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–Yo caigo muchas veces en las redes de las ideas y las emociones. Nadie es un bodhisattva a tiempo completo. Pero cada vez me salgo más a menudo de esas redes, las suelto. Eso es lo que me salva. Lo mental y lo emocional es casi siempre muy ilusorio. Lo verdaderamente real es lo espiritual.

–¿Por qué es importante dedicar espacio y tiempo a la pura contemplación? ¿Cuál diría que es su principal preocupación?

–Porque sin contemplación, toda acción es un desatino. Y porque el mundo está ahí en primera instancia para ser recibido y disfrutado (y a eso se llega contemplando), no a ser transformado. Primero mira, y ya veremos luego si hay o no que cambiar algo. Dejar que las cosas sean pide del ser humano mucho más que intentar cambiarlas.

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MONJE Y SOLDADO

«Me ha salvado el silencio. Solo el silencio salva a la palabra de sí misma»

–Su vida como escritor responde a una vocación, ¿cómo se ha llevado con el látigo de la escritura? ¿Cómo ha conseguido escribir con tanta positividad?

–He sido como escritor –y en cierta medida lo sigo siendo– un monje y un soldado: uno que se separa (para encontrarse) y uno que combate. Originariamente mis libros eran oscuros, porque lo habitual es encontrarse con el fracaso. Me ha salvado el silencio. Solo el silencio salva a la palabra de sí misma.

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Pablo d'Ors. GALAXIA GUTENBERG

–Me gustaría, por último, conocer qué le ha deparado este volumen, 'Biografía de la luz', ¿qué está siendo lo más importante de esta vida que cada historia emprende? ¿Qué no deja de sorprenderle de la vida de los libros?

–'Biografía de la luz' me está dando nuevos lectores, es decir, nuevos amigos potenciales. También me ha abierto la puerta para empezar a conocer a Jesús, a quien sigo experimentando como a un gran desconocido. Los libros son vida condensada: recogen lo que hemos vivido y, mejor todavía, nos abren la puerta para empezar a vivirlo verdaderamente. El libro es mi objeto preferido.

¿Y la preocupación?

En 'Biografía de la luz' lleva al lector a reflexionar, y lo predispone a vivir con otros ritmos. Nos invita a huir de lo convencional, a no quedarnos donde estamos («nos morimos si no introducimos periódicos éxodos en nuestras vidas»), a dar crédito a la fuerza espiritual que hay en nosotros («lo sepamos o no, en el interior de cada uno vive un terapeuta que puede sanarnos»), a dedicarnos al arte de estar juntos («es preciso apartarse y tomar distancia para ver desde lejos y darnos cuenta de las muchas tonterías con las que nos hemos ido dejando enredar»).

D'Ors exhorta a los lectores a emprender el camino de la espiritualidad, pero no con voluntades y nervios de acero: «El amor a la vulnerabilidad, el respeto a los procesos, la reconciliación con el límite, la belleza de lo imperfecto, el descubrimiento del lado luminoso de lo oscuro –que lo tiene–..., todo eso y mucho más es de lo que habla permanentemente el evangelio. Esta lectura franciscana del legado cristiano descubre la esencia del evangelio: un niño en una cuna, una estrella en el firmamento, unos pescadores en la orilla con sus barcas... ¿Tan difícil nos resulta ver lo que está ante nuestros ojos?».

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¿Qué hacemos con la preocupación? Este es un asunto que aflora en numerosas páginas. Dice D'Ors que dedicar tiempos y espacios a la pura contemplación significa liberarse de ese lastre que es la preocupación: «Cada cual –escribe en 'Biografía de la luz'– debemos averiguar, evidentemente, cuánto tiempo necesita para este fin. Pero hay algo incontestable: si no tenemos tiempos ajenos al ajetreo propio de la vida, entonces no estamos haciendo lo que Dios quiere y lo que nos recomienda por boca de Jesús». De esto, y de otras cosas, hablará estos días en Murcia. «El alma se sana con lo sencillo y lo diáfano».

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