Lola Nieto (Barcelona, 1985) es la autora de uno de los libros más exóticos y penetrantes del panorama editorial, 'La isla desnuda' (La Caja Books), que narra su poderoso vínculo con el país donde más de una vez llegó a sentirse una intrusa: Japón. Una reflexión armada a base de observaciones y fascinaciones sobre ese otro mundo en el que vive el pueblo nipón. La poeta barcelonesa alquila una casa en Kioto, donde vivirá por siete meses. Tiempo después, sin esperarla, vendrá la escritura, que para ella es muchas cosas al mismo tiempo: «un gesto compasivo», «un monstruo», «una entrega»... Lola Nieto presentará este libro hoy en Murcia (en la librería Libros Traperos, a las 19 horas, con Ángeles Carnacea, artífice de esta convocatoria), y este sábado en Cartagena (en la librería La Montaña Mágica, a las 13 horas, con Vicente Velasco, un vivo recomendador de la obra).
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Cuenta Lola Nieto a LA VERDAD que es la primera vez que participa en un acto literario en la Región de Murcia, y espera volver en el formato de poesía experimental que le ha permitido tener experiencias internacionales, desde Nueva York a Londres y Chipre. Vivir en Kioto era algo que le rondaba la cabeza, y apareció la oportunidad, y la aprovechó bien. Antes de esta larga estancia ya había viajado dos veces a Japón, y después ha vuelto igualmente, estirando esa unión. Dice que en Kioto aguardó en silencio la llegada del tiempo y la calma que ansiaba. Empezó a observar cosas. Por ejemplo, «que los japoneses y los pueblos del sudeste asiático habitan parajes exuberantes y generosos, pero a la vez violentos e indómitos. Tifones. Terremotos. Tsunamis. La relación con la naturaleza es de admiración y de temor, respeto y veneración hacia una fuerza que crea y descrea el mundo, que engendra y destruye».
Hay algo inquietante para muchos japoneses: el convencimiento de que tarde o temprano un cataclismo puede devastar el área metropolitana de Tokio, donde viven unos 40 millones de habitantes. Nieto teoriza sobre eso después.
Japón se ha hecho un lugar familiar para ella: «A veces he pensado cuando he puesto un pie en la estación de tren de Tokio que aquella es mi verdadera casa, es como una sensación de regreso y de reconocimiento. Pero es curioso, y tiene que ver con algo que es el perpetuo asombro y la perpetua extrañeza, como muy viva e intensa, que me obliga a estar allí con los sentidos despiertos. Algo que en Barcelona ya no concibo, y sé que tiene que ver conmigo».
Llegar a Japón supone para ella, insiste, «una manera distinta de escuchar». Parte de la impresión de que «en la ciudad donde vivo [Barcelona] todo está mudo» y, de algún modo, detrás de este viaje para insertarse en aquella otra realidad, la de Japón, «yo quería saber si el mundo era mudo en todos lados». Lo que acabará reconociendo como la única certeza es que «hay un lugar en el mundo que suena»: Japón.
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¿Qué ha ganado viajando? El libro habla también de la pérdida, la muerte está muy presente, aunque esa no sea la única forma de perder. «Pienso en todo lo que perdemos y vivimos con dolor, pero todo lo que está vivo se transforma, cambia, muda. Y por eso, por ese cambio, hay también una pérdida de uno de los estados: una persona o algo deja de estar para estar de otro modo. Es normal que las cosas cambien. Pero hay que atender esa pérdida, y acompañarla. Japón me ha enseñado eso: que acompañar la pérdida, en realidad, es cuidar la vida».
Todos formamos parte de todo lo que está vivo para morir, insiste la escritora. Es un ciclo: lo que morirá alimentará lo que está vivo. Y lo que está vivo está condenado a morir. «Para los japoneses la naturaleza no es una pradera para pasar el tiempo. Para ellos es algo que no se puede controlar ni dominar. Entienden que es algo más grande que ellos, y que hay que admirar, venerar, respetar, pero nunca se podrá someter. Por eso asumen la desgracia de un terremoto no como una tragedia sino como la oportunidad de que otra cosa nazca». Esto, llevado al terreno personal, hace que Lola Nieto piense que hay que aprender a entender la muerte desde ese otro lado. «No podemos atrapar lo que siempre vamos a perder», admite. Vio claro lo importante de cuidar la vida sin desentenderse de la muerte.
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'La isla desnuda' reflexiona sobre el contacto, el decoro, la reverencia, los gestos, el cuerpo... «No necesita destacar. De hecho, es de mala educación». En Japón encuentra «todo lo radicalmente distinto a lo que cualquier occidental puede encontrar o pensar desde aquí. También la lengua es distinta: hay verbos, formaciones sintácticas gramaticales que no tienen traducción remotamente parecida a nuestra lengua. Hay maneras de expresar sensaciones, emociones, vivencias... que no podemos expresar nosotros en castellano, porque no tenemos esa experiencia lingüística. Esto es interesante también de Japón. La lengua allí crea una realidad nueva, estar en Japón es estar en otro mundo literalmente, porque la lengua y la cultura abren un paradigma y una posibilidad de creación de mundo que no existe en nuestra lengua».
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