Hay libros que nos llaman la atención por su misma estructura y tipografía. Libros raros, en los que los capítulos pueden «durar» lo que duran dos frases que se (nos) presentan como dos oraciones interrogativas indirectas: «Escribir para qué. Escribir desde dónde». Son las preguntas ... con las que empieza 'La canción de NOF4', que es uno de esos libros raros, envolventes, que hipnotizan y obligan al lector a replantearse qué significa escribir y desde dónde (se) escribe uno y, paralelamente, qué significa leer, desde dónde leemos, cuando leemos algo. Y el que se trate de una «canción», esto es, el que ya desde su título el libro evoque otro arte, el de la música, no es nada casual: Raúl Quinto (Cartagena, 1978) orquesta algo que bien podríamos llamar «canción» o incluso «canto» hacia la escritura en su doble vertiente, esto es, en cuanto herramienta que le permite al hombre intentar entender y explicar el mundo que le rodea y en cuanto intento constantemente fallido porque nadie sabe ni podrá nunca resolver enigmas a través de la misma.
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En el medio de ese «canto» y a lo largo de los 42 capítulos que lo configuran (como 42 «variaciones sobre el mismo tema», al estilo de Bach en sus 'Variaciones Goldberg') el lector irá descubriendo documentos visuales y de archivo, testimonios de la época y retales de un ensayo que se va haciendo sobre la marcha, bajo nuestra propia mirada de lectores-mirones. En el centro mismo de la obra (un centro que ocupa toda la trama, por fragmentada que esta sea) está él, el protagonista 'malgré soi', Fernando Oreste Nannetti, un hombre cualquiera, alguien que sufre esquizofrenia y que acaba en un manicomio de Volterra, en la Toscana, y allí vivirá hasta que el 13 de mayo de 1978 Italia opta por aprobar y aplicar la 'ley Basaglia' y se decide cerrar para siempre esos lugares que a menudo han sido más bien cárceles para sus pacientes trastornados.
Nannetti es el enigma que hay que resolver sabiendo que nunca se resolverá, y no porque la enfermedad mental influya o lo impida, sino porque, como Orson Welles nos enseña con su primera película, todo ser humano es un misterio para los que lo rodean y toda vida humana un puzle al que siempre le faltará una pieza para que todo encaje y cobre sentido (el 'Ciudadano Kane' que vemos en la pantalla desde 1941 es el abanico inabarcable de los Kane que los demás han conocido en vida).
Nannetti es un hombre que se pasa el tiempo escribiendo con la hebilla de su uniforme de internado alienado en una de las paredes del manicomio desde el que no puede salir. Pero su escritura no es solo verbal, sino que contiene también imágenes que acompañan las palabras. Son imágenes raras, como la de un helicóptero dotado de pies humanos, o como la de las torres telepáticas, desde las que Nannetti parece recibir mensajes cifrados que él mismo se esfuerza en decodificar correctamente para salvar a la Humanidad o para salvarse a sí mismo o para salvar a los que vendrán después de él y se pondrán a leer su escritura jeroglífica.
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Años después del íncipit de este texto infinito o que tiende inevitablemente a escurrirse ad infinitum alguien añade una palabra en caracteres mayúsculos: «angoscia», que bien podría sintetizar el nudo alrededor del cual giran las existencias de los que viven en ese espacio fuera del tiempo humano y fuera del espacio geográfico «cotidiano». En español «angoscia» podría traducirse como «angustia» o también como «agobio»: en ambos casos se trata de un término que bien expresa el estado de ánimo de quien lucha contra sus propios fantasmas y no sabe bien cuándo termina una frase y empieza la otra, siendo la puntuación algo secundario cuando se dispone de poco tiempo para herir con la hebilla la pared y dejar constancia de esos mensajes llenos de figuras emblemáticas que parecen ir siempre en contra del sentido común (¿es el sentido común el sentido lógico? Ludwig Wittgenstein tendría sus dudas).
Raúl Quinto es el explorador o traductor de lo que pone Nannetti en ese muro que es 'tabula rasa', o «superficie virgen» en la que dejar la huella física de su propio verbo y de su paso por esta Tierra. Es el autor y es el filólogo, quien ama de verdad a los textos e intenta respetarlos en sus matices múltiples, en sus vaivenes hermenéuticos siempre inciertos, en su incapacidad de encontrar una clave apta para entrar y penetrar el misterio del texto mismo, tan repleto de frases, tan lleno de imágenes que casi asusta, que casi agobia o que casi da vértigo. El texto se convierte en el centro de la investigación y la investigación se convierte en el centro de la biografía de alguien que escribe pero no sabe bien qué y desde dónde («desde quién» y «hacia qué», añade el 'yo' del narrador en el último capítulo, retomando las dos primeras frases con las que inaugura su «canción» o «canto»). Y es que el mismo lector tampoco lo entiende, no sabe bien hacia qué se mueve la escritura altamente lírica del autor, ni desde quién está escribiendo, si a través del espíritu del difunto o a través de lo que queda de la pared condenada como todo objeto humano a destruirse y a convertirse en tierra, en humo, en polvo, en nada...
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Y entonces uno hojea el texto, despliega la foto que de la pared sacó Mario del Curto en el 2005, la observa y la compara con las fotos en blanco y negro que Pier Nello Manonisaca pero en 1979, lee en qué fecha concreta se imprimió este libro extraño, heterodoxo y lleno de poesía y de ternura y se topa con la siguiente información aparentemente nimia: «'La canción de NOF4' se terminó de imprimir en los talleres de Calidad Gráfica Araconsa el 31 de marzo de 2021, veintitrés años después del día en que la secta taiwanesa Chen Tao aseguró que Dios aparecería simultáneamente en el canal 18 de todas las televisiones. Nadie lo vio. Nunca nadie ve lo que hay que ver». Raúl Quinto, con su «canción» que es «canto» lírico hacia el misterio de la escritura y el de la vida y el de la muerte y el de la vida mezclada con la muerte todo el rato, nos ayuda a ver lo que hay que ver y nos empuja a contemplar la enorme zona de sombra que nos rodea a todos en este planeta extraño llamado Tierra.
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