![Julio Llamazares: «No se corresponde la situación social y económica del país con el odio existente»](https://s2.ppllstatics.com/laverdad/www/multimedia/2023/11/16/185714232--1200x840.jpg)
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A Julio Llamazares (Vegamián, León, 1955) le gustan las avellanas y ver pasar las nubes empujadas por el viento, y escuchar en la noche el grito desolado de las frutas silvestres y comprobar por sí mismo que tras los mimbres lánguidos del río acecha un ... animal de nieve. El autor de 'La lluvia amarilla' (1988) –¿cómo olvidarse de esta novela?– que tras 'Distintas formas de mirar el agua' (Alfaguara), ha publicado en la misma editorial 'Vagalume'. Llamazares participa este jueves en Murcia, a las 19.30 horas, en el ciclo 'La BRMU se echa al monte'. La cita tendrá lugar en el salón de actos de la Biblioteca Regional de Murcia, y acompañará al escritor el profesor de la UMU, y crítico literario de LA VERDAD, José Belmonte, de quien Llamazares prologó su poemario 'Se está haciendo de noche' (Huerga & Fierro). «Ningún lugar duele tanto», escribe el autor leonés, «como aquel al que jamás podrás volver si no es desde el recuerdo o una vez muerto. Pero lo importante es regresar, como Ulises a Ítaca. No importa cómo ni de qué forma».
–¿Sigue usted haciéndole publicidad a LA VERDAD?
–[Risas] Así es, en cuanto alguien me viene con eso de 'te voy a decir la verdad', yo le digo: 'Perdona, LA VERDAD es un periódico de Murcia y nada más'.
–¿Usted cómo está?
–Bien, sin grandes altibajos, a pesar del ambiente que estamos viviendo desde hace tiempo; estaba escuchando ahora el debate parlamentario [de investidura de Pedro Sánchez] y, joder, es una bronca continua. En fin, lo único que pido es que me dejen escribir y estar tranquilo, nada más.
–¿Cómo le afecta ese mal ambiente al que se refiere?
–Lo vivo con preocupación, veo que hay demasiado odio y demasiada crispación, y no sólo en España, también en otros lugares, y el odio y la crispación nunca traen nada bueno.
–¿Por qué vivimos en España esta situación?
–No lo sé muy bien..., porque no se corresponde la situación económica y social del país con la crispación, el odio y el enfrentamiento existente.
–¿Qué pregunta se hace?
–Pues... si ahora hubiera, como hubo en la época de [Adolfo] Suárez, cuando los 'pactos de la Moncloa', ciento y pico asesinatos de ETA al año y una inflación del 25%, qué estaría pasando las calles de España. Ahora hay un nivel de vida mucho más alto, aunque siguen existiendo grandes desigualdades; pero, vamos, que en España nunca se ha vivido, desde el punto de vista material, como ahora; y, sin embargo, la crispación es infinitamente mayor que en épocas mucho más duras a todos los niveles.
–¿Y eso qué le lleva a pensar?
–Que la gente debería hacer un acto de memoria y de reflexión para saber de dónde venimos, y dónde estamos, para a la hora de protestar y de quejarnos, saber realmente de lo que nos estamos quejando. Y eso, independientemente de que cada uno en política opine lo que quiera y diga lo que quiera. Pero, vamos, las imágenes de estos días, de la calle Ferraz y de otros sitios, son preocupantes porque nos recuerdan tristemente tiempos pasados.
–¿Por qué ese regodearse en la tensión permanente?
–Creo que la gente, en general, estamos insatisfechos con la vida que tenemos y la volcamos en la política. Pero, insisto, no se corresponde la situación económica, sanitaria, material, de renta, etcétera, de la que disfrutamos, con la agresividad y el odio que se detectan en las calles. Deberíamos parar, mirar hacia el pasado, y ver todo lo que hemos avanzado y logrado. Y no estoy idealizando lo que tenemos ahora, pero cualquiera que recuerde un poco cómo se vivía en España hace 30 años, y cómo se vive ahora, sabiendo, repito, que hay grandes desigualdades sociales, aunque muchas menos, pues a lo mejor la gente se relajaba un poco y se alejaba de la crispación.
–¿Por qué ha elegido 'El Jarama' y 'Muerte de un apicultor' para hablar de ellos durante su participación en el ciclo 'La BRMU se echa al monte?
–Me resultaba muy difícil elegir un solo libro, y seleccioné dos que permiten mantener una conversación en torno a algo que es fundamental cuando se habla de literatura, y es que es necesario que está emocione. Son dos obras muy distintas. Por un lado, 'El Jarama', de Rafael Sánchez Ferlosio, para mí la gran novela en español de la segunda mitad del siglo XX, una novela de un objetivismo puro y puro; y, por otro, 'Muerte de un apicultor', de Lars Gustafsson, de un subjetivismo puro. Con estas dos novelas se ve claramente cómo la literatura, por distintos caminos a veces enfrentados o radicalmente contrarios, llega al mismo puerto, que no es otro que emocionar al lector, que creo que es lo que perseguimos todos cuando escribimos.
–¿Cuál es el fin de la literatura?
–Como cualquiera de las artes, su sentido es conmover al lector, al espectador, y hacerle sentir y pensar lo que el escritor, el pintor o el cineasta sentían y pensaban mientras hacían su obra. El fin de la literatura es dar calambre, es dar una descarga eléctrica emocional al lector y que, a partir de ahí, salga de su indiferencia y se ponga a pensar y a sentir. Entretener también es interesante, pero no es el principal objetivo, a mi manera de ver. En otras épocas, la novela cumplió una función de entretenimiento, pero ahora esa función la cumplen mejor las series de televisión, los culebrones, etcétera. Yo no escribo para entretener a nadie, aunque tampoco para lo contrario, claro. Yo escribo para hacerle pensar y sentir al lector.
–¿De qué no se olvida?
–De recordar cada mañana, al abrir los ojos, que tengo la gran suerte de seguir vivo. Somos unos privilegiados, estamos vivos y podemos vivir en paz. Sólo hace falta mirar a Ucrania, mirar la realidad en Gaza y en Israel, ver lo durísima que es la vida para millones de personas en todo el mundo.
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