El decano de la Facultad de Letras, José Antonio Molina, en la plaza de la Universidad de Murcia. M. G.
Historiador, escritor y decano de la Facultad de Letras de la Universidad de Murcia

José Antonio Molina: «Creí que el Imperio Romano decadente no era atractivo»

Presenta hoy en el Salón de Grados de Derecho 'La habitación secreta', que mereció el primer premio de Nuevo Periodismo de M.A.R. Editor

Martes, 14 de noviembre 2023, 01:07

En el ecuador de su primer mandato como decano de la Facultad de Letras de la Universidad de Murcia, el profesor de Historia Antigua José ... Antonio Molina (Murcia, 1972) tiene la impresión de que su función es, en realidad «como ser jefe de escalera» porque «es elegido para gestionar un bien compartido, y es limitado en el tiempo». Ser decano le ha permitido conocer a los profesores «desde una perspectiva nueva, completamente inesperada». «Adquieres un conocimiento que puede servirte para tu vida personal, para ser más sabio», sostiene. Pero su objetivo no es aprovechar el decanato como trampolín profesional, sino velar por ese bien común –la citada escalera– con responsabilidad y transparencia.

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Este martes, Molina presenta su última obra, 'La habitación secreta', ganadora del I Premio de Nuevo Periodismo de M.A.R. Editor, en el Salón de Grados de la Facultad de Derecho de la Universidad de Murcia (Campus de la Merced), a las 19.00 horas, acompañado por el rector, José Luján.

Especializado en el final del Imperio Romano, Molina recuerda el momento en que cayó sobre la esfera de Antonino González Blanco, catedrático de Historia Antigua, que se encargó de orientar su camino en ese tiempo. «Era un periodo que a mí no me interesaba», cuenta a LA VERDAD. «Me parecía que el Imperio Romano decadente no era tan atractivo, y, muy estúpido por mi parte, venía con muchas lecturas de Nietzsche hechas y tenía la idea del superhombre, del poder y de la gloria de Roma. Pero empecé a estudiar padres de la Iglesia, cronologías que yo creía que no eran interesantes». Y cambié su perspectiva: «El historiador suizo Jacob Burckhardt decía que incluso las épocas de aparente decadencia merecen nuestro interés y nuestra compasión».

Aquello le marcó –reconoce– hasta el punto de que hizo una tesis sobre literatura patrística, el uso de la alegoría en los padres de la iglesia y, en concreto, en San Gregorio, obispo del siglo IV de Granada, «que entonces, allá por el año 2000, no estaba traducido». Una tesis de autor, que, en cierto modo, influyó en la manera de abrir su mente desde el punto de vista del historiador (economía, sociedad, cronología...) y le permitió meterse en la cabeza de otra persona que escribiera. «Fue una experiencia hermosa, porque aprendí lo tonto que era al haber despreciado ese periodo del Imperio Romano, y descubrí autores interesantes como san Agustín, san Ambrosio, san Jerónimo... que a veces los conocemos por el santoral, pero eran grandísimos escritores y grandes pensadores que sentaron las bases de la Edad Media, incluso de Europa, hasta el advenimiento de la Revolución Francesa, cuando el mundo cambió. Por eso he estado siempre muy agradecido a Antonino, mi profesor, y a la Universidad por abrirme la mente».

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La perspectiva del becario

Hoy tiene 51 años. Es padre de una niña de 10 años. «Fui padre tarde porque tuve una dilatada vida de becario», apostilla. Tiempos entonces en los que, en honor a la verdad, no cotizó a la Seguridad Social. Ahora sí. El personal investigador joven hoy está muy orientado a cumplir estándares de calidad, «pero mi impresión particular es que la investigación y el amor a la verdad ya no juegan un papel tan importante, y lo que importa es cubrir criterios de calidad: determinado número de publicaciones y de revistas. Eso puede ser una ventaja, pero hemos perdido un poco de perspectiva». Un mundo que no era tan perfecto, recuerda, «en el que no había tanta rendición de cuentas ni tanta transparencia». Si comparamos el antes y el después, «creo que sí hemos mejorado en muchos aspectos».

UN ANTIGUO RECUERDO

«Escribo desde niño. Teníamos unas conejeras, hubo que limpiarlas porque cogían pulgas, y yo me encargué de limpiar con Zotal el suelo. Redacté entonces una crónica de mi guerra contra las pulgas»

José Antonio Molina, con vínculos familiares arraigados a Archena, escribe desde que tiene recuerdos. «Cosas muy raras. Teníamos unas conejeras, hubo que limpiarlas porque cogían pulgas, y yo me encargué de limpiar con Zotal el suelo. Redacté entonces una crónica de mi guerra contra las pulgas. Y aquello me gustó». Participó después aceptablemente en concursos de escritura en el instituto; ya le gustaba el ensayo. «Pero mis aspiraciones literarias se colmaban cuando me ponía a escribir historia, que es una ciencia pero que yo siempre he concebido como un género literario porque cuando tratas de hacer un fenómeno histórico comprensible con la escritura estás contando una historia también. Y eso me satisfacía».

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Sus colaboraciones en Onda Regional, en las que habla de cine en el programa de Jacinto Nicolás y Adolfo Fernández, y en el diario 'La Opinión' le han permitido jugar con el espacio y con los registros. Dejó de escribir como profesor y empezó a reformular sus códigos, a eliminar notas al pie de página y explicaciones eruditas, en una manera de conectar más con el lector.

Molina, también colaborador de la revista 'Zenda', encontró mucha satisfacción personal en el ensayo y 'La memoria de las sirenas' (M.A.R. Editor, 2022) es un ejemplo de la escritura como asidero para encontrarte con tus propios pensamientos. «No sé cómo de bueno o malo seré, pero la escritura es una salida, y cuando alguien te lee es maravilloso».

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'La habitación secreta'

  • Género. Ensayo

  • Editorial. M.A.R. Editor

  • Autor. José Antonio Molina

  • url www.mareditor.com

Aunque siempre tuvo problemas para definirse como escritor, lo cierto es que en 'La memoria de las sirenas' y 'La habitación secreta' José Antonio Molina se ha abierto camino como autor. «El ensayo es muy agradecido porque te permite una pose de distancia, muy académica todavía. El ensayo es el género más libre de todos, y te permite coger de todos los géneros, y en los últimos textos he ido ficcionalizando historias». Esa tendencia a la ficción se plasma en 'La habitación secreta' cuando habla de episodios relacionados con Goethe, Beethoven o Lord Byron que llaman su atención. Tiene algo del personaje de 'Hermann y Dorothea', de Byron, ese muchacho «en el que palpita el sentimiento de amor por la humanidad doliente, vemos en él la fraternidad que une a las gentes, y la repulsa por tantas cosas terribles que los seres humanos pueden hacerse entre sí en nombre de nobles ideales o simplemente por gozarse en hacer el mal». Busca esa «luz de dignidad, dolor y desdicha» que brilla en las tinieblas.

Disciplina

En 'La habitación secreta' encontramos reunidos a mitos de las artes como Rubén Darío y Marcel Proust, Thomas Mann y Rachmáninov, Mozart y Ravel... Personajes que ocupan un espacio de intimidad donde la música y el arte «nos brindan la visión serena de todo aquello que cotidianamente ignoramos». Molina, que también da clases en la facultad de Teología sobre cultura clásica y Cristianismo, reconoce que le gusta ir preparado a las aulas. «Yo no creo en la inspiración, sino en la disciplina», dice. «Tiene que haber un método, una disciplina, una regularidad, un entrenamiento, y es así como consigues que el texto pueda leerse sin que la gente se aburra. La genialidad la tendrá quien la tenga». En esas clases ha encontrado muchas ideas para estas historias que escribe –de las mañanas del mundo a las enseñanzas de Pandora, del vals triste de la tragedia española a la muerte en la mirada, de un pueblo que canta en la selva al Diablo en Venecia...–. Y siempre tiene en cuenta algo que le ha enseñado Proust: «La alta vida espiritual no se recibe de nadie, debemos forjarla nosotros. Proust es contundente y enérgico: la verdad no cabe en un cuaderno». 'La habitación secreta' es una verdad detrás de otra.

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