Quede claro: Berenguela de Castilla no fue una que pasaba por allí, sino la soberana que unió su tierra y la de León para siempre. ... Un dato muy relevante: reina de Castilla durante un único día, antes de abdicar en su hijo: Fernando III el Santo, conquistador de Andalucía. Cogobernante durante treinta años de los dos reinos, fue la encargada de suministrar hombres y dinero a su vástago mientras este tomaba Córdoba y, en la práctica, expulsaba a los musulmanes de la península. La importancia de su figura, y el hecho de ser una de las grandes desconocidas de la historia de España, sedujo a José Ángel Mañas hasta el punto de convertirla en la protagonista de su nueva novela, 'Berenguela' (La Esfera de los Libros), que este jueves a las 19.30 horas presenta en Murcia, en conversación con Lola Gracia, en el salón de actos de la Fundación Cajamurcia. Mañas, madrileño nacido en 1971, surgió como un fenómeno arrebatador en el panorama literario cuando, en 1994 y con tan sólo 22 años, fue finalista del Nadal con 'Historias del Kronen'. Más de treinta títulos le han seguido. Jamás fue flor de un día.
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–Empecemos hablando de placeres, ¿usted a cuál no renuncia cada día?
–Unas cervecitas por la noche a mí no me las quita nadie, eso hace la vida menos jodida.
–Su carrera.
–Ahí sigo, al cabo de treinta años; he logrado sobrevivir durante tanto tiempo y eso me alegra porque escribir es lo único que yo sé hacer. Y sigo teniendo la misma energía que cuando empecé, lo cual es un poco de psiquiátrico porque tengo siempre las pilas puestas y nunca sé parar.
–¿Qué le distingue como autor?
–Puede que el eclepticismo que encontramos en mis novelas. Mis modelos son gente como [Steven] Spielberg y Ridley Scott, que cambian de género como el que cambia de sombrero y ofrecen algo muy diferente en cada película. Yo tengo también esa facilidad para cambiar de género, y la capacidad para sorprenderme a mí mismo y sorprender a los lectores. Hay gente que esperaba que siguiera en la línea de 'Historias del Kronen', pero decidí que no, que tenía que cambiar e ir alternando géneros y propuestas que en nada se pareciesen. Siempre intento renovarme y que mi literatura tenga un punto refrescante, todo ello sin dejar de exigirme al máximo como escritor.
–¿Por qué Berenguela?
–Tenía la idea de que era una mujer frustrada y amargada, pero me encontré con la sorpresa de que fue una bestia parda, un animal político, una mujer de Estado. Sobre el papel sólo reinó lo que tardó en pasarle la corona a su hijo, pero a partir de ahí torció la Historia.
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–¿Qué hizo?
–Continuamente se las apañó para comerle la tostada a su ex-esposo, Alfonso IX. Aquello fue un poco como 'La guerra de los Rose' [(Danny DeVito, 1989)]. Creo que estamos hablando de la segunda reina en importancia tras Isabel la Católica, y resulta que no la conocemos.
–¿Qué carácter tenía?
–Un carácter del demonio [risas], mucha mala leche, pero era muy brillante, insisto en que una superdotada política. Le sale todo bien, es una triunfadora, una mujer muy despierta fruto de la buena educación que le da Alfonso VIII, y que luego transmite a Fernando el Santo, y que este transmite a Alfonso X. Era una mujer muy culta que, a diferencia de Juana de Castilla, Juana la Loca, ella sí fue educada para gobernar, a lo que también hay que sumar su inteligencia natural. De hecho, cuando le he dicho que le come la tostada a Alfonso IX me he quedado corto: lo expulsó de la Historia, pese a los logros destacados que tuvo, tras hacerle tres o cuatro jugarretas muy sucias, la verdad. Es un tío que me da un poco de pena y que me resulta simpático.
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–Las mujeres y usted.
–Tengo una madre muy inteligente, muy intelectual y muy especial que me ha marcado mucho; tengo una mujer con la que llevo 30 años, a la que creo que ya conozco más o menos [sonríe]; y soy padre de una hija. Como hijo, como compañero y como padre la experiencia con ellas es alucinante. En cuanto al terreno profesional, me gusta mucho trabajar con mujeres, me entiendo muy bien con ellas.
–¿Por qué sus novelas históricas sobre España?
–Necesitaba entender mi país, y creo que para eso es necesario conocer muy bien el pasado, bucear, sobre todo, en sus momentos cruciales.
–Tras el 23-J.
–Desde 2017 hemos tenido una época de muchas turbulencias identitarias. El resultado del 23J no es para mí una cuestión de derechas e izquierdas –entre otras cosas porque si el PNV no es derechas, yo no sé muy de qué es–, sino una cuestión entre una idea tradicional y unitaria de España, y una idea, como dicen los del PNV, plurinacional del Estado español. Y está claro que la que ha ganado, aunque sea por muy poquito y guste más o menos, es la segunda idea. Y no puedes cerrar los ojos a los que está sucediendo,
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–¿Qué haría usted si pudiera?
–Si tuviera una varita mágica, impondría un laicismo identitario, un poco como hacen los franceses con la religión. Francia es un país muy religioso, pero el laicismo saca la religión del espacio público: evitas los crucifijos, evitas los velos... Si quitásemos las banderas, por ejemplo, y que cada uno en su casa venere la que quiera, creo que nos iría mejor. Como también creo que, en vez de tanto inglés, no nos vendría mal aprender todos un poquito de gallego, un poquito de catalán...; nos sentiríamos todos menos agredidos y eso sería bueno para la convivencia.
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