Isabel Sánchez, autora de 'Cuidarnos'. Camila Carbone Ossa
Consejera del Opus Dei y escritora

Isabel Sánchez: «Cuando enfermé, me sentí como un trapo arrojado a una centrifugadora»

La autora murciana, cuyo cargo la ha llevado a recorrer el mundo, presenta este viernes en Murcia su libro 'Cuidarnos'

Viernes, 1 de marzo 2024, 01:08

Meses antes de la invasión rusa de Ucrania, le diagnosticaron una enfermedad grave. «Me sentí», cuenta Isabel Sánchez, murciana nacida en 1969, «como un trapo desgarrado y arrojado por sorpresa a una centrifugadora»; fue como si la sumergieran «en alma y cuerpo en un vertiginoso ... chapuzón dentro del caótico siglo XXI, mi siglo». Sánchez, con estudios de Derecho, Filosofía y Teología, dirige desde 2010 el consejo de mujeres que asesora al prelado del Opus Dei en el gobierno de la institución. Este miércoles se puso a la venta su nuevo libro, 'Cuidarnos. En busca del equilibrio entre la autonomía y la vulnerabilidad' (Espasa), que este viernes, a las 19.00 horas, presentará en Murcia, en el Ámbito Cultural de El Corte Inglés. Ha viajado por todo el mundo. Conoce la cruz y el edén, el gozo y la espina. Cultiva la dulzura. Pasear por Roma, contemplarla y respirarla, aunque sólo sean diez minutos, es para ella un regalo del cielo.

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–¿Cómo se sintió escribiendo este libro?

–Contenta de tener algo que decir que me parecía que valía la pena, y de que la editorial me hubiera dado esta posibilidad de poder compartir mi experiencia personal de ser cuidada. Y también me sentí solidaria con toda la gente que se ha cruzado con el mundo de los cuidados de una u otra manera.

–¿No se rebeló?

–No, rebeldía no hubo, un poco de sorpresa sí. La enfermedad me llegó en la flor de la vida y cuando me parecía que estaba fenomenal. También apareció la conmoción, porque fue como ir en un tren a grandísima velocidad y que, de repente, descarrilara tu vida. Reordenar todos los vagones, aprender a ir a otra velocidad..., reajustar todo eso me costó un poquito. Pero no me rebelé porque soy una privilegiada; primero, porque tengo fe, y segundo porque también cuento con una gran red de amistades y familia que me apoyaron desde el primer momento.

–¿Nunca pensó que le podría pasar?

–Bueno, tenía antecedentes familiares de esta enfermedad que ya me colocaban en un horizonte de posibilidades. No, no fue un fantasma que apareció de repente, fue algo que podía pasar.

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COMPROMISO

«Los cristianos tenemos la tarea de que vuelva a escucharse eso de 'mirad cómo se aman'»

–¿Qué pregunta se hizo?

–No me hice la pregunta, ni se la hice a Dios, de por qué a mí y ahora, lo que pregunté es cómo podía disfrutar de ese regalo y salir de todo lo que iba a vivir siendo mejor persona. Una enfermedad así te deja un poso profundo en la vida, y yo no quería salir de ella siendo la misma; 'si salgo igual de acelerada, si salgo igual de superficial, esto ha sido un fracaso', me decía, y me daba miedo pensarlo. Me daba miedo pasar por la enfermedad sin sacarle todo el jugo, desde luego cristiano, pero también humano.

–¿Y hoy es una mujer distinta?

–¡Ojalá! Me gustaría decir que soy una Isabel más humana, más consciente de que lo primero, siempre, son las personas, y más atenta a estar atenta; una Isabel que se frena más, que dice 'no vayas tan rápida', que se interesa por saber cómo está la persona con la que estás, qué te está queriendo decir sin hacerlo, qué te cuenta su mirada... Y me ha cambiado la noción del tiempo, mi relación con él.

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–¿A qué ha dejado definitivamente de darle importancia?

–A la preocupación por el mañana. Me preocupa el minuto en el que estoy, vivirlo más y de un modo más consciente, estando más presente y atenta a compartirlo, como un regalo, con Dios, en primer lugar, y con los otros. He dicho definitivamente no a preocuparme por lo que vaya a pasar en el minuto siguiente, me da igual. En este minuto que estoy viviendo ahora es donde tengo vida y donde tengo fuerza.

–¿Qué ha dejado de hacer?

–Me encantaba correr, yo era medio maratonista [ríe], pero por el momento he tenido que dejarlo. A lo mejor algún día puedo volver... El deporte en general siempre me ha gustado mucho. Ahora me dedico a caminar, que también es muy saludable.

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–¿Cómo somos?

–Creo que somos superficiales, y eso es muy triste porque el hombre está llamado a una trascendencia tan grande que vivir como si fuéramos patinando en una pista de hielo es una equivocación. Estamos equivocados en la aceleración con la que estamos construyendo el mundo, en no pararnos a medir las consecuencias de nuestros actos, en no comprometernos en la defensa de la vida humana hasta su final y contra la ley de eutanasia. A veces nos dan demasiado igual las cosas realmente importantes.

–¿Por qué?

–Me parece que nos ha fascinado la técnica y que nos estorba la realidad de las cosas, nos estorba la verdad y preferimos vivir en la opinión. Nos hemos olvidado de ser peregrinos de la vida, de tener un norte y una dirección, creyéndonos que así vamos a ser más libres. Llevando una vida de zombi sí que no vas a ninguna parte. Y si vives sin sentido, vas a morir sin sentido.

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–¿A qué tendemos?

–A construir un universo que gira alrededor de nosotros, porque pensamos que el yo se construye desde el yo y con el yo. No nos damos cuenta de las muchas cosas que nos pueden aportar los otros. Las relaciones que se entablan desde la generosidad y el diálogo favorecen el enriquecimiento humano recíproco; en cambio, cuando nos dedicamos a las transacciones, a 'tú me das esto y yo te doy esto otro', a comercializar con nuestras vidas, verdaderamente ganamos muy poco. Tenemos que volver a lo esencial, a encontrarnos con las personas, no sólo con la producción que las persona hacen, no solo con el producto que nos dan, porque entonces convertimos la relación con los demás en un mercado.

EQUILIBRIO

«Si queremos estar en condiciones de cuidar a los demás, debemos también cuidarnos a nosotros mismos»

–La Iglesia Católica.

–Yo veo este tiempo de la Iglesia como una llamada personal a cada cristiano; una llamada que nos plantea lo siguiente 'deja de mirar a los demás, lo que hacen y lo que no hacen, y pregúntate si tú reflejas a Cristo, si tú vives los valores del Evangelio'.

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–Francisco.

–Me cae genial. La verdad es que tengo que decir que el libro 'Cuidarnos' lo escribo, en parte, por su énfasis en llamarnos a hacernos conscientes de que estamos en una encrucijada entre descarte y cuidado. Creo que en eso él ha sido valiente y constante en decírnoslo, y nos pone esa tarea por delante, la de que hoy vuelva a escucharse, como en los primeros siglos del cristianismo, eso de 'mirar cómo se aman', que podría cambiarse por 'mirar cómo se cuidan'.

Dar el máximo

–Que la presenten como la mujer más poderosa del Opus Dei, ¿qué sensación le produce?

–[Sonríe] Siempre digo que quien tenga un cargo de responsabilidad debería saber que lo tiene para servir. Yo intento ofrecerles a los demás lo mejor de mí y dar el máximo. Ahora, ¿quien es la personas más poderosa del Opus Dei y en el mundo? Probablemente, la persona más escondida, la que sepa encarnar mejor el carisma que Dios le dio a San Josemaría, y la que se dé a los demás con más generosidad y más creatividad.

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–¿De qué no prescinde cada día?

–De encontrar ratitos, grandes o pequeños, para estar a solas con Dios. Él es el gran cuidador, no hay nada más placentero que está con Él. También procuro que no pase un día sin aprender algo nuevo de alguien.

–¿Qué nos propone?

–Si queremos estar en condiciones de cuidar como se merecen a las personas que queremos, y de contribuir al bienestar del conjunto de la sociedad, de la naturaleza que nos es tan necesaria, y del mundo que le vamos a legar a las generaciones futuras, debemos también cuidarnos a nosotros mismos. 600 millones de mujeres y 41 millones de hombres en edad laboral se ocupan de atender a sus familiares sin remuneración y, en muchos casos, debiendo asumir además el pago a cuidadores especializados.

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