Luis Rodríguez: «Cada frase puede ser la punta de un iceberg que arrastra un montón de cosas»

Los editores, Olga Martínez y Paco Robles, cuentan que «evoca la voluntad creadora e imaginativa de Nabokov, los espacios difusos de Beckett, la mirada contemplativa de Proust, las tramas entreveradas de Chejov, los personajes al límite de sí mismos de Flaubert dando como resultado un tropel de ecos que se escuchan simultáneamente y trascienden los límites de una novela para llevarnos más allá de cualquier anécdota, en un libro que elude cualquier etiqueta». Desde luego, no es un libro coloquial.

Cuenta Luis Rodríguez (Cosío, Cantabria, 1958) a LA VERDAD que escribe y reescribe siete mil veces, «pero me fío mucho del olfato lector de los editores de Candaya, tienen buen tino y son de una exquisitez» que no abunda en exceso. «Para mí detrás de cada frase puede haber –cuenta como si empezase a hacer un truco de magia– la punta de un iceberg que arrastra un montón de cosas, que al lector le llegarán o no. Hay un lector que me dijo, y es una de las cosas más raras que me han pasado con esta novela, que había visto un par de erratas y pensó que yo las había dejado intencionadamente. Eso es ser demasiado generoso conmigo».

Con 'Mira que eres' el lector sabe que no debe andar con prisas, y que debe disfrutar de cada línea. «Es una novela que impone leerla despacio, porque quizás la trama o el argumento pueda resultar confusa, ya que en algún momento se dispersa, pero quien haya leído mis novelas anteriores sabe que como lector también tiene que poner mucho de su parte». Rodríguez se refiere a 'La soledad del cometa' (2009), 'Novienvre (2013, 2016), 'La herida se mueve' (2015), 'El retablo de no' (2017) y '8.38' (Candaya, 2019).

Dicen los editores que 'Mira que eres' es «un puzzle de historias, un mecanismo imperfecto», cuyos personajes («obsesivos, perdidos, confundidos») «se nos muestran como cazadores de relatos, atentos siempre al momento en que despunta un nuevo acontecimiento». «Yo soy un lector empedernido –reconoce– y quizás por eso empecé a escribir. Para mí escribir es elaborar, es otra cosa... Cuando empiezo a escribir lo que escribo está muy cerca de mí, son mis demonios, mis obsesiones, mis paranoias, lo que sea... pero el hecho de estar en Castellón o en Alicante y que un señor o señora me digan que han leído mi novela, es algo que me tumba. ¡Todavía no estoy preparado para eso! Yo sé por qué llegué a la literatura y por qué no la abandono, y por qué para mí es droga dura. Que eso sea capaz de generar una emoción, o que lo que yo escriba le mueva a alguien un centímetro... es milagroso».

–Borges decía que publicaba para dejar de corregir...

–Los editores saben que cuando me dicen, «lo publicamos», yo sigo reescribiendo. Si no me hubieran publicado la primera novela, yo estaría todavía reescribiéndola. Para mí publicar es quitarme esa historia de encima.

–¿En qué cree ser afortunado?

–En escribir libros que tienen cierta complejidad. Es para mí importante que el lector respire. Creo que han sido demasiado generosos conmigo. Para mí la literatura es leer, luego me he puesto a escribir y lo demás es sobrevenido.