Habla por teléfono Fulgencio M. Lax desde su casa en Murcia, donde se repone de una operación de cadera que le causa fuertes dolores, «y eso pese a los muchos analgésicos que tomo», dice de buen humor, pese a todo. Apenas sale a la calle, ... salvo excepciones al bar de enfrente «a tomar un café y escribir algunas anotaciones, porque me encanta escribir en los bares». Estos días anda –¿anda?, ¡bueno, mejor cambiemos de palabra!–...; estos días... está recibiendo mensajes de felicitación de quienes van leyendo su nueva publicación, editada por MurciaLibro y que recoge las piezas teatrales tituladas 'La noche más larga', 'Al paso alegre de la paz' y 'Todo por la patria'. Tres piezas que, con la intención de recrearlos y de «arrojar luz» sobre ellos, giran en torno a «unos hechos siniestros que llenaron de horror a la sociedad española y mostraron la cara más inmisericorde del Régimen».
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He aquí lo acontecido: «En septiembre de 1975, en plena agonía del franquismo, se produjeron en España los últimos fusilamientos de la dictadura. Quienes pensaban que la presión internacional o las protestas internas moderarían la brutalidad de aquella decisión se equivocaron: el salvaje anacronismo se consumó. Y el sonido atroz de los disparos tardó mucho en extinguirse».
«Hay gente que disfruta con la maldad y entiende que la única forma de sobrevivir es imponiendo a la fuerza, sin ningún límite, sus propias ideas», lamenta M. Lax (Murcia, 1961), dramaturgo y profesor de Literatura Dramática en la Esad de Murcia, autor de obras como 'Háblame', estrenada en 2019, con María Garralón al frente del reparto, y que giró por todo el país llevando su oportuno mensaje a favor del cariño, los lazos familiares, el respeto a los ancianos y del hecho de que no hay que olvidarse nunca de nuestros muertos y de ser amables con la vida...
«Cuando empecé a escribir sobre los últimos fusilamientos del franquismo», explica, «tenía una idea muy general de lo que fue aquel terrible acontecimiento. Tan solo contaba con los datos históricos y un conjunto de sensaciones lejanas». En realidad, «los textos 'La noche más larga', 'Al paso alegre de la paz' y 'Todo por la patria' son el resultado de una relación dialéctica con la historia y los recuerdos». En ellos, «personajes como Carlos Arias Navarro, el príncipe Juan Carlos o un antiguo guardia civil que se presentó voluntario para formar parte del pelotón toman la palabra y nos recuerdan la tristeza y la impiedad de un episodio amargo, que tan próximo tenemos aún».
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M. Lax ha buceado «en las sensaciones que tuve durante mis recién cumplidos catorce años, pero solo me he encontrado con el miedo y la perplejidad de apenas un adolescente». «Es lo único que puedo recordar», precisa, «y lo identifico con el terror que me han producido siempre las historias que, sobre la guerra civil española, contaba mi abuela en aquellas largas noches de verano en su casa de la huerta murciana».
Tiene «recuerdos vagos» y «quizá la memoria me engañe y lo disfrace todo, pero cuando me enteré de que uno de los fusilados, José Luis Sánchez Bravo, tenía tan solo 21 años y había sido enterrado en Murcia, todavía sentí más cerca el acontecimiento y el miedo». Ya había cumplido por entonces 16 años, «y en la moto del hermano de un amigo nos fuimos al cementerio de Nuestro Padre Jesús. Quedé impactado de la historia que se ocultaba en el interior de aquella tumba».
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También recuerda el dramaturgo que «cuando vi por primera vez 'Los fusilamientos' de Goya, no tuve más remedio que pensar en estos últimos fusilados franquistas». «Desde entonces», indica, «he visitado en numerosas ocasiones el Museo del Prado y no he dejado de pasar por la sala donde se exhibe este magnífico cuadro». Y siempre termina viendo «el rostro de aquellos fusilados de 1975».
Escribir el monólogo 'Todo por la patria' ha sido toda una experiencia: extraña, amarga... «Este monólogo», describe, «pone en primer plano a un personaje que fue uno de los guardias civiles que participaron en uno de los pelotones de fusilamiento. Un personaje extraído de la realidad porque es un personaje al que conocí, aunque no como miembro de uno de aquellos pelotones de fusilamiento, sino como voluntario de otros pelotones y de otros fusilamentos». Estas son sus primeras palabras a los lectores, y ojalá que un día a los espectadores: «Yo empecé el servicio militar a los 21 años, como todos los de mi época. Una buena edad para demostrar que se tienen cojones y puedes aguantar la disciplina del ejército y hacerte un hombre de verdad. No como ahora, que hasta los maricones se pasean por las calles sin que la policía les diga nada». Sí, reconoce M. Lax, «da miedo».
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–Y hoy, ¿cómo está el país?
–Yo soy muy español, me gusta muchísimo nuestro país y creo mucho en los ciudadanos españoles. España es un país que tiene mucho futuro y mucho que decir y que aportar, pero también creo que los españoles andamos políticamente bastante perdidos... La ausencia de inteligencia, tanto en los discursos de la derecha como de la izquierda, es como para preocuparse mucho. Muchas veces provocan vergüenza ajena. Tenemos un problema grave.
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