El periodista Carlos del Amor (Murcia, 1974) estará el próximo viernes 23 de diciembre, a las 20 horas, en el Aula de Cultura de LA VERDAD, en colaboración con la Fundación Cajamurcia, para presentar su último y esperado libro, 'Retratarte. Cuando cada mirada es una ... historia' (Espasa). Un encuentro navideño en Murcia, en casa, entre amigos, paisanos y tantos seguidores de sus piezas –cierres de gran lujo– del Telediario de Televisión Española, y sus originalísimas y profundas entrevistas en el programa 'La matemática del espejo' en La 2. «Va a ser mi primera presentación en Navidad», descubre Del Amor, que lamenta que su anterior 'best seller', 'Emocionarte. La doble vida de los cuadros' (Premio Espasa 2020) no pudiera ser presentado en Murcia, espina que se sacará el próximo viernes. «Llevo ya un par de libros sin poder presentarlos allí por cuestiones de agenda, y este ya me apetece volver, sobre todo por ver las caras a tanta gente que aprecio».
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Cuándo Viernes 23 de diciembre, a las 20 horas.
Dónde Aula de Cultura de LA VERDAD. Salón de Actos de la Fundación Cajamurcia. Gran Vía Salzillo, 23. Murcia. Entrada libre hasta completar aforo.
A sus 48 años, confiesa a LA VERDAD que el tiempo ha pasado «volando», y que sigue viéndose «como aquel chico que iba al Teatro Romea a cubrir las ruedas de prensa y las presentaciones de Píriz-Carbonell cuando era director y de Barnés cuando era concejal de Cultura; el mismo chico que cubría el ascenso del Murcia a Primera; ojalá que pronto vuelvan los ascensos, ahora está quinto y va bien, ¡ojalá salga pronto de la red! Soy ese mismo chico que entrevistó a Ismael Serrano por primera vez en Murcia, o a Estopa en lo que era el bar Góspel, y me cantaron 'La raja de tu falda'». Aquel muchacho que estudió Documentación en la Universidad de Murcia y Periodismo en la Universidad Carlos III de Madrid, más de dos décadas después [lleva viviendo en Madrid desde el año 2000], es Hijo Predilecto de Murcia y uno de los periodistas más reconocidos de la televisión. Sin duda, uno de los escritores murcianos de tirón, desde su debut en el relato con 'La vida a veces' (uno de los cuentos, 'El trastero', fue llevado al cine), dos novelas ('El año sin verano' y 'Confabulación'), y los exitosos 'Emocionarte' y 'Retratarte'.
–En el Aula de Cultura de Cajamurcia entrevistó en Murcia una vez a José Hierro, Premio Príncipe de Asturias de las Letras en 1981 y Premio Cervantes 1998.
–Sí, recuerdo que fui a entrevistarle [entonces trabajaba en el Centro Territorial de Televisión Española en Murcia], me recitó un poema, y ver esa cara, esa cabeza de Pepe Hierro, con esos ojos y ese bigote, fue algo maravilloso. Yo sigo pensando que soy aquel mismo chico todavía, aunque sepa que no, porque soy muchísimo mayor. Pero lo bueno es que en el fondo sigo haciendo lo mismo que hacía allí. Lo que pasa es que en lugar de cubrir La Mar de Músicas, que es uno de los festivales a los que yo más cariño tengo del mundo, me toca ir a Cannes. Pero es la misma filosofía de trabajo: darle una vuelta a la pieza que voy a tener que emitir una hora después.
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–El azar es caprichoso. Si no hubiera empezado en TVE en Murcia puede que no hubiera llegado tan lejos. Aquí empezó todo...
–Yo en Murcia cubría sobre todo culturas y deportes, cuando me caían, pero se hacía de todo: campañas electorales, ruedas de prensa en San Esteban... Yo si no llego a estar allí jamás hubiera estado aquí, eso seguro. Mi mili televisiva, mi mayor aprendizaje fue en Murcia, ¡y qué bien me lo pasaba!
–Desde Madrid, además, acostumbra a lanzar guiños a la Región de Murcia y a sus artistas.
–Hacemos lo que podemos, ¡y más que deberíamos hacer! Ahora tenemos un cortometraje nominado a los Goya, 'Sorda' [de Eva Libertad y Nuria Muñoz, en la categoría de mejor cortometraje de ficción], y si me toca hacer este año la retransmisión de la ceremonia, que espero que sí, tendría que nombrarlas en el paseíllo, y siempre que hay murcianos lo digo. Eso son licencias que me permito. Me gusta decir cuando se da el caso que los actores han estudiado en la Escuela de Arte Dramático de Murcia, y cuando hablo de Carlos Alcaraz igual, ¡el murciano Carlos Alcaraz!, igual que decimos el mallorquín Rafa Nadal.
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–En 'Retratarte' nos muestra el mundo que hay detrás de cada cuadro, y, en concreto, nos presenta 36 retratos desde el siglo XV hasta el siglo XXI, de 33 autores (Caravaggio, Tamara de Lempicka, Dorothea Tanning, Lucian Freud, Modigliani...), utilizando diálogos, monólogos interiores y otros recursos. Siempre entre la realidad y la fantasía, como ya hizo en otros libros.
–La gente está acogiéndolo muy bien, la primera edición ha sido altísima, y hay otra segunda para Navidad, y a todo lo que puedo ir disfruto mucho con el cariño de la gente. A la presentación este miércoles pasado en la librería Rafael Alberti de Madrid vino un sobrino nieto de Aurelia Navarro, que es una de las pintoras que incluyo, y me dio una carta y me puse muy contento.
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–'Emocionarte', el volumen anterior, tuvo una formidable repercusión, con sucesivas reediciones. ¿Era consciente de que había un filón contando las historias que pudo haber en ese espacio íntimo entre pintores y modelos?
–A mí me sorprendió el éxito de 'Emocionarte'. Yo voy mucho por trabajo y por placer a los museos, y veo gente siempre, porque el arte interesa. De repente, lo que llamó la atención es que se lo contaran de otra manera. Pero para apreciar el arte no hace falta ser un erudito o un técnico. Muchas veces nos ponemos trabas a nosotros mismos, o sucede que la gente le coge miedo por si entenderá más o menos esto o aquello, pero la cosa es que te guste, que te emocione y que te llegue, o que no, y la cosa es que tú te hagas tu propio tour. Yo en cada pieza que hago me pongo del lado del espectador, porque me pregunto cómo me gustaría que me lo contaran. Y en el libro he hecho lo mismo.
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–¿Sigue alguna rutina al entrar a los museos? ¿Qué busca?
–Yo cuando voy a un museo lo que veo es una foto congelada, un fotograma de una película que ha llegado doscientos, trescientos o quinientos años después. Intento visionar el fotograma anterior y el fotograma posterior para intentar construir la historia.
–Muchos de estos pintores dejaron constancia de esas historias por escrito en anotaciones, diarios, correspondencia...
–Sí, hay diarios, muchas cartas. Solo hay que perderse en el universo Van Gogh. Uno de los capítulos nace de una carta a uno de sus hermanos en la que le pide una imagen de su madre para poder pintarla y colgarla en su habitación para tenerla siempre presente y pintarla tal y como él la conservaba en la memoria. [«Adivino esa sonrisa dulce que siempre he llevado conmigo, y que no ha sido capaz de borrar ni mi continuo exilio, tanto físico como mental, ni los sinsabores que mis otras hermanas te han provocado», escribe Van Gogh]. Hay muchos documentos de los que pueden obtenerse claves. No voy a escribir lo que ya está escrito, pero sí obtener claves, sobre todo por qué llega el modelo o la modelo a ese pintor o esa pintora. Depende de las condiciones mentales o anímicas, el retrato es uno u otro. Los buenos retratos captan tu estado de ánimo. No es lo mismo que te retraten hoy a que lo hagan dentro de un mes. Dependiendo de lo que haya pasado en tu vida ese mes, tu cara puede ser una u otra. La mochila vital de cada uno está en el retrato y en el resultado. Cada episodio de nuestras vidas va dando forma a lo que somos y a lo que seremos, como digo en el libro.
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–En 'Retratarte' hay un elevado número de mujeres artistas que no han tenido tanto protagonismo en el relato de la historia del arte. Pero no fue algo buscado.
–No, no fue algo premeditado. Para mí lo esencial es el mérito artístico, y yo creo que es una consecuencia de ello que están saliendo a la luz en los últimos tiempos los nombres de más mujeres artistas. Y eso está siendo posible gracias a la labor de investigación en las instituciones, de historiadores. Es lógico que cada vez más mujeres copen este tipo de libros porque estuvieron silenciadas y hay que arrojar luz sobre estas tinieblas. Lo que más pena me da es que hay mujeres que nunca llegaremos a conocer porque no llegaron a pintar o porque fueron silenciadas, y aquellas que no podremos recuperar me dan muchísima pena. Pero dentro de 20 años seguramente haya más mujeres, se habrán dado a conocer. Es una gozada abrir 'Emocionarte' y toparte con Ángeles Santos, y aquí en 'Retratarte' encontrar desde Aurelia Navarro y su 'Desnudo femenino' (1908) a la propia Miriam Escofet o Alice Neel. Es una consecuencia lógica de una normalización, de algo por lo que hay que seguir peleando.
–¿Por qué incluye dos obras de Gustav Klimt y otras dos de Miriam Escofet, los únicos artistas en el libro por partida doble?
–Pues por capricho. Porque yo trabajo cada vez que me salta la chispa, y no fui consciente de que había escrito dos hasta tiempo después. Era también un ajuste de cuentas con Klimt porque no incluí ninguno de él en 'Emocionarte', y aquí ahora hay dos. Y de Miriam Escofet todo el mundo habla de un retrato que está de actualidad, que es el retrato de Isabel II, que yo lo había incluido en el libro antes de su muerte, porque se entrega bastante antes de la publicación, y a mí el que de verdad más me gustaba de ella era el retrato de la madre de Isabel II, me parecía de un virtuosimo brillante el juego con la luz. Miriam, si no me falla la memoria, es la única artista viva del libro y me ayudó a preparar el capítulo que le dedico.
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En 'Retratarte', Del Amor cuenta cosas curiosas. Anna Mary Robertson Moses empezó a pintar a los 70 años, «y además por necesidad vital, por ocupar el tiempo». En el mundo del arte, las casualidades también cuentan. «Me sedujo mucho el 'naifismo', la inocencia a la hora de ver el mundo de una mujer ya mayor, y su historia de éxito bien consolidado». Citaba antes a Aurelia Navarro, la pintora granadina que dejó atrás su prometedora carrera, «porque su padre le dice que ya había llamado mucho la atención en Madrid y le pide que vuelva a Granada [acabó en un convento por pintar un desnudo], y eso fue el fin de su otra carrera, la que hubiese llegado si hubiese permanecido en Madrid». Incluye el 'Autorretrato con traje de terciopelo' (1926) de Frida Kahlo (con críticas a la «fridomanía») o 'Upside Down Ada' (1965), de Alex Katz, que retrató a su musa, Ada del Moro, en mil obras. O los célebres retratos de 'Federico de Montefeltro y Battista Sforza' (1472) de Piero della Francesca, en un «tempranero Renacimiento», o el de Ambroise Vollard (1899) de Cézanne; el joven que sujeta el medallón de Botticelli, o el altivo Wolgemut, maestro de Alberto Durero.
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