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Con 'Jefa' en Menorca. Mariona Fernández, con su yegua 'Jefa': «De pequeña yo quería que los animales me acogieran». Talleres Islados
'Buranuna', una dulce bestia en la niebla

'Buranuna', una dulce bestia en la niebla

La escritora Mariona Fernández presenta estos días en Alicante, Murcia y la cárcel de Campos del Río el libro que ha conmovido a Gustavo Martín Garzo, una historia «escrita con miel» sobre la memoria amorosa del mundo

Jueves, 6 de marzo 2025, 01:05

Mariona Fernández (Torelló, Barcelona, 1964) encontró en la isla de Menorca lugares casi secretos y seguros. ¿De qué no huía?, cabría preguntarse. ¿De todo, de todos? Encontró una isla para vivir, desde luego, pero también para abrirse, con otro sentido, al mundo. La historia que envuelve 'Buranuna' la escuchó una vez de viva voz del helenista Bernardo Souvirón. Fue en 2015, en uno de los Talleres Islados [cursos y seminarios con estancia en Menorca y Vidrà (Girona) impartidos por reconocidos autores del ámbito de las humanidades]. Souvirón lee un fragmento del poema 'Gilgamesh o la angustia por la muerte' [considerada la obra cumbre de la literatura de la antigua Babilonia], la escena de la civilización del hombre salvaje, aquella en la que «llegaron las bestias a alegrar en el agua el corazón», y en la que Endiku, «el parido por la montaña», es visto por Shámhat y ella le ofrece su sexo y goza de la virilidad del «ser salvaje», y cuando él quiere volver con la manada, esta le rechaza y la hieródula [esclava dedicada al servicio de una divinidad] le dice: «¡Eres hermoso, Endiku, pareces un dios! ¿Por qué con las bestias has de correr por el campo?». Estos versos, traducidos por Jorge Silva Castillo en 2010, conmueven profundamente a Mariona Fernández. «Porque de pequeña yo quería que los animales me acogieran. Esa frontera, eso que ellos veían en mí, por qué yo les daba miedo, me preguntaba... Por eso, cuando escucho ese poema en boca de Souvirón, hay tres cosas que me hacen hervir la cabeza. Cuando en esta escena, Enkidu se va a beber y los animales se asustan; cuando vuelve hacia Shámhat y se da cuenta de que sabe que antes no sabía, y sabe que lo sabe, con lo cual el nacimiento de la consciencia en un texto escrito tanto tiempo atrás; y, después, lo que también me fascinó es cuando Endiku llega a Shámhat y se dice que ya entiende todas las palabras, y Shámhat le señala por qué va a beber con los animales si eres tan bello como un Dios... Esta comparación de los humanos con dioses me pareció maravillosa».

De todo esto versa 'Buranuna. Canción de arcilla' (Karwán, 2025), el libro que trae a la península a Mariona Fernández este jueves (Librería 80 Mundos, Alicante, 19 horas, este viernes (Museo Ramón Gaya, Murcia, 19 horas) y este sábado (Centro Penitenciario Murcia II, Campos del Río, invitada por Ángeles Carnacea y Solidarios para el Desarrollo). Tres oportunidades en las que disfrutar de la palabra, de la magia del encuentro y de un mensaje cultivado años y años, amasado con lecturas sugeridas por los invitados de Talleres Islados mientras contemplaba lo ignoto en escondrijos menorquines.

La historia de Endiku y Shámhat, y la del fruto de este amor, Buranuna, aparece narrada en este «largo poema narrativo» que se centra en la primera parte del mito, según recuerda en el prólogo Gustavo Martín Garzo, cuando Endiku se despoja de su naturaleza silvestre y accede a la civilización. «'Buranuna' nos dice que esos frutos –anota Martín Garzo en referencia a los frutos del amor– son las palabras. El cuerpo amado se confunde con el mundo, pero también con un libro. Un libro escrito con miel. En 'Buranuna' se habla de esa memoria amorosa del mundo, pero también del peligro que hay en las palabras cuando, escindidas de la tierra, se convierten en herramientas de poder».

«Era fácil imaginarme a Buranuna perdida en esa nube que se queda todo lo que era antes de aprender a hablar»

Para el vallisoletano, habitual de Talleres Islados, «esa lengua de las cosas mudas, ese pensar con el corazón, es el legado de Endiku, el salvaje. Sus palabras nos devuelven a esa nube blanca donde todo se borra, y que guarda la memoria de las bestias más dulces».

Cuenta Mariona Fernández que le costó varios años encontrar la voz de esta nueva criatura, 'Buranuna'. Textos «muy intuitivos» surgidos durante la pandemia en Menorca. «Escribimos, como han dicho Marguerite Duras y otra gente, para saber qué pensamos, qué sentimos, o a dónde nos lleva la escritura». Siempre encontramos cosas inesperadas. «A veces me he preguntado por qué de las enseñanzas infantiles me fascinó la historia de Mesopotamia, toda esa frontera entre el Tigris y el Éufrates en que el hombre va a vivir mucho tiempo entre lo natural y lo cultural o civilizado. 'Buranuna' es un libro en el que hablo mucho de un espacio fronterizo donde las cosas se unen, no se separan».

'BURANUNA'

'BURANUNA'
  • Género. Prosa poética.

  • Editorial. Karwán.

  • Autora. Mariona Fernández. Con prólogo de Gustavo Martín Garzo.

En 'Buranuna' hay ríos, hay sangre, hay llamas, hay moscas y hormigas, charcos y caminos, latidos recónditos, y, sobre todo, semillas que invadirán todo lo que somos de nuevas palabras. «Al principio fue el gesto. El verbo tardaría millones de años. Yo nací después», escribe Mariona Fernández, una mujer que encarna en sí misma un equipo multidisciplinar, pues estudió Biblioteconomía y Teatro, coordinó durante una década la bienal Primavera Fotogràfica y dirigió las dos primeras ediciones del festival internacional de fotografía SCAN Tarragona, antes de trasladarse a Menorca. Hoy, con 60 años, celebra la vida y sus dones, entre ellos, sin duda, la amistad.

Antes de 'Buranuna' publicó 'Hermosa, el capità i les nines russes' (Saldonar, 2010). También imparte cursos intensivos «para crear hábito de escritura».

Escribiendo 'Buranuna', Mariona Fernández se ha dado cuenta de que en la naturaleza es donde está «más tranquila» y ha aprendido «que hay cosas que ya están decididas y que no se tiene que cambiar todo: hay cosas que las han decidido los milenios». En la naturaleza, insiste, «ya no eres un contemplador ni un espectador, sino que estás en ella, y aquí es donde estoy mejor». La forma de este libro, en la que las palabras van casi soltándose del hilo del relato para formar ellas por sí mismas poderosas imágenes («madre era inocente. Como los poetas»; «ahora lavemos nuestros pies y nuestras manos. Lavemos nuestros ojos para ver. Hoy se va la niebla»; «el cuerpo siempre es inocente»; «aprendí a mirar las cosas con los ojos de los que ya murieron», «del charco surgían las preguntas. Responderlas ahogaba los asombros»), se lo debe a Jesús Aguado, y también han sido importantes e influyentes Juan Vicente Piqueras, Luis Landero y Victoria Cirlot, todos 'islados'.

–Gilgamesh tuvo miedo. Buranuna también, como todos, descubrirá que «no hay bestia sin miedo. Eres ese miedo».

–Todo eso lo compartimos con los animales. Buranuna es la que nos une, todos la llevamos dentro, y no podemos evitarla. El primer anillo del árbol, digo en el libro. Ella siempre está ahí. Y cuando tenemos miedo, tenemos vergüenza, tenemos celos... todo eso irracional que tenemos antes de las palabras, eso es Buranuna, lo que las manos saben hacer... cada vez que se dice «soy», «eres»... son esas cosas de antes de la palabra. Hay una frase que me gusta, Buranuna es tan natural como dar una manzana cuando aún no tiene nombre. Ahí está todo el mundo de Buranuna, que es el gesto.

–¿Por qué importa tanto la niebla?

–En la Edad Media se habla de la nube del no saber, y de que lo que había en la nube no se podía saber ni se debía querer saber. Yo soy de un pueblo de mucha niebla en invierno, me paseaba sola por las montañas cuando no veía nada, y era fácil imaginarme a Buranuna perdida en esa nube que se queda todo lo que era antes de aprender a hablar. Cosas que son imágenes, poéticas si quieres, que el lector debe completar con las suyas.

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