R. C.
Martes, 17 de enero 2023, 01:08
«¡Basta ya. Trátame con respeto!» es un grito de paz, no de guerra, que debería servir para frenar a los abusadores. Los hay de todas las edades, desde la más 'santa' infancia. Y hacen mucho daño, a veces solo físico, otras solo psicológico y ... lo peor de todo: los hay a quienes les gusta foguearse proporcionándole a sus víctimas ambos dolores. Doble humillación. El exbaloncestista de la ACB Iñaki Zubizarreta relata en el cómic 'Subnormal. Una historia de acoso escolar' el calvario que sufrió en el colegio. Su historia en forma de historieta, que impacta y alerta al mismo tiempo, ha sido posible gracias al trabajo del guionista Fernando Llor, del dibujante Miguel Porto y también a la editorial Panini. Zubizarreta participará este martes, a las 19.30 horas, en el ciclo 'Viñetas contra el bullying' que organiza la Comicteca de la Biblioteca Regional de Murcia (BRMU).
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El cómic es crudo, son muchas las heridas que dejaron sus compañeros en él, que disfrutaban «machacándome» mientras, para colmo, una de las profesoras que tuvo, en lugar de salir en su defensa y frenar a los abusadores, a él lo llamaba 'bobo'. Una adolescencia asediado. Un día estaba tan desesperado que llegó hasta el borde de un barranco con muy malas ideas en su cabeza. Ya había soportado muchos golpes.
Y eso que en los tiempos en los que fue asediado los móviles no eran moneda corriente. «El 'bullying' continúa destruyendo vidas», dice Zubizarreta. Demasiado niños acorralados, muertos de miedo. «Cuando escucho todavía a algunos padres de niños que hacen 'bullying' decir que son cosas de chavales..., ¿cosas de chavales», se lamenta.
A él lo llamaban una y otra vez 'subnormal'. «Aquello era como una penitencia que no acababa», recuerda. Menos mal que estaba su familia, y un hermano pequeño al que adoraba. Su físico portentoso –2,07 metros, musculatura potente y voz cavernosa– lo terminó conduciendo a la cancha de baloncesto, que lo catapultó a la ACB y a levantar la Copa del Rey con Pamesa Valencia en 1998.
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Ahora, este masajista de profesión que pronto celebrará su primer medio siglo de vida, asegura haber aprendido «a dominar mis fantasmas». Lo que propone: «No hay que guardar silencio, esto sería una forma de complicidad. Hay que contarlo para ir acabando con esta crueldad, y lograrlo es una responsabilidad de todos». «Es una batalla de valientes», añade, y agradece su apoyo a todos cuantos «colaboran en dar la visibilidad necesaria a un problema que va mucho más allá del recinto escolar, y que transciende a los niveles familiar, personal y social».
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