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Se me olvidó preguntarle [ayer miércoles] si sigue disfrutando tanto de un buen gin-tonic. Escuché un día como piropeaba radiante a la azafata de Planeta –ganó la edición de 2015 con su novela 'Hombres desnudos', lo que implicaba recibir 600.000 euros–, que le ... trajo uno antes de atender a los periodistas, ya de madrugada: «¡Eres una reina, una auténtica reina!». Y cómo lo saboreó, con qué deleite, Alicia Giménez Bartlett (Almansa, 1951), una de las grandes damas de la novela negra europea y aclamada creadora de la inspectora Petra Delicado. También éxito de ventas en países como Francia, Alemania e Italia, ha combinado en los últimos tiempos las novelas de Delicado con otro tipo de narrativa, más íntima y alejada del género. Este jueves, a las 19.30 horas, participa en Murcia, en la Biblioteca Regional de Murcia, en el ciclo 'El canon de la BRMU', donde hablará de 'La montaña mágica', de Thomas Mann, y estará acompañada por el crítico literario y colaborador de Opinión de LA VERDAD, José Belmonte. 'La mujer fugitiva' (Destino) es su último libro llegado a las librerías.
–¿Qué es la vida?
–Entre otras cosas, un '¡sálvese quien pueda!', y eso ha sido así con crisis y sin crisis, y cuanto más agresivo es el capitalismo, o digamos nuestra manera de vivir actual, pues ese '¡sálvese quien pueda!' es más dramático y generalizado.
–¿Qué nos recomienda que no seamos?
–Demasiado solemnes, por favor. La solemnidad es muy aburrida, además de encerrar mucha falsedad.
–¿Mira hacia atrás?
–No, cero, no me permito caer en la nostalgia. A lo que pienso que hay que dedicarse es a aprovechar las cosas positivas que tiene cada edad. ¿De qué sirve pensar, sobre todo si es para lamentarte, en cuando eras más joven? Yo soy realista, y apechugo con el presente, que es lo que tengo.
–¿Ha sido libre?
–Al menos siempre he luchado por serlo. Mi generación no lo tuvo nada fácil para ser libres. Cuando murió Franco, en 1975, yo acababa de salir de la universidad. Eran momentos difíciles, pero pertenezco a una generación de mujeres muy punteras en abrir nuevos caminos: luchamos contra las tradiciones familiares, contra la educación católica que teníamos...; y, bueno, eso hacía que, por una parte, fuese más doloroso el camino porque siempre tenías que estar batallando [sonríe].
–¿Mereció la pena?
–Hice lo que las mujeres teníamos que hacer, y como escritora puedo asegurarle que he escrito siempre lo que he querido, he tenido esa suerte. He podido vivir de mis libros, cuando todo el mundo me decía que en España era imposible vivir de la literatura, y llevar muchos años disfrutando como escritora y como lectora. La literatura me ha hecho feliz, yo no sería de esas mujeres que, de ganar el Premio Nobel [risas], dirían que los mejores momentos de su vida llegaron cuando fueron madres, que por cierto es algo que vienen siendo todas las generaciones de mujeres desde Eva hasta nuestros días. Supongo que hoy, como los índices de natalidad son bajos, hay una especie de exaltación de la maternidad. Yo tengo dos hijos estupendos y estoy contenta de haberlos tenido, pero de ahí a hacer de la maternidad una heroicidad, pues no me parece.
–¿Cuándo empezó a rebelarse?
–Pues muy pronto; me llevaba fatal con mi madre y en el colegio de monjas al que iba me rebotaba muchas veces. Me di cuenta bien pronto de que si no querías dejarte llevar por la ola, tenías que pelearlo todo desde el principio. Yo tengo un sentimiento trágico de la vida.
–Y sentido del humor...
–El humor es mi manera de vivir. Ahora mis circunstancias no son nada buenas, porque mi marido falleció el verano pasado...; sin previo aviso, cinco meses y se acabó. Ha sido un palo importantísimo...; sólo consigo salir de mis cavilaciones negativas utilizando el humor y trabajando. El humor y el trabajo me aislan mucho de todo lo negativo, me protegen.
–El amor.
–La vida es larga, yo he tenido dos matrimonios. Creo en el amor, pero no en un amor a lo loco; al amor hay que aplicarle una base de racionalidad y otra de pasión.
–La pasión.
–Las mujeres estamos muy advertidas, por la literatura, la religión y las costumbres, en contra de la pasión. Fíjese en Madame Bovary, en Ana Karénina, en Ana Ozores ['La Regenta']...; la mujer apasionada acaba fatal. Lo que yo creo es que experimentar la pasión es una de las cosas buenas que tiene la vida. Tengo 72 años, y puedo decirle que con 50 años me consideraba una mujer joven y apasionada, ¿qué tontería es eso de que a partir de los 50 años se nos acaba la pasión?
–Nuestro país.
–Parece que atravesamos un momento bronco, todos cabreados y peleados. Y digo 'parece' porque creo que esa no es toda la realidad, y que la gente de a pie, en general, hace su vida y no está ni muchísimo menos al nivel de la bronca política. Tantísima bronca política no está justificada, la realidad no es tan negativa.
–¿Cómo vive usted?
–Vivo sola en el campo, bastante aislada, con dos perros y siete gatos. Leo, escribo y hago mucho trabajo físico en el jardín, incluyendo utilizar la azada. Todo lo que le acabo de nombrar ayuda a pacificarte muchísimo.
–¿En qué tiene fe?
–Siempre habrá lectores.
–¿Por qué ha elegido 'La montaña mágica' para hablar de ella este jueves en Murcia?
–Es uno de los libros más fascinantes que he leído, y de los pocos que he releído, porque no soy partidaria de releer. Este libro me ha acompañado siempre.
–¿Qué enseñanzas contiene?
–Por ejemplo, que estamos solos en esta vida, y también que las cosas que están pasando a nuestro alrededor a veces no las advertimos, ni con claridad, ni con lucidez. Recuerde que a Hans Castorp se le viene encima una guerra y no es capaz de darse cuenta de ello. Desgraciadamente, y por eso debemos estar atentos, no siempre ves en toda su dimensión la realidad que te circunda, por mucho que te esfuerces en observarla y en estar informado.
–¿Qué está escribiendo ahora?
–Estoy con una nueva novela de Petra. Los lectores de 'La mujer fugitiva' se habrán dado cuenta de que el final propicia que haya inmediatamente una explicación de esa nueva Petra con la que nos encontraremos.
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