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Manolo Belzunce: «Me he librado de la muerte muchas veces»

Manolo Belzunce: «Me he librado de la muerte muchas veces»

El pintor lorquino, confinado en su casa de Santiago del Campo, dedica todo su tiempo a «preparar tres o cuatro exposiciones»

Jueves, 2 de abril 2020, 01:52

Le encanta contar historias; y más, hacerlo acompañado por un vaso de vino. Historias que en ocasiones son fuente de motivación para sus cuadros, porque Manolo Belzunce (Lorca, 1944) es pintor. Veterano. Respetado. Incansable. Cuenta que un día entró «en un bosque de largos pinos» y se encontró con «unos ojos brillantes que me miraban». Y dice recordar muy bien al dueño de esos ojos, porque su cuerpo «era alargado y sus piernas finas terminaban en pezuñas», y también que «el paisaje se desvanecía como en una secuencia en marcha atrás». Pero, ¡oh!, de pronto, sucedió: «Me despertó un lejano silbido». ¡Vaya, hay que fastidiarse! ¿Y entonces qué ocurrió? «Entonces», responde, «el sueño se fue a tomar por culo, pero me sirvió de inspiración. Lo aprovecho todo en la vida».

–¿Y cómo aprovecha ahora el tiempo?

–Pintando, yo pinto aunque se esté cayendo el mundo. He nacido para eso, es lo que mejor sé hacer. Pinto todos los días, a veces hasta me olvido de si es de noche o de día.

«Lo que nos preocupaba eran los terroristas islamistas y las inundaciones, y ahora vemos que los remedios para combatir el virus son, casi todos, recetas caseras»

–¿Dónde está?

–En mi casa de Santiago del Campo, un pueblecito de Cáceres. Estoy con mi señorita, los dos solos. Mi hijo Pablo se ha quedado en la casa del abuelo, a dos manzanas de la nuestra, y está allí hecho un marqués el tío; también está pintando.

–¿Qué piensa?

–Que esto se va a llevar a muchos millones de personas por delante, y que vamos a tener para rato. Una putada muy grande que no se nos había pasado por la cabeza, porque lo que nos preocupaba eran los terroristas islamistas y las inundaciones. Y ahora vemos que los remedios para este combate contra el virus son, casi todos, recetas caseras. Así es que así estamos todos, 'enleonados', encerrados como leones a ver si podemos salvarnos.

–¿Asustado?

–No, en absoluto. Nunca he tenido miedo. Ya sabe que en mi juventud, y lo volvería a hacer ahora, me lancé al mar, sin saber nadar, porque vi a alguien que se estaba ahogando. No lo dudé. He sido un hombre valiente. Lo único que espero es que la muerte no me llegue en un momento de plenitud creadora, eso me jodería. Además, yo me he librado ya de ella muchas veces, y no por ninguna enfermedad, porque siempre he tenido buena salud y la sigo teniendo. Yo qué sé por qué, pero aquí sigo. Una vez, cuando me fui con la Manuela, tras separarme de la otra mujer, a vivir a Almuñécar, estuve a punto. Allí alquilamos una casica, que estaba en alto, y lo pasábamos estupendamente; veíamos el mar de lejos, había ovejas y cabras... El viejo que la mantenía tenía las piernas torcidas, pero conducía su coche. Yo nunca he tenido carnet. Uno de los días que bajé con él al pueblo, a comprar, el coche se nos volcó subiendo una cuesta: dimos tres o cuatro volteretas de campeonato y caímos boca arriba, los dos sentados en nuestros asientos perfectamente, sin un rasguño. En otra ocasión, el único día de todo un verano en el que no dormí la siesta, se cayó todo el techo sobre la cama en la que me echaba a dormirla. Y así... Lo que sí estoy es muy preocupado.

–¿En quiénes piensa?

–Sobre todo en los viejos, que se están muriendo como moscas. Y muriendo sin poder despedirse de sus nietos, sin un familiar al lado, qué pena más grande. Esto no nos lo podíamos imaginar en pleno siglo XXI. Pero ha pasado, y el director de orquesta, [Pedro] Sánchez, el que manda, empezó a ver el panorama muy tarde ya; no sé qué le pasó, y el virus se ha venido arriba. ¡Millones para contentar a la gente, pero sin estar todo a punto para enfrentar esta nueva peste!

Ayudar

Mientras hablo con Manolo Belzunce, pasa junto a su casa un coche de la Guardia Civil recordando a la población que permanezca en sus casas. «Tenemos en este pueblo unos guardias civiles magníficos, estupendos», dice el artista, que tiene dos cosas muy claras: «Yo ayudo a la gente, y la gente me ayuda a mí, y mi vida es la pintura. Estos días ando loco, loco, loco porque tengo en marcha tres o cuatros exposiciones seguidas, y estoy disfrutando mucho con las series que estoy haciendo porque veo que están saliendo de maravilla»

–¿Qué no falta en su casa?

–Libros. Me gustan mucho los autores franceses, a los que leo en francés, y también los maestros suramericanos: Cortázar y compañía.

–¿Cortázar por encima de García Márquez?

–Sí, y yo lo he pasado pipa leyendo joyas como 'Cien años de soledad'. Cortázar es más seco, es verdad, pero conecto muy bien con él. ¡Y qué maravilla Honoré de Balzac!

–¿No tienen animales?

–En mi casa, el único animal que hay soy yo.

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