
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Nueva York es una de las pocas ciudades del mundo donde te puedes encontrar con gente de cualquier rincón del planeta. Así lo reconoce el artista Juanli Carrión, licenciado en Bellas Artes que aporta una notoria y brillante cuota yeclana en la Gran Manzana desde hace casi 20 años, cuando se mudó allí desde Valencia para trabajar en una revista como editor. Después obtuvo una beca de la Consejería de Cultura que le permitió trabajar con varias galerías de arte y tener su propio estudio. Carrión (Yecla, 1982), que rehuye de esa etiqueta de «ciudadano americano de pleno derecho» que otros muchos anhelan, siempre tiene en la cabeza su tierra natal, los olivos y los almendros y los viñedos de la finca de su abuelo en el paraje del Ardal que pueblan los recuerdos de su infancia y que han motivado buena parte de sus proyectos, centrados en el desarrollo y la transformación sostenible de comunidades en diferentes partes del mundo, empezando por esa «ciudad del cuarto mundo» que es Manhattan.
Profesor de Diseño Creativo en Parsons School of Desing The New School, Carrión también ha impartido clases en instituciones como la Universidad de Columbia, la Carnegie Mellon (Pensilvania) y la Fundación Getty, y en 2023 fue galardonado con el Van Alen Institute's Common Build Award por su enfoque innovador en la participación comunitaria a través del arte. Porque el arte, defiende, sí puede mejorar la vida de las personas desde una perspectiva social. También habla aquí de la sociedad americana, de Donald Trump y de una peligrosa política «autoritaria y fascista» que ya ha empezado a afectar a su propio trabajo.
-¿Cómo llega un yeclano a intervenir en los espacios públicos de una ciudad como Nueva York, y además con el objetivo de mejorar la vida de la gente?
-Yo al principio era un artista visual interdisciplinario. Trabajaba mucho las intervenciones en el paisaje, en el espacio público. Siempre en un contexto de justicia social, con temas sociopolíticos. Desde el principio. Desde 2007 a 2014 estuve haciendo fotografía, escultura, ilustración, pintura, ópera... De todo. Pero eso empezó a evolucionar porque empecé a trabajar con grupos de personas en servicios sociales al mismo tiempo que trabajaba con museos y galerías. Pero a mí no me cuadraba la cosa. Se invertía mucho dinero en actuaciones cuyo resultado no me parecía muy adecuado, muy equitativo. Empecé a separarme un poco del mercado del arte, del mundo de los museos. Iba por todo el mundo con la galería. A Bogotá, a Río de Janeiro, a Lima, a Miami, a Madrid... Todos los años. Y no me parecía honesto. No le veía sentido. Me sentía vacío. Veía que lo que esas pequeñas comunidades se llevaban de esos procesos de concienciación era minúsculo. El resto se lo llevaban los demás: las galerías, los museos... Esto me generaba mucho conflicto. Ahí fue cuando empecé con el proyecto de Outer Seed Shadow (OSS).
Este proyecto, que nació hace más de diez años, utiliza el arte y el diseño para empoderar y fortalecer a las comunidades más débiles, promoviendo y construyendo resiliencia económica y ambiental a través de jardines urbanos que están creados por artistas y miembros de esas comunidades. Según la web de OSS, estos jardines se utilizan después como plataformas para programación educativa y promoción de la identidad y la diversidad cultural.
-El arte no suele moverse precisamente por los intereses de pequeños grupos sociales minoritarios. ¿Esto es un paso más allá?
-El arte dentro de la galería y el museo tiene una función documental, de concienciación. Está muy bien, es necesario. Es una fuente de cultura y es fuente de inspiración. Pero puede tener otros usos. Y este proyecto fue el que me abrió los ojos a la hora de utilizar el arte y la creatividad a la hora de trabajar con las comunidades y obtener beneficios de una forma mucho más equitativa. Y ahí cambió todo. Dejé de hacer fotografía, dejé de hacer pintura... Cada vez que me invitaban a una exposición decía que yo no quería hacer nada de lo que estaba haciendo antes. Y, a partir de entonces, todo lo que hacía en relación con lo físico, con el proceso, tenía que pasar por la gente con la que trabajaba.
-¿Es un arte más agradecido? ¿Qué le transmiten esas personas con la que empezó a trabajar?
-Sí. Este tipo de creatividad está entre el arte y el diseño. El diseño viene a resolver un problema a través de unos parámetros establecidos. Yo vengo a traer el arte al mundo del diseño, de alguna manera. Lo más bonito para mí, que para mí ha sido una prueba de éxito, es que algunas personas hayan venido a decirme que estas acciones han salvado sus vidas. Personas con las que hemos trabajado que han montando su empresa de construcción, partiendo de la nada. Han adquirido un conocimiento, una formación, un futuro gracias al proyecto. Incluso mantener y mejorar la salud mental. Es transformar de verdad la vida de las personas. No es solo llegar a una galería, conmoverte, inspirarte, llegar a tu casa y olvidarte con el tiempo. Esto de verdad cambia la vida de la gente a nivel cultural, social y económico. Hace poco hice otro proyecto relacionado con la recalificación de los terrenos de un barrio de Nueva York [proyecto 'With your voice'], en el que informábamos y dábamos voz a la comunidad para que el ayuntamiento actuara en función de los opiniones y las necesidades de los vecinos.
-¿Por qué eligió Estados Unidos?
-No es Estados Unidos. Yo elegí Nueva York. Y es muy importante hacer esa diferencia. Porque Nueva York no es Kentucky ni Alabama. No es un pueblo perdido en Wyoming o Utah. Esos pueblos con las casitas perfectas, todo muy homogéneo y muy bien. Nueva York no es eso. Nueva York es una ciudad del cuarto mundo. Ya no del tercero. Del cuarto. Aquí hay una disparidad de renta que no hay en otro lugar. Aquí vive la gente más rica y la más pobre, y lo ves en tu día a día, no puedes escapar. Es una ciudad completamente disfuncional, que no es capaz ni de gestionar su basura, ni de mantener sus calles asfaltadas, ni de controlar una epidemia de ratas... Obviamente por la corrupción y por muchas cosas más. Y el único lugar del mundo donde hay personas de todas partes del mundo.
-Hasta de Yecla.
-Hasta de Yecla [risas]. Esa diversidad que tiene Nueva York es la razón por la que yo me quedé aquí. En Yecla precisamente se dice: 'Aquí se hacen las cosas como Dios manda'. Es decir, de una sola manera. Aquí, como hay tantos dioses y tantas religiones, hay muchas maneras de hacer las cosas. Y tienes que afrontar eso todos los días. Tú crees que hay una manera de hacer las cosas, y vas a tener a doce millones de personas diciéndote que hay doce millones de maneras diferentes de hacer la misma cosa. Lidiar con eso me mantuvo aquí. Esta ciudad ha mantenido mis ganas de resolver problemas, de ayudar a la gente. En Yecla se vive muy bien. Yo volvía a España y éramos todos primos [risas]. Me preguntaba dónde estaba la diversidad, aunque ahora están cambiando las cosas. Cuando estás en un lugar con tanta diversidad, con tantas diferencias, te cambia la forma en la que percibes todo. Ahora que soy un poco más mayor, voy necesitando un poco más de funcionalidad en mi vida [risas]. Y no me importaría volverme a Europa, la verdad. Aunque voy mucho a España y a Yecla. Por lo menos, un par de veces al año.
-¿Qué echa de menos?
-La cerveza española la echo mucho de menos [risas], y la comida también. Pero, sobre todo, la tierra. Aunque es complejo de explicar, cuando vuelvo a Yecla y veo el paisaje y tengo esa sensación de pertenencia. Porque tengo memoria en cada metro cuadrado del lugar. Esos momentos en casa de mi abuelo, con mi familia, entre árboles. Quizá esa sensación de pertenencia es lo que más echo de menos. Si me pongo a pensar por qué trabajo con el paisaje, con las plantas, con la naturaleza y todo esto, es porque yo me crié en el campo. Todo nace de ahí.
-Y ahora Donald Trump.
-¡Ay! No tengo muy claro qué pensar. Cuando fue su primer mandato, sí tenía mucho miedo porque no sabía lo que iba a pasar con una persona completamente errática. Y luego no pasó nada en cuatro años. Si lo pensamos ahora echando la vista atrás, no pasó nada, yo no me enteré de nada. Al menos a mí no me afectó. Era más una especie de entretenimiento. Ahora, en este segundo mandato, cuando ganó pensaba que iba a ser igual. Que se iba a preocupar de hacerse rico y hacer rico a sus amigos y nos iba a dejar a todos en paz. Pero no. Ha hecho sus deberes. Y ha aprendido cómo funciona el gobierno. Se ha asesorado y tiene a todos los republicanos detrás. Y ahora da miedo de verdad. Ahora lo noto. En nuestra universidad, por ejemplo, el 40% de los alumnos son extranjeros y los alumnos tienen miedo. Además es un centro donde se estudia diseño y arte, y hay un montón de alumnos LGTBI, trans, y también tienen miedo. Los inmigrantes también tienen miedo. El vicepresidente [James David Vance] ahora también ha atacado a las universidades. También se ha puesto el foco en el conocimiento, que siempre hace de resistencia. Está aplicando una política completamente autoritaria. Una política fascista de libro. Si no hay conocimiento y no hay educación, todo es mucho más fácil. Si analizamos lo que hizo Hitler, él va detrás haciendo lo mismo paso por paso. Aniquilando a nivel federal todo lo que tiene que ver con otros idiomas, otras religiones, atacando la financiación de los programas sociales... Ha erradicado todo lo que tiene que ver con el colectivo LGTBI. Documentos, investigaciones, portales web... No se pueden utilizar expresiones ni nada que tenga que ver con el colectivo 'queer'. En el primer mandato había gente que tenía fuerza para luchar. Ahora también hay gente que lucha, pero Trump ha barrido en las elecciones. Y el problema es que le han votado personas que van a ser atacadas por él, comunidades de inmigrantes y colectivos de homosexuales, sobre todo hombres, que creen que son como él. Hemos llegado a una especie de síndrome de Estocolmo en el que mucha gente se ve reflejada en Trump, y creen necesario un cambio así para vivir mejor.
-¿Cómo se explica que un inmigrante o un homosexual simpatice con Donald Trump?
-Porque ha jugado muy bien, se vende muy bien. Es un 'entertainer' ['showman']. Habla como tu vecino, como tu colega. Con una conversación de barra de bar. Todo el mundo lo entiende. Y la gente conecta con él. Los demócratas son burócratas y hablan cómo burócratas. Y la gente no se entera. Este país tiene un nivel educativo bajísimo, es terrible, de los peores del mundo. Y eso no se ve fuera de aquí. La gente es analfabeta. Sales de las grandes ciudades y la mayoría del país son granjeros, camioneros, trabajadores... Nos creemos que el 'wild west' terminó, y no. El 'wild west' existe, continúa. Siguen teniendo sus ranchos. Quieren a Dios, a su casa, a su trabajo y a sus vacas. La gente también se ha cansado de todo lo 'woke', y por eso ha ganado Trump.
-Donald Trump también tiene en el punto de mira todo lo relacionado con la ecología y la lucha contra el cambio climático, que es un pilar central de su trabajo. ¿Cómo le afecta?
-Ya me está afectando. OSS es una organización sin animo de lucro que recibe financiación de fuentes diversas, pero la administración nacional ya no va a dar dinero a nada que tenga que ver con el cambio climático, ni minorías, ni diversidad, ni igualdad... Lo ha erradicado todo. Los estados, que reciben dinero de la administración central y que dan dinero a las ciudades, van a recortarlo todo en este sentido.
-Negacionista, ¿de qué podría ser usted?
-Creo que no podría ser negacionista de nada. He abierto mucho la mente gracias a mi trabajo. Incluso con las armas. ¿Lo comparto? No. ¿Quiero más regulación? Sí ¿Entiendo que quieran llevar armas? Por supuesto.
-¿Y por qué quieren llevarlas?
-Porque esto es el 'wild west', como le decía. Porque estás en tu casa en Wisconsin y te aparece un oso, y te tienes que defender. También aparece gente de la que te tienes que defender.
-¿Qué hace falta de forma urgente?
-Una revisión del capitalismo. Ya no digo que el capitalismo haya que erradicarlo, que como digo me he hecho muy flexible. No se puede pensar de forma radical porque esto no lleva a ningún sitio. Del capitalismo no vamos a salir. Pero, ¿cómo usamos el capitalismo? Hay muchos modelos. China participa del capitalismo, pero el sistema político es comunista, por ejemplo.
-Un sueño.
-Volverme a Europa. El problema es que aquí tengo muy buen trabajo. Y aquí, como es el 'wild west', puedes hacer lo que te dé la gana. En España es muy difícil desarrollar este tipo de proyectos por la enorme burocracia.
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