Juan Manuel de Prada, en su intervención en el Aula de Cultura de LA VERDAD. Guillermo Carrión / AGM
Aula de Cultura de LA VERDAD

Juan Manuel de Prada en Murcia: «Tenemos una obligación con ese tesoro que es el idioma que hablamos y que une a tantos pueblos en el mundo»

Literatura ·

El novelista y columnista de 'ABC' y 'XL Semanal' presenta en el Aula de Cultura de LA VERDAD su última novela, una obra monumental de 800 páginas, 'Mil ojos esconde la noche', que tendrá continuidad en 2025, sobre una misión de la Falange en París en 1940 y 1941 para engatusar para la causa franquista a artistas y escritores españoles en la capital ocupada por los nazis

Jueves, 6 de junio 2024, 18:29

El Aula de Cultura de LA VERDAD, en colaboración con la Fundación Cajamurcia y la Fundación Vocento, tuvo este miércoles en Murcia a un invitado de excepción, el escritor Juan Manuel de Prada, columnista de 'ABC' y del 'XL Semanal', el suplemento que se entrega cada domingo con los diarios de Vocento, entre ellos LA VERDAD. La librería Ramón Jiménez, la de Los Soportales, y la editorial Espasa hicieron posible que el autor de 'Las máscaras del héroe' firmara decenas de ejemplares de su último libro, 'Mil ojos esconde la noche', del que Espasa acaba de publicar la primera parte, 'La ciudad sin luz'. Habrá que esperar a 2025 para conocer la segunda parte.

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De Prada se mostró muy honrado y sorprendido de que en el examen de la EBAU en la Región de Murcia, al que estaban llamados este miércoles unos 7.500 estudiantes, figurara en el comentario de texto del examen de Lengua un texto suyo, que publicó en 'ABC' en abril: 'Los demonios de la inteligencia artificial', sobre el ensayo de Castro Rey 'Antropofobia: Inteligencia artificial y crueldad calculada'. Dice De Prada en ese artículo que «este furioso impulso de aplastar la singularidad humana y crear una humanidad en serie es el motor secreto de la inteligencia artificial», «la represión de cualquier forma de inteligencia disidente o arisca, de cualquier grumo de singularidad».

Compareció realmente contento en Murcia, tierra natal del pintor Pedro Flores, uno de los personajes que pululan por aquel París de los años 40 y 41 poblado de «emigrados españoles» o exiliados republicanos sobre los que dirige su atención Fernando Navales, protagonista de 'Mil ojos esconde la noche'. A Fernando Navales lo tienen por «vulgar soplón y vulgar plumilla», periodista a la sazón, un tipo que recibe un encargo del agregado policial en la Embajada de España en París, Perico Urraca, jefe del operativo para conseguir la detención y entrega a España de destacados personajes republicanos en el exilio francés.

Pedro Flores, remarcó De Prado, es «un pintor olvidado», a caballo entre Goya, Gutiérrez Solana y Picasso. El narrador se refiere a él como un «agrio y pequeñín panocho» con «voz de tabaco y enojo» que acostumbra a pintar «torerillos agitanados», y que sabe muy bien que con Europa en guerra, «sin alegría no se compran cuadros».

¿Cómo sobreviven muchos de estos creadores en París meses y años, sin publicar un libro y sin vender un cuadro? Solo unos pocos, como Picasso, al que el Movimiento tiene por representante «del arte degenerado», se han hecho ricos. Pero los demás malviven o viven de negocios raros, como es el caso de la falsificación de obras de arte, un negocio en el que pudo estar involucrado Pedro Flores, gran amigo de César González Ruano.

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Navales es un falangista de pata negra, según Urraca, «de los pocos que pueden presumir de ser camisa vieja, con carné de afiliación firmado por el mismísimo Ausente». Fue uno de los elegidos por José Antonio para organizar «las falanges de la sangre». Sabemos de él que quedó huérfano siendo niño, de una familia que se arruinó en el desastre de Cuba, que siempre se movió en círculos literarios, y que con diez u once años fue al velatorio de Alejandro Sawa, el famoso bohemio que inspiró a Valle-Inclán y a Pío Baroja. El propio Navales trató en su juventud a muchos de estos «capitostes de las letras» que marcharon a Madrid «a la conquista de la gloria, y acabaron en los despeñaderos de la más negra golfemia, llenando las tripas horras con un café y media tostada, cuando no con gallinejas podridas».

Dice Perico Urraca que de estos «trapalandranes, muchos son ya carne de cementerio y otros inquilinos de los cementerios todavía más poblados del olvido». Navales, ciertamente, sabe la vida y milagros de la mayoría de estos pasmosos y pintorescos personajes que vamos a encontrar en las más de 800 páginas de esta primera parte.

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Del protagonista, el falangista Fernando Navales, sabemos que siempre se movió en círculos literarios, y que con diez u once años fue al velatorio de Alejandro Sawa, el famoso bohemio que inspiró a Valle-Inclán y a Pío Baroja.

De Prada indicó que Urraca y Navales no tienen nada que ver, pero se necesitarán para esta empresa: obtener información sobre este grupo de «artistillas y plumíferos» en aquel París que cae muy pronto en poder del Ejército nazi. El escritor estaba deseando recuperar a Navales, protagonista de 'Las máscaras del héroe', la novela en la que nos contó los ambientes de la bohemia madrileña de los años 20 y 30 del pasado siglo. Mientras que en Urraca hay desprecio, en Navales, que es el encargado de llevar a cabo la misión, está la rabia de un escritor fracasado, que la repercute sobre todos esos artistas a los que tiene que convencer para que colaboren con Falange.

Entre ese grupo de españoles, según Urraca, hay algunos que no tienen perdón, «al menos perdón humano. Y sobre ellos debe caer todo el peso de la justicia». Porque solo de ese modo, insiste el jefe del operativo, «lograremos que mueran los gérmenes procreadores del odio, la envidia y el rencor». Sembrar odios por doquier es una forma de triunfar, dice en la novela Vargas Vila, escritor colombiano tremendista. «El odio da vida al que es odiado». Para otros no es más que carencia de imaginación.

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¿Es el resentimiento el motor de las ideologías modernas? Según De Prada, era demasiado inocente pensar que la Nueva España y sus furiosos censores iban a acoger a los «descarriados», pero la idea de la delegación de Falange en París era engatusarlos con el soborno del halago y la limosna, de tal modo que se fueran ablandando para conseguir que saborearan las ventajas de una vida más plácida, o siquiera menos pesarosa, si se avenían a colaborar con el Movimiento.

Como advierte Urraca, hay que hacerles comprender muy sibilinamente que, si no se dejan querer, les aguardan muchas descalabraduras y sinsabores. «Así lograremos que piquen el anzuelo, y una vez logrado podremos soltar carrete o tirar del hilo, según nos convenga».

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Juan Manuel de Prada y el periodista de LA VERDAD Manuel Madrid, que condujo el acto. G. C.

Navales publica en El Hogar Español, el semanario a las órdenes del «inepto» Velilla, y vive en una buhardilla cochambrosa. Los artistas españoles lo ven «como uno de los suyos». Con la llegada de los alemanes a París, su vida dará también un giro… Publicará en 'Arriba', y podrá llevar una vida más cómoda… Muchos de aquellos artistas se jactan de estar bajo el manto protector de Picasso, del que De Prada dijo a LA VERDAD que es «un caso de persona humanamente deplorable por lo que hemos podido saber y hasta donde podemos saber. En estos años de la Segunda Guerra Mundial, Picasso tiene años lamentables dentro de una biografía poco gloriosa, digámoslo así».

Dice Navales, el personaje que tiene el protagonismo absoluto de 'Mil ojos esconde la noche' que Picasso «solo pretende colarnos sus rencores de impotente, su sectarismo rabioso y, por supuesto, la fermentación revolucionaria. Y todo ello con la coartada estética».

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De Prada enseñó a los lectores sus manos. Como curiosidad, 'Mil ojos esconde la noche' fue escrita a mano. «El bolígrafo te duele al terminar la escritura; el dedo pulgar de mi mano derecha acabó deforme y, en el corazón, tenía un callo»

La alternativa a Picasso podía ser Federico Beltrán Massés, el pintor predilecto de la aristocracia, cubano de nacimiento y catalán de crianza, alejado bien temprano de la tradición pesimista y grave de la pintura española para deleitarse en la sensibilidad de los cuerpos desnudos, según cuenta De Prada en la novela. «Este hombre había encandilado a Charles Chaplin, Rodolfo Valentino, Gloria Swanson, Joan Crawford y tantas otras estrellas y asteroides de Hollywood. A Beltrán Massés, Navales le advierte de que muchos de estos vanguardistas son agentes del crimen contra España». En su caso, mantenerse fiel a la Falange podía suponer que le fuera devuelto el cetro de la pintura española que le birló Picasso… Massés podía ser el «portaestandarte» de este designio.

Hitler es referido en numerosas ocasiones por los miembros de la Falange como «el ángel con gabardina y bigote» que ha venido «a rejuvenecer la Humanidad (perdón por la mayúscula) injertando la sangre germánica, pura y violenta, en las venas esclerotizadas de los pueblos latinos». Con la invasión nazi, Francia solo tuvo dos opciones: armisticio o aniquilación. Eligió armisticio, un término menos infamante que «rendición», según De Prada. La bandera nazi en París era «como una bofetada de trapo en el rostro de cada francés».

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Fascinación por Ana María Sagi

De Prada habló de González Ruano, el corresponsal de 'ABC' en Roma y Berlín, y del «entusiasmo empalmadísimo» que ponía en sus crónicas.

También mencionó a Ana María Martínez Sagi, «poeta catalana, mujer de armas tomar, muy deportista (fue campeona de jabalina en su juventud) y fortachona, que posa para un escultor feroz y simpaticote, Mateo Hernández, uno de los artistas españoles que más tiempo llevaba viviendo en París». La casa de Hernández era poco menos que un paraíso, «una mezcla de zoológico y taller al aire libre o cantera rodeada de verdor». Sagi, «preciosa como un animal», posa para el artista. Mateo había venido a París, «no a probar la vida bohemia, sino huyendo del dolor y la vergüenza, en un voluntario destierro». Sagi, despierta y listísima, es de las primeras que advierte que Navales es «un hombre extraño». En su tarea de «engatusar y corromper a los rojos» irá uno a uno, y también hará lo posible para enredar a los «conversos» en aras a excitar vanidades y ganar complicidades.

La Falange, recordó Juan Manuel de Prada en el Aula de Cultura de LA VERDAD, quería poner a prueba la lealtad de esos liberales que apoyaron a la República y que ahora desde París querían congraciarse con la Nueva España. Pretenden obligarlos a comprometerse más, para comprobar si su adhesión es sincera o hipócrita

La Falange, recordó Juan Manuel de Prada en el Aula de Cultura de LA VERDAD, quería poner a prueba la lealtad de esos liberales que apoyaron a la República y que ahora desde París querían congraciarse con la Nueva España. Pretenden obligarlos a comprometerse más, para comprobar si su adhesión es sincera o hipócrita. Mencionó entre ellos al doctor Gregorio Marañón. Su obra 'Tiberio' es un estudio sobre el resentimiento, y en la novela se sugiere si no estará Marañón utilizando de excusa al emperador romano, un hombre de vida casi interior que fue desarrollando un fermento anímico perverso, para sugerir que el Glorioso Generalísimo obra movido por esa pasión.

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También mencionó De Prada personajes interesantísimos, como la actriz María Casares, hija de Santiago Casares Quiroga, presidente del Consejo de Ministros en España cuando estalla el Alzamiento. Los protagonistas de la novela dudan sobre si utilizarla como rehén o como moneda de cambio para cazar al padre, cuyo paradero se desconoce. Ella es la que, en realidad, da título a la novela, pues recomienda a los falangistas en su misión que «no se vayan a perder en la ciudad a oscuras». París, en efecto, por entonces, era una ciudad sin luz llena de ojos espías.

De Prada enseñó a los lectores sus manos. Como curiosidad, 'Mil ojos esconde la noche' fue escrita a mano. «El bolígrafo te duele al terminar la escritura; el dedo pulgar de mi mano derecha acabó deforme y, en el corazón, tenía un callo». Su padre, que vive en Zamora, es quien le hace la transcripción de los textos escritos a mano. Dijo que en este libro había sido fundamental la investigación profunda y dedicada en archivos de Francia y España, y lamentó que, como ya indicó en la entrevista en LA VERDAD, que la historia contemporánea de España de los siglos XIX y XX sea «una mentira». El público tuvo una implicación activa en el acto, y la mayoría de preguntas dirigidas a De Prada fueron del ámbito político.

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Sobre los personajes de hoy que podrían inspirar una novela, dijo De Prada que, sin duda, el más fascinante actualmente es Pedro Sánchez.

Sobre Gregorio Marañón, insistió en la conferencia que narra en la novela, con motivo del Día de la Raza, que luego pasó a ser el Día de la Hispanidad y después la fiesta nacional del 12 de octubre. Para Marañón, la raza es la lengua y toda persona que habla español, da igual que sea un español de Murcia, un moro de Tetuán o un indio del Altiplano boliviano, pasa a ser de la raza española. «Yo creo que tenemos una obligación con ese tesoro que tenemos y que une a tantos pueblos en el mundo. Hoy está muy maltratado, lo estamos vendiendo de mala manera, lo estamos empobreciendo, lo estamos arrastrando por el fango, nos estamos acostumbrando a hablar con 5.000 palabras, las mismas con las que hablamos en inglés, y esto es lamentable. Yo sí quiero que cuando escribo mi lengua reluzca con todo su brillo. Yo lo intento, al menos».

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