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Recibo con tristeza la noticia de la muerte de Francisco Javier de la Plaza Santiago, a la edad de ochenta y cuatro años. Lo primero, tras el golpe (nunca pensé que la muerte llegara a gente como Paco), ha sido sorprenderme con esa cifra, pues ... Paco Plaza (siempre se le conocía con ese nombre) nunca dejó de ser joven. Aparentaba tener menos años de los que tenía cuando llegó a la Facultad de Letras de UMU, entonces Filosofía y Letras, en 1976. Las primeras palabras que crucé con él fueron cuando me ayudó a vestirme la muceta de traje académico, la vez primera que lo hice para mi investidura como doctor. Ese detalle, estar atento a un joven 'penene' (profesor no numerario) y ayudarle, sentirse compañero, cuando él ya era catedrático y venía con aureola de sabio, le define. Discípulo de Martín González, el catedrático de Valladolid y jefe de la otra escuela (la diferente a la de Diego Angulo Íñiguez). En los estudios comunes había dos manuales de Historia del Arte, que rivalizaban en los estudios españoles, el de Diego Angulo (que yo cursaba) y el de Martín González, organizado por géneros (arquitectura, escultura, pintura). Paco Plaza era discípulo de esa prestigiosa escuela de Valladolid, y había hecho su tesis sobre el Palacio Real de Madrid. Como era soltero, vivía solo y yo estaba recién casado, tuve ocasión de invitarle a comer a casa con cierta frecuencia o de visitarle en su piso y tener largas sobremesas en que hablábamos de literatura, de arte, y, sobre todo, de cine. La primera vez que oí una conferencia sobre el Grupo El Paso que abrió Museo en Cuenca, fue a él. Era muy importante en la Universidad de provincias de entonces recibir profesorado joven formado en otras, y beneficiarnos de sus enseñanzas. El Departamento de Historia del Arte había recibido a Bonet Correa, el de Geografía a Vila Valenti y Roselló años antes (a estos no los conocí), el de Arqueología e Historia Antigua a Muñoz Amilibia y Antonino González Blanco, el de Filosofía a Joaquín Lomba y a Francisco Jarauta. Si eludo a los de Filología es para comentar precisamente que la fertilización de la Facultad de Filosofía y Letras nacía de un sistema en el que la endogamia que trajo la Reforma de 1983 no se había instalado y era más común la transversalidad de las disciplinas.
Pero hay otro detalle importante. Las actividades en las que participaba Paco Plaza, con profesores de Filosofía o de Teoría de Literatura concebían un campo de intercambio humanístico, quizá porque todos nos habíamos formado en los denominados Estudios Comunes. Para ejercitar ese Humanismo era muy importante, lo será siempre, salir del predio de cada uno, y comunicar. También esa idea de la cercanía que practicaban para con los jóvenes quienes eran sabios. Paco Plaza era uno de los que merecen ese calificativo. Curiosamente vestía con corbata en un Departamento en que Juan Moreno y otros eran contestarios de hábito. Pero nunca percibimos nadie distancia alguna, porque quien podría establecerla no lo hacía; era de naturaleza afable, amistosa. Y buena persona. Pasado el tiempo vino a oír una conferencia que yo impartía en la Universidad de Valladolid, donde fue catedrático durante decenios y director del Festival de Cine. Habían pasado veinte años desde que estuvo en Murcia y seguía tan joven, tan curioso, preguntaba más que respondía. Nunca quería hablar de sí mismo. Descansa en paz, querido Paco.
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