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José Lucas, que acaba de cumplir 75 años, retratado esta semana en su casa de Mazarrón, donde lleva encerrado seis meses. Martínez Bueso
José Lucas: «Para mí este miedo es una prueba de humildad»

José Lucas: «Para mí este miedo es una prueba de humildad»

El artista compone para LA VERDAD dos obras que representan «una manifestación del dolor contado con buenas palabras: con color»

Domingo, 31 de enero 2021, 07:29

José, el hombre, tiene miedo. Pero José Lucas (Cieza, 1945) es, además del hombre con miedo, el artista con la elocuencia de costumbre y ese verbo enredado, tremebundo, portador del mayor de los remolinos. Tiene miedo porque todo es espantoso. Pocas cosas salva de esta corriente enfermiza que a todos nos arrastra. «En septiembre me di cuenta de que esto va a ser, si no una cosa eterna, larguísima. Porque la gravedad se mide en el cambio radical que está produciéndose en las costumbres de la vida». Esa ruptura con el mundo conocido está desembocando, tal y como detecta el artista ciezano, en una rebeldía en la juventud española. «En la pandilla borreguil lo que funciona es el subconsciente, la inconsciencia, no el conocimiento. Sin embargo, la gente joven que lidera esa rebeldía es muy consciente, es un ajuste de cuentas con las generaciones anteriores por el panorama que les hemos dejado por elegir a políticos ineptos en España y en Europa», piensa Lucas, encerrado desde hace seis meses en su casa de Mazarrón.

José Lucas plasma en esta obra para LA VERDAD el miedo y el dolor que siente en esta pandemia: «Es una forma de querer salvarme, de salvarnos. Todos somos frágiles». José Lucas

Ese miedo del que habla es lo que ha tratado de plasmar en la obra que ilustra la portada de hoy de la edición impresa de LA VERDAD, y que aparece sobre estas líneas, y la que se puede ver al final de este artículo. «Una visión fantasmagórica del miedo», explica, «con mi colorido y mi forma de ser. Es una manifestación de miedo y de dolor contado con buenas palabras, y para mí esas palabras son el color. Una forma de querer salvar el cuello, de salvarme, de salvarnos. La sensación que uno va teniendo es que esto no tendrá solución en años».

No había sido consciente de este miedo jamás. «Y mira que el oficio mío es de muy alto riesgo, porque un pintor no se jubila nunca, igual que una monja es monja mientras viva. Yo no he cotizado, así que ni tengo paga ni quiero, ni voy a tener, porque lo he querido yo, por eso tengo que seguir trabajando cada día. Mi temperamento a mí no me dejaría jubilarme. Porque para mí la jubilación es la primera muerte del individuo. Dejaré de pintar si me quedo tonto o imposibilitado, pero si no, quiero estar creando hasta el final».

«No salgo ni a la puerta de mi casa. Mi vida es mi estudio, mis periódicos y la tele. Llevo seis meses sin andar»

Él, que se creía «un personaje libre en todos los sentidos», se ha dado cuenta de que no lo es. La pandemia también le ha cambiado la vida. «Soy un ser que he vivido a mi aire, como he querido, y sin someterme a normas. Pero soy un ser respetuoso con la sociedad. Aunque siempre he actuado y he dicho lo que me ha venido en gana. Pero soy mucho más débil de lo que yo creía ante circunstancias extrañas y casos excepcionales como este. Somos muy débiles ante acontecimientos de esta naturaleza». Incide en que desde que el mundo tiene conciencia cultural, la juventud siempre tiene la razón, «porque es lo que hace funcionar y lo que hace cambiar el mundo». «La gente joven tiene un poder que no tiene ningún gobierno ni lo tendrá nunca», y aún sigue considerando a los movimientos estudiantiles, al igual que a la clase obrera, la única fuerza capaz de presionar a cualquier estamento.

Ese desencanto de la juventud rebelde, opina, «es lo que está haciendo que esto se prolongue hasta el infinito. Todos los días vemos cómo las fuerzas del orden intervienen en juergas en todos sitios, con gente sin mascarillas, sin respetar distancias, haciendo botellones, pasándose por el forro todas las medidas. Las multas son graves, pero la inmensa mayoría de ellos son insolventes, y ningún partido se atreve a hacer pagar esas multas ni a ellos ni a las familias, porque si no, no los votaría ni Dios. Todo es una cadena de desgracia, de tragedias y de hijoputeces».

«He vivido siempre a mi aire, sin normas. Pero ante acontecimientos de esta naturaleza uno se da cuenta de que todos somos muy débiles»

«¡Ni San Pedro bendito!»

La hijoputez («así sin comillas»), un término que emplea con recurrencia, la ve «en la insuficiencia de la infraestructura clínica», y en la «lucha a muerte entre los partidos políticos» por salvarse. «Los palos de ciego están prolongando esto... hasta que haya una hartazón». ¿Esperanza? «Sí, deseo que de todo este caos pueda salir algo positivo. Ha habido muchas epidemias, cuando no había medicamentos ni conocimiento científico todo se solucionaba con rabo de gato y brujería, pero el ser humano siempre sobrevivió, y sobrevivirá por grave que sea». Ese miedo es el que le impide abrir su casa. «¡Aquí no entra ni San Pedro bendito!», exclama. «Porque sé que antes o después me pilla el toro. No salgo ni a la puerta de la calle. Mi vida es mi estudio, los periódicos y la televisión. Llevo seis meses sin andar. Y para mí este miedo es una prueba de humildad. Somos todos muy débiles».

Obra de José Lucas realizada para LA VERDAD con técnica mixta en la que emplea tizas de colores. «Es una visión fantasmagórica del miedo (...), una forma de querer salvar el cuello, de salvarme, de salvarnos...». José Lucas
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