Una de la tarde del pasado miércoles, un día antes de que protagonizase en Madrid el estreno teatral de 'Amistad', de Juan Mayorga. ¡Buena noticia!
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–¿Qué hace?
–Tomándome un café y leyendo, porque con la lectura se me libera un poco la ... cabeza. Me viene bien estando ya en capilla [sonríe], sobre todo cuando no paro de recibir llamadas de los amigos para preguntarme si estoy nervioso. ¿Nervioso? ¡Pues mirad, sí, al final vais a conseguir que lo esté! Qué puñeteros son los amigos [risas].
–¿Leyendo qué?
–Releyendo algunos poemas de Pessoa, que es un autor que siempre va conmigo, y unos textos de [el mexicano] Juan Villoro. Por lo demás, aquí sigo en la lucha.
Ginés García Millán (Puerto Lumbreras, 1963) y Daniel Albaladejo (Cartagena, 1971) tenían ganas de subirse a un escenario juntos. Pues bien: objetivo logrado. El jueves, en las Naves del Español, y junto a José García-Pérez, también director de la función, estrenaron 'Amistad', «una reflexión sobre la vida, los recuerdos, el amor, la masculinidad, la amistad y el paso del tiempo cargada de humor y pensamiento». En 'Amistad', García Millán, que regresa al escenario tras su espectacular actuación en 'Espía a una mujer que se mata', da vida a Manglano; Albaladejo, a Dumas. «Una carcajada segura para el espectador cargada de la filosofía de Juan Mayorga. Y es que la muerte tiene mucha gracia», dice García-Pérez.
Se adentra García Millán por fin en la comedia, y por partida doble, puesto que otro murciano, el guionista y cineasta Alfonso Albacete, también nacido en 1963, contó con él para el rodaje de su nueva película, 'La novia de América', que llegará a los cines el 17 de febrero. La película, que está rodada en México y que incluye en su reparto, entre otros, a Miren Ibarguren, Pol Monen y Eduardo Casanova, es una delirante y festiva comedia en la que el actor lumbrerense da vida al padre de los hermanos Ana y Tono, a quienes comunica que se va a casar en México con una mujer que conoció vía internet. Y allí que se van, para descubrir que la chica tiene treinta años menos que su progenitor y que los choques culturales con su nueva familia política son no solo inevitables, sino a veces, además, desternillantes.
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Pero no todo son buenas noticias. Qué extraño lo siguiente: finalmente, cuando así estaba anunciado y dado por hecho, García Millán no ha rodado, a las órdenes de Víctor Erice (82 años), 'Cerrar los ojos', un drama centrado en la identidad y la memoria con el que el autor de 'La colmena' y 'El Sur' regresa al cine comercial treinta años después de 'El sol del membrillo'. Se daba por hecho que José Coronado y él serían los protagonistas, pero ha sido Manolo Solo el que ha terminado interpretando al personaje del director de cine Miguel Garay.
–Dos certezas.
–Es muy importante tener amigos verdaderos y cuidarlos, y también lo es mantener viva la ilusión del amor. Quiero disfrutar de una buena salud, por supuesto, pero también quiero tener una gran capacidad de amor, no quiero que mi capacidad de amar y de querer a mi gente se deteriore.
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–¿Qué le atrajo de 'Amistad'?
–Plantea un juego teatral muy interesante, sencillo en apariencia pero de una gran complejidad de fondo que lo hace muy atractivo. En escena, tres hombres maduros que están en un momento complicado de sus vidas; entre otras cosas, tienen que valorar si realmente apuestan por una amistad verdadera o siguen como están, casi muertos en vida. Es una función que habla de la vida, de la muerte, del paso del tiempo, de nuestra fragilidad, de nuestras frustraciones...; y todo eso creo que con mucho humor, aunque hay también algún punto macabro.
–Ya tenía usted ganas de hacer una comedia.
–Sí, sí, siempre me tocan dramas [risas], aunque yo encantado. La última función que hice era también un drama, 'Espía a una mujer que se mata' [basada en 'Tío Vania' de Chéjov y orquestada y dirigida por Daniel Veronese]. Tenía ganas de volver al teatro, que para mí es también un refugio; el teatro te exige muchísimo, pero te da mucho también. El teatro a mí me mantiene a flor de piel.
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–Una comedia en cine y otra en teatro, ya parece más cerca de que se cumpla uno de sus sueños: representar en un escenario 'Con faldas y a lo loco'.
–[Risas] ¡Todo llegará! La verdad es que con 'La novia de América', que es una comedia blanca muy divertida, con la que creo que la gente se lo va a pasar muy bien, yo me divertí mucho. Es una película que pone de muy buen humor.
–¿Qué tal compartir escenario con Daniel Albaladejo?
–¡Feliz por ello! A través de nuestros personajes aprovechamos para lanzarnos muchas pullas y decirnos muchas verdades [risas]. Hace muchos años que nos conocemos, tengo esa suerte. Dani es un tipo muy generoso; si le pides algo, antes de que termines de decirle el qué ya está diciendo que sí. Dani es una gozada de persona y de actor, alguien sin ninguna doblez.
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–¿Algún amigo le ha llegado a traicionar?
–Sí, y prefiero no recordarlo. A nuestras edades ya hemos pasado por casi todo, ¿no?
–¿Usted lo ha hecho?
–Creo que yo no soy un traidor. Otra cosa es que, sin querer, sin desde luego ser consciente de ello, haya podido herir a alguien, incluso a algún amigo.
–¿Suele perdonar con facilidad?
–Sí, cada vez más. El rencor no sirve absolutamente para nada, salvo para perjudicarte a ti mismo y no dejarte en paz.
–Volvió a México para el rodaje de 'La novia de América'. La vez anterior que estuvo allí no le dejó un buen recuerdo.
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–Porque justo estaba en Ciudad de México cuando estalló la pandemia. La vida me había regalado, antes de que a todos se nos viniese un poco el mundo encima, un proyecto profesional en una ciudad que me encanta y en la que tengo muchos amigos desde hace más de 30 años. Es una ciudad muy compleja y dura, pero apasionante y en la que yo me siento muy bien. Estaba encantado de la vida, porque además también había decidido ir por salir de mi entorno, para probarme un poco, para oxigenarme, porque ya sabe que con el tiempo uno se cansa de uno mismo. Estaba rodando una temporada de la serie '¿Quién mató a Sara?' y nos pilló la pandemia. Los primeros días fueron muy duros, tan lejos de la familia, con todo lo que se escuchaba, con la tremenda dificultad que de pronto suponía regresar a España...; me asusté un poco, todo se paró de golpe y era muy complicado verte con alguien en una ciudad tan descomunal.
–¿Cómo se sintió?
–Muy solo; empece a echar de menos como nunca a mi gente, a los míos, me di cuenta de lo mucho que los quiero, de lo importantes que son para mí, de que son realmente lo que más merece la pena de mi vida. No todo es el trabajo, ni conseguir tener éxito...
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–Y por fin regresó.
–Conseguí un vuelo. No es que se acabaran entonces esos días especialmente desalentadores, pero los compartía con mi pareja. Me hubiese encantando poder haber pasado ese tiempo de parón en el campo, en la naturaleza, pero no pudo ser. Era todo tan extraño...; para poder verme con mi hija, que vive aquí en Madrid a cuatro calles de mí, quedábamos en un supermercado. Y así...
–¿Qué se planteó?
–Corregir algunas cosas de mi manera de vivir, darle una vuelta a mis prioridades. El problema es que, cuando salimos de alguna gorda, nos olvidamos pronto de lo pasado y de las cosas que nos hemos propuesto. Ya tengo una edad, valoro el tiempo, no quiero desaprovecharlo, no quiero equivocarme y elegir lo que no es verdaderamente importante. Pasas de los cincuenta años y, por lo menos en mi caso, vas necesitando cada vez más espacios de silencio y de tranquilidad. Te cansas, como le decía antes, de ti mismo a veces y de tanto ruido como nos rodea todo el tiempo, tanto ruido en el ambiente, tanto llevarlo todo a los extremos, ese caer en los enfrentamientos inútiles que no conducen a nada. Tanto jaleo nos va contaminando, aturdiendo... Yo necesito poder reflexionar, necesito tener un criterio propio, basado en la reflexión, y en el conocimiento, sobre las cosas importantes que suceden y sobre la propia vida. La vida es maravillosa, pero no fácil.
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–¿Cómo procura enfrentarla?
–Siempre con humor y con una sonrisa, e intentando disfrutarla todo lo que puedo; pero no dejan de estar ahí los dolores, las tristezas. Si tienes un poco de sensibilidad, el sufrimiento que ves a tu alrededor te afecta y no poco. Y yo creo que al menos no la he perdido toda, y que sigo siendo un tío sensible, y que sigo conservando también buena parte de la mirada del niño que fui.
–Curioso: dice que también se cansa de sí mismo cuando resulta que es usted una de las personas que conozco que cuenta con más gente que le quiere.
–[Sonríe] Sé que soy un afortunado, por el trabajo que tengo y por todos los amigos y la gente que me quiere que me ha regalado la vida, pero eso no evita que te plantees que no vamos por buen camino y qué estás haciendo con tu vida.
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–Se refería antes a su fragilidad...
–... es cierto, porque soy muy sensible y soy muy frágil, pero también le digo que creo que en mi fragilidad está mi fuerza. Hay gente a la que le cuesta trabajo creerme, porque he hecho personajes terribles, durísimos, fríos, sin ningún corazón, canallas... Y ha sido una suerte poder hacerlos, porque me han aportado también mucho conocimiento del mundo.
–Nuestro país.
–Me preocupa la creciente división que hay. Tenemos un país estupendo, aunque con muchos defectos como todos los demás, y no entiendo por qué no vamos todos juntos en la defensa de lo importante, la Sanidad, la Educación, la Cultura... Parece mentira que haya quienes quieren que retrocedamos en derechos, en libertades, que parezca que vuelven lacras como la homofobia, que ya parecía superada a estas alturas. Hay gente empeñada en dar pasos hacia atrás y en fastidiar los logros que ya hemos conseguido.
–Yo también lo daba por hecho, y que no fuera así finalmente me dejó tocado. Estuve muchos meses con ese proyecto, incluso había rechazado otros por participar en esta película. Amo el cine, y cuando este proyecto me llegó por el propio Víctor me hizo muchísima ilusión. Era como un sueño estar en una película suya, en una historia con la que él regresaba al cine después de muchos años sin rodar un largometraje. No estar en la película fue para mí un golpe fuerte. Pero, bueno, por algo será y ya está. Borrón y cuenta nueva. En cuanto a la herida que te queda, se trata de administrarla bien, ¿no? [Sonríe].
–Una muy agradable, que me llamase Jaime Chávarri para su nueva película, 'La manzana de oro', basada en la novela 'Ávidas pretensiones' de Fernando Aramburu. Le tengo muchísimo cariño y es un director al que siempre he admirado. Recuerdo que cuando rodamos 'El año del diluvio' (2003) se portó conmigo genial y me sacó [risas] a pasear muchísimo por Barcelona.
–¡Está maravillosa! Marta tiene mucho ángel, mucha luz.
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