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Francisco Sánchez Bautista dio su última entrevista a LA VERDAD en 2015. En ella habló sin prisas y hoy repasamos las palabras que uno de los poetas más importantes de la Región dejó para el recuerdo.
El poeta charla mientras el atardecer comienza a tomar ... asiento en el salón de su casa, que adornan obras de los también pintores murcianos José María Párraga y José Lucas, y compartió el homenaje que le hizo el pueblo de Fortuna, cuna de su poesía, con la distinción de Hijo Adoptivo. «He ido siempre por libre y así continúo. Voy como un pájaro fuera de la bandada».
Escribe en su 'Trova elegíaca': «Mi corazón se va consolidando como los fósiles. Un día será monte de todos». Francisco Sánchez Bautista (Llano de Brujas, 1925), de quien en 2005 la Real Academia Alfonso X el Sabio publicó sus 'Poesías completas', ha sido distinguido con el título de Hijo Adoptivo de Fortuna, el pueblo donde residió, trabajando de cartero, doce años, y el lugar en el que escribió sus primeras obras, entre ellas 'Elegía del Sureste'. 'Ababol' lo entrevista (en 2015) con motivo de este reconocimiento que le llega a sus 90 años, que él lleva con humor, buena memoria, las fuerzas muy mermadas y la sabiduría del hombre a quien nunca dejaron de importarle los dolores de sus semejantes. «La vanidad no sirve para nada. El tiempo es más poderoso que cualquier gesto de vanidad, de orgullo. Significan poco», dice el poeta, quien vive -anhelando que no le falte la serenidad en estas horas que miran de frente sus nueve décadas de vida- entre sus lecturas y sus amigos -«muchos ya se han muerto, y se les echa de menos»-, y dispuesto a aceptar que ya quizás no sea tiempo de emprender nuevas aventuras poéticas, una de las razones por las que ha amado la existencia.
Sánchez Bautista -«Mi infancia fue una infancia en pie de guerra. Guerra y postguerra se llamó mi infancia»-, reconoce que, cuando repasa su trayectoria literaria, lo que de verdad le agrada es que «haya personas que lean mi obra y sientan alguna emoción». El escritor asegura ser «un poeta solitario, que he ido siempre por libre y así continúo. Voy como un pájaro fuera de la bandada». Al autor de 'Alto acompañamiento' (1992) los reconocimientos no le disgustan, bien al contrario, pero prefiere «que me lean los amigos y que disfruten». Porque «los amigos», asegura rotundo, «son mucho más importantes que los reconocimientos».
Autor también de obras satíricas como 'La Pajarodia', Francisco Sánchez Bautista alimenta entre sus pasiones la lectura de la Biblia, «uno de los libros que he leído siempre con más placer». A menudo ha compaginado la lectura de textos sagrados, «donde encuentro muy buena poesía», con textos y biografías de autores como Epicúreo, quien «amaba la vida y tenía una gran confianza en la amistad». «Era todo un personaje, y con todo eso que dicen de que era un materialista tremendo no estoy yo muy de acuerdo», añade el que fuese cofundador y director de la revista 'Tránsito', un escritor cuya literatura ha sido elogiada por personalidades como Miguel Espinosa, inconmensurable autor de 'Escuela de Mandarines', quien en su texto 'Reflexiones sobre la poética de Francisco Sánchez Bautista', escrito para la presentación de su 'Obra poética' (Editora Regional, Murcia, 1982), y fruto del enfrentamiento «con la tarea gozosa y ardua» de examinar su escritura, afirma que Sánchez Bautista «cumple el requisito de -esto lo digo así, ligeramente, pero es muy importante y es algo fundamental de su poesía- estar entre lo místico y lo mágico del lenguaje. Su lenguaje es suficientemente mágico para que sea espíritu, suficientemente místico para que sea alma, para que sea misterio, para que sea ontología, porque, señores, una lista de palabras bellísimas nos atrae mucho, pero es simplemente lo mágico. Mientras que en la poesía debe estar, junto a la lista de palabras, ese misterio de los espacios en blanco, que es lo que nos atrae».
«Y vuelvo a ser quien fui: un niño empeñado en hallarme hecho un hombre en un momento, / en buscarle al dolor su esencia viva, / o en conquistar el gozo con un gesto / como si fuese una doncella ingenua / sin el triste resabio de un tropiezo», se lee en 'Elegía del Sureste', uno de sus poemarios más hermosos.
Pasados los años, Sánchez Bautista reconoce convivir con el escepticismo: «Aprendes que de nada sirve llevar toda la vida escribiendo sobre las guerras, el dolor, la ética clásica...; y que menos aún sirve en esta sociedad actual, que está ya totalmente derrapada, es increíble». Una sociedad, advierte, que «no me gusta nada, por eso me refugio en mi casa, con mis libros y mis escritores». «No es que haya dejado de ser rebelde -añade-, sigo siéndolo, pero ya no tengo fuerzas para serlo públicamente. Pero en lo que escribo sigue habiendo desgarro, aunque también ternura y humanidad». Escribir es su gozo y su destino, «y si pudiera solo me expresaría a través de la palabra escrita, porque hablando se pierde reflexión y cierta conciencia moral. Se dicen muchísimas tonterías que, en realidad, para lo único que sirven muchas veces es para afligirse más».
Procede el poeta «de una familia de agricultores, y yo solo me he ido haciendo un nombre, sin tener maestros ni pertenecer a ninguna capilla literaria». Hombre de izquierdas, vive retirado desde hace muchos años del pronunciamiento político: «He intentado ser moderno en mi poesía y no apartarme de la parte ética del hombre, y en la política no he encontrado mucha ética, esa es la verdad. Con el PSOE recuerdo que me decepcioné, por la guerra cainita que se libró entre ellos mismos y por la corrupción a la que no se resistieron. ¿Y del PP qué puedo decir? Yo no he sido nunca de derechas ni lo seré. No quiero ya saber nada de política, ¿ya para qué?, aunque en mis libros hay una reflexión política».
«Se me considera un poeta social, pero no lo creo. Más bien soy un poeta civil que enaltece lo humano, porque yo no puedo olvidarme de que no vivo solo en el mundo, y de que existen los derrotados y los que no tienen voz. Siempre pierden los más pobres, los más desvalidos, y yo no ignoro eso, pero no soy un redentor ni un sabio. Eso sí, he intentado defender mi independencia hasta donde he podido», afirma.
«Mi oficio sabe a pájaro, / sabe mi oficio a acequia rehenchida, / a río grande, a mar, a monte, a cielo. / A veces sabe a fruta, / a jugo, a almíbar / casi a punto de boca, / a fresco manantial de agua vivísima, / a tallo tierno cuando abril se empeña / en ser el mes más joven de la vida». Son versos vitalistas de Sánchez Bautista, de cuya producción poética señala el profesor Francisco Javier Díez de Revenga, uno de sus grandes estudiosos, que ha conocido «tres etapas básicas: la social, la metafísica y la ética. Su reflexión sobre el mundo ha caminado de la denuncia y el compromiso a la elegía, y de la elegía a la reflexión moral».
Es Sánchez Bautista un autor que no se deja descubrir a primera vista, tímido, introvertido, parco en palabras, pausado y espartano en gestos. El hombre es el sueño de una sombra, aprendió de Píndaro; con Horacio deseó ser, en su denuncia poética de la injusticia, «más perenne que el bronce»; a Hesíodo adora; a Horacio, Catulo, Esquilo, Sófocles y Eurípides relee por siempre; con Virgilio reflexiona sobre el paso del tiempo -«Todo se lleva la edad, incluso la memoria»-; a su perro llamó Argos, y para «mi madre, por su secreto dolor», escribió versos de infarto.
«Soy Francisco Sánchez Bautista, y nací el día 11 de junio de 1925 por la mañana. Era el día del Corpus Christi. Nací en la casa que teníamos en la huerta, claro...». Estas son las palabras con las que arranca el capítulo 'Infancia y Juventud' del libro-DVD 'Francisco Sánchez Bautista. Memorias desde la Arcadia', con el que los lectores podrán gozar de la palabra poética, de la vida sencilla y del cántico a la naturaleza que ha impregnado su existencia literaria; un libro-DVD, fruto del trabajo realizado por el profesor José Antonio Postigo y el cineasta Primitivo Pérez, que al poeta le gusta revisar de tarde en tarde. «Sánchez Bautista es un caso único de escritor autodidacta que, a base de esfuerzo y tesón, sin haber pasado jamás por las aulas universitarias, ha logrado como pocos llevar a los clásicos a su poesía, en un diálogo constante con los más grandes: Horacio y Virgilio, Homero y Catulo», señala a 'Ababol' José Belmonte, crítico literario de 'La Verdad'. «Parte de la poesía social, con un decidido compromiso con los hombres de su tiempo durante la dictadura franquista, pero, con el paso de los años, ha sabido evolucionar hacia una poesía de índole quevedesca y machadiana en la que el paso del tiempo y la nostalgia de la Arcadia perdida son dos de los principales asuntos que incorpora en sus versos», añade. Y eso, explica Belmonte, «sin olvidar esa otra veta, de no menor interés, en la que, a la manera de Marco Valerio Marcial, Sánchez Bautista nos muestra su lado más jocoso y divertido, con el empleo de humor ácido que ha debido aprender también en la Huerta, como se aprecia en su espléndida y celebrada 'Pajarodia', que a tantos hizo poner el grito en el cielo al verse retratados en esos versos.
En su opinión, «Paco ha dado a la historia de la cultura de nuestra región mucho más de lo que ha recibido. El huertano, con su saber estar, con su sabiduría e inteligencia natural, le ha ganado la partida a la adversidad y también a los escépticos y puristas».
A sus 90 años, Sánchez Bautista hace todo lo que puede por mantenerse fiel a su costumbre de pasear diariamente, pero no le resulta nada fácil. Los recuerdos son infinitos. Se acumulan, estallan, le acompañan. Recuerda con especial simpatía un fragmento de 'Memoria de una Arcadia' en el que se unen su amor a la naturaleza y su visión de un mundo en el que belleza e injusticia a menudo caminan juntos: «La vida era dura, porque había que trabajar: había mondas, había cavas de pimientos, cavas de tomates, había que segar trigo, había que coger fruta. Venía del colegio y, claro, a trabajar en la huerta. Muchas veces pues hasta faltábamos a la escuela...». Pero, qué gozada, el poeta cuenta que «entonces estaba el agua limpia, había peces, había mariposas, en los bancales aún se sembraba trigo, había muchísimos árboles a las orillas de los cauces, que los llamábamos quijeros; había olmos, álamos, fresnos, y un poco de cañaveral al principio; había parras unidas a los chopos y había muchas cigarras en el verano, y ruiseñores que nos cantaban a la madrugada...; o sea, que era un paraíso».
Hace unos días, Sánchez Bautista, acompañado de Teresa, su mujer -«Y sus ojos melosos de ciruela / y su boca de guinda apresurada y su pelo briznado de canela...» -, y de sus hijas, Teresa y María Antonia, regresó a Fortuna por un motivo muy especial, asistir a su nombramiento como Hijo Adoptivo de Fortuna, un lugar «que llevo en mi corazón». El poeta, funcionario de Correos, residió doce años en este pueblo murciano, hasta que en julio de 1964 se trasladó a Murcia, donde habita desde entonces. Dice que «Fortuna es la cuna de mi poesía» y ahí está su trayectoria poética para demostrarlo. En Fortuna se dio a conocer en 1957 con 'Tierras de sol y de angustia', y allí escribió también 'Primeras trovas', 'Voz y latido', 'Elegia del Sureste', 'Cartas y testimonios' y 'A modo de glosa'. Gonzalo Sobejano, prestigioso hispanista, le dedicó esta reflexión: «Después de 'Tierras de sol y de angustia' y 'Voz y Latido' (1959), Sánchez Bautista publica en Cartagena, en 1960, su 'Elegía del Sureste', a mi entender la mejor elegía colectiva de nuestro siglo, en lengua castellana, si se exceptúa la póstuma de César Vallejo».
Con 'Elegía del Sureste' mantiene el poeta una relación singular, ya que en 2002, 42 años después de su primera edición, vio la luz la versión completa del poemario, ya que este sufrió la torpeza de la censura por su duro alegato contra las guerras y la dictaduras. Sánchez Bautista recuerda que solo unos días permaneció el poemario en las librerías, puesto que el 7 de diciembre de 1960 el Ministerio de Información y Turismo le instruyó al poeta un expediente. 42 años más tarde, incluyó en la nueva edición «tres poemas que entonces me autocensuré». Se trata de los titulados 'Si vivo fue vivir', 'No fuisteis diez ni cien' y 'Murieron entre el mar'. «En estos poemas hablo sobre la gente que yo conocí, muchachos con apenas 18 años que eran llevados a la guerra. Los vi partir, pero no regresar porque no volvieron nunca. Me acuerdo de sus madres, cuando acabó la guerra, saliendo a los caminos al encuentro de sus hijos, pero sus hijos estaban muertos», indica.
-¿Cómo están hoy el hombre y el poeta?
-El poeta escribe ya apenas nada, más bien nada; y el hombre está en su recta final, con 90 años. La verdad es que a mi edad se piensa en la muerte, claro que sí, pero la muerte tampoco es para mí una gran preocupación. El temor a lo desconocido existe, es verdad, sobre todo cuando el amor a lo conocido es tan grande como el mío, y hablo sobre todo de los seres queridos, de mi mujer y mis hijas.
-¿Qué reflexión hace sobre la muerte?
-No hay que enfadarse porque te llegue, no es que la haya tomado contigo [risas]. Cuando me llegue, podré irme bastante tranquilo, porque creo que me he comportado bien con la gente y que he disfrutado de la vida. He sido un modesto cartero que durante años trató con muchísima gente y conoció sus problemas. Me he entendido bien siempre con los niños y con los mayores. ¿Sabe qué es muy hermoso en esta vida? Salir a la calle y tropezarse con un amigo. Como le decía antes, la amistad es muy importante. Un hombre sin amigos es un hombre desamparado. Lo mejor que puede tener un hombre es amigos y familia, el calor de una familia y el apoyo de los amigos. Yo no me quejo, de qué me voy a quejar con la mujer que tengo, que ha sido mi único gran amor. El 30 de noviembre hará 60 años que nos casamos. Y no nos hemos cansado el uno del otro [risas].
-¿Qué gente le gusta?
-La gente más modesta, más laboriosa, esa gente inocente que siempre termina siendo la que se lleva la peor parte en todos los conflictos. Me ha gustado cantar a los que sufren en las guerras, no a los generales victoriosos ni a los políticos, que en España siguen dando al pueblo muy mal ejemplo: de mala educación, de mala gestión, de no saber llegar a acuerdos que nos beneficien a todos. Sí, yo conocí a muchas madres que se quedaron sin hijos y a muchas jóvenes que perdieron a sus novios. Las guerras cambian las vidas de todos. Y no hay victorias, ¿cómo puede haberlas en una batalla en la que mueren miles de hombres? Sin embargo, la sombra de la guerra no se aleja de este mundo en el que a mí ya me queda poco. Veo con horror lo que pasa en Siria, los crímenes del Estado Islámico (IS), y a toda esa cantidad de gente que huye de sus países en busca de paz y de comida.
Francisco Sánchez Bautista habla sin prisas, mientras el atardecer comienza a tomar asiento en el salón de su casa, que adornan obras de los también pintores murcianos José María Párraga y José Lucas. La luz se va apagando, y el poeta de LLano de Brujas recuerda estos versos de Virgilio: «Y ya las sombras más largas caen de las montañas, y convidan al sosiego». Le gusta Virgilio, a quien dedicó, agradecido, este poema que empieza a recitar muy dulcemente: «Os anuncio que ahora es un espíritu / tan leve como invicto, el que se acerca / esta tarde de otoño a visitarme / con un tierno mensaje inmarcesible / cuando el paisaje se desnuda, lento, / de su fronda caduca y enfermiza...».
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