En este verano de 2023 veremos por fin cómo una canción realizada completamente (composición, música, voz y texto) por inteligencia artificial llega al número uno de Los 40 Principales. Sin ningún tipo de intervención humana. Nuestra interacción no irá más allá de un 'prompt' (el ' ... input' de texto que se introduce en el sistema) del tipo: haz una canción de éxito cantada por una voz femenina joven que dure tres minutos y medio. Al principio habrá que afinar más. Que tenga un estribillo pegadizo. Que no diga palabrotas. O que diga muchas. Luego las editoriales y discográficas solo tendrán que escribir 'éxito' en la celda correspondiente y la canción aparecerá. Realmente para eso ya no harán falta discográficas, serán las mismas plataformas las que nos suministren esas canciones. La cadena será: plataforma-canción-oyente.
Publicidad
He hablado mucho de esto durante las fiestas con amigos músicos, creadores de distintas ramas y familiares sin conocimiento musical, y entiendo el estupor. Pero no lo comparto. Entiendo que nos dé miedo el futuro, que no queramos que el alma sea robada por la foto o que los intestinos exploten en un veloz tren a vapor. Es humano. Es lógico. Es un instinto de supervivencia y recelo.
Pero no creo que el arte esté en el medio que transmite la emoción. Es más, no creo que el arte sea la fuente o esté ni siquiera en ella. El arte es una relación íntima de la persona con un objeto, una canción o un texto. Que ese objeto, esa canción, o ese texto sean reales, palpables, virtuales, realizados por un conjunto de seres humanos, por un robot, o por un cachorrito, carece de importancia. Sé que tal vez pensáis, además siendo yo músico, que estoy perdiendo la cabeza, que tiro piedras sobre mi tejado. Ni mucho menos. La tecnología siempre nos traerá entornos mejores en los que vivir (otra cosa es cómo estén nuestras cabecitas de felices) y la gente podrá disfrutar de músicas tan nuevas que somos incapaces de concebirlas o adivinarlas. Y los seres humanos, nosotros en nada, y los del futuro, seguirán encontrando la manera de disfrutar del arte, ya sea hecho por máquinas, por alienígenas, por humanos o por árboles.
El creador no importa, lo mató Barthes hace cincuenta años, recogió su cadáver Deresiewicz para explicarnos cómo funcionan el sistema en el siglo XXI. Todo esto es viejo como la pólvora. Lo único que importa eres tú. Si tú eres capaz de sentir arte. De sentir emoción. De sentir algo. De entender el poderoso hilo que nos une con la naturaleza, con el mundo, con la tecnología, con el conocimiento o con el espíritu, cuando una canción o cuando un cuadro nos toca.
Publicidad
¿Por qué ha de importarme de quién venga? ¿Es mejor emocionarme con el cuadro de un violador de niñas que propagó la sífilis allá dónde atracó su barco de nombre extranjero que con una obra igual de maravillosa creada por una inteligencia artificial que no le ha hecho daño a nadie? No voy por el lado de la cancelación, pero es un ejemplo válido para intentar entender lo absurdo que en verdad resulta que necesitemos que haya alguien detrás de una obra, cuando lo único que en verdad nos emociona es la obra en sí misma.
Todo esto se va a imponer, y no necesitaremos más explicaciones ni disertaciones cuando bailemos canciones que hayan hecho por completo máquinas y cuando nos emocionemos de verdad con ello. Cuando la emoción aparezca, cuando aparezca, por tanto, el arte, nada de esto va a importar, y amarás a esas máquinas malditas y brillantes que te han vuelto a arrancar un paso de baile o una lagrimita.
Publicidad
Y entonces, Aarón, hijo mío, ¿dónde quedas tú como creador? ¡Te quedarás sin trabajo, vienen las máquinas de fuera a quedarse con nuestros puestos, a casarse con nuestras hijas!
No, queridos. El arte no iba de eso. Se puede sentir el arte como espectador. Y se puede experimentar el arte como creador. Y quien lo siente y lo necesita seguirá creando, escribiendo, componiendo y pintando como se ha hecho toda la vida. Tal vez la única diferencia es que no lo haremos bajo el yugo de la necesidad económica, vamos a la renta universal básica de cabeza, ¿no? Así que tal vez, simplemente convivamos con esas otras creaciones, aprendamos de ellas, ellas de nosotros, y seguiremos cantando lo que sentimos, porque se trataba de eso, no de ser los mejores y los que más venden, si no de jugar, de expresarse, y como dice Bielsa, de intentar hacerlo bonito, sin necesidad de ganar, de reinar en las listas, de levantar todos los trofeos.
Y el que deje de crear porque una máquina lo hace mejor que él, o vende más que él, que se lo haga mirar, porque crear es una necesidad, no un negocio.
Infórmate con LA VERDAD: 1 año x 29,95€
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión
Te puede interesar
El pueblo de Castilla y León que se congela a 7,1 grados bajo cero
El Norte de Castilla
Publicidad
Utilizamos “cookies” propias y de terceros para elaborar información estadística y mostrarle publicidad, contenidos y servicios personalizados a través del análisis de su navegación.
Si continúa navegando acepta su uso. ¿Permites el uso de tus datos privados de navegación en este sitio web?. Más información y cambio de configuración.