Estudiar Psicología en un sistema que maltrata a profesionales y usuarios
Estudiar Psicología se ha vuelto popular. Nunca antes hubo tantos estudiantes de Psicología como ahora, ni tantas facultades ofreciendo esta carrera universitaria. Una tendencia que ... choca con una singular realidad: el déficit de psicólogos en el sistema público de salud, el auge de las pseudoterapias y la falta de psicólogos educativos en los contextos escolares.
El aumento del alumnado en Psicología ha sido paulatino en los últimos años. La regulación de la Psicología como disciplina sanitaria, distanciándose así de las consideraciones anteriores que la catalogaban estrictamente dentro de las ciencias sociales y jurídicas, ha supuesto un cambio en la percepción de esta disciplina y una mayor humanización de la misma. La Psicología ya tiene su sitio entre las ciencias y se ha ganado un reputado respeto entre otras profesiones sanitarias.
Atendiendo a los datos del Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades, es en el curso posterior a la pandemia por la COVID-19 (2020-2021) cuando en Psicología se produce un gran aumento de las nuevas matriculaciones. Sin duda, la pandemia reveló que los psicólogos tenían un papel fundamental e imprescindible en la estabilidad emocional y conductual de menores y adultos, así como en las relaciones familiares y de pareja. Pero también puso en evidencia el colapso y desgaste de la atención psicológica sanitaria en el sistema de salud público.
Una situación que, varios años después, se mantiene y afecta tanto a los usuarios como a los profesionales. En el caso de los primeros, el tiempo y la lista de espera resultan desesperantes. Cuando consiguen cita, la atención tampoco resulta satisfactoria, pues la frecuencia de sesiones es muy amplia y el tiempo dedicado en consulta puede llegar a ser muy corto. Tanto es así que los problemas se cronifican, se buscan alternativas de tratamiento en el consumo (y abuso) de psicofármacos o, si se tiene posibilidades, la persona solicita atención privada.
Por otro lado, la falta de recursos impacta severamente en los propios profesionales,que se ven expuestos a situaciones de estrés a medio y largo plazo. Lamentablemente, para quienes trabajan en las instituciones de salud mental pública, el problema no acaba ahí.
Como apuntan algunos estudios, los sentimientos de irritabilidad y frustración que experimentan los profesionales de la salud provocan una disminución en la calidad del desempeño laboral, bajos niveles de satisfacción laboral, problemas físicos y de salud, y problemas en las relaciones con compañeros de trabajo y usuarios. Por supuesto, la falta de recursos no se considera solo una potencial fuente de estrés, la exposición continuada al sufrimiento humano, las dificultades para el autocuidado y la precariedad de la profesión también influyen en la sensación de inestabilidad y sobrecarga.
Aunque nuestro país se viene esforzando en el desarrollo de los estudios de psicología clínica y sanitaria, la atención psicológica que presta a la ciudadanía en el sistema público resulta insuficiente. La administración pública es hoy el principal agente que motiva la medicalización de los problemas emocionales y que impulsa la privatización de su tratamiento.
A este hecho hay que añadirle los escasos mecanismos de actuación frente a las pseudoterapias. El Plan de Protección de la salud de las personas frente a las pseudoterapias y campañas como #CoNprueba son básicas para la divulgación de la ciencia y la promoción del pensamiento crítico, pero no toda la responsabilidad se puede poner en la ciudadanía. Sin sanciones, sin medidas ejemplares, los tratamientos pseudocientíficos en psicología siguen su curso y por ende, siendo un peligro para la salud.
Si hay algo que hoy deben saber estos nuevos estudiantes de Psicología sobre la profesión es que para su desarrollo ya no basta con estar específicamente formados en el comportamiento humano, la salud mental y la prevención. Hay que tomar partido contra un sistema que dinamita la salud comunitaria.
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