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Escuchar una historia

Mesa para cinco ·

Las narrativas se transmitían de generación en generación mediante la palabra hablada. Luego, el papiro, un material de escritura flexible, surgió en el antiguo Egipto

Domingo, 8 de octubre 2023, 07:51

La revista científica 'Nature' publicó en 2016 un asombroso mapa de colores. Científicos de la Universidad Washington en San Luis (Misuri) emplearon técnicas de inteligencia artificial para cartografiar nuestro cerebro mediante el análisis de una extensa cantidad de datos. Estos datos incluían miles de cortes ... histológicos de sustancia encefálica de cadáveres, así como centenares de imágenes avanzadas de exploraciones por resonancia magnética funcional que registraban la actividad neuronal en sujetos vivos.El resultado fue un detallado mapa con 180 regiones diferenciadas. Y en una de estas regiones, ya conocida desde 1956 y nombrada en su momento como 55b, descubrieron algo intrigante. Una inesperada actividad eléctrica aparecía en esta localización cortical de nuestro encéfalo cuando los voluntarios escuchaban una historia. Unos destellos brillantes, a los que se asoció un color arbitrario, lucían con todo su esplendor en las pantallas de los equipos de resonancia. Y, al mismo tiempo, las regiones de alrededor permanecían en la oscuridad (con una actividad menor).

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Escuchar una historia es una de las actividades más enriquecedoras y emocionantes que el ser humano puede experimentar. La permanencia y transmisión de hechos y ficciones es un viaje que abarca milenios, desde la tradición oral en la que todo se transmitía verbalmente, hasta la era actual de las nuevas tecnologías de la información. En sus inicios, las narrativas se transmitían de generación en generación mediante la palabra hablada. Luego, el papiro, un material de escritura flexible, surgió en el antiguo Egipto y permitió la creación de rollos que albergaban textos religiosos, literarios y científicos. El pergamino sustituyó al papiro hasta la llegada del papel. La invención de la imprenta por Johannes Gutenberg en el siglo XV revolucionó la forma en que se producían los libros, con tipos móviles que facilitaban la producción masiva. Esto hizo que los libros fueran más accesibles y asequibles, estimulando la difusión de ideas durante el Renacimiento.

Cuando nos cuentan o leemos una historia podemos sentir alegría al acompañar a un héroe en su triunfo, empatía por el conflicto de un personaje, tristeza por una despedida o incluso miedo ante lo inesperado de un episodio de terror. Las emociones que sentimos se relacionan directamente con el sistema límbico, una red de estructuras cerebrales, como el hipocampo, la amígdala y el hipotálamo, que desempeñan un papel central en la regulación de las emociones, la memoria y la motivación. Esta red interconectada trabaja en conjunto para procesar y gestionar nuestras respuestas emocionales y de comportamiento, determinando nuestra experiencia emocional y nuestra capacidad para tomar decisiones y recordar la información. A través de su interacción con el córtex prefrontal y otras áreas cerebrales, el sistema límbico contribuye a dar sentido a nuestras experiencias ya cómo nos relacionamos con el mundo que nos rodea.

Afirmar que la lectura, que en esencia es una forma de escuchar una historia, desencadena una especie de exhibición de fuegos artificiales en una pequeña isla de nuestro córtex cerebral, resulta ser una revelación fascinante no exenta de cierto lirismo. No obstante, sería hacer una simplificación excesiva sobre cómo funciona la estructura más compleja del universo. Nuestra materia gris no alberga una paleta de colores —por algo se llama así—, y asociar una única región a un proceso tan plástico relacionado con el lenguaje es solo un primer paso para la comprensión del fenómeno. Los neurocientíficos saben muy bien que cada observación experimental, cada avance, abre una nueva puerta que conduce a un palacio de espejos con innumerables estancias por descubrir.

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Los voluntarios de los experimentos del mapeado del cerebro escuchaban una historia leída por una tercera persona. Solo la sensibilidad de Irene Vallejo, autora de uno de los libros más bellos que han pasado por mis manos, 'El infinito en un junco', puede expresarlo en toda su plenitud: «Si alguien lee para ti, desea tu placer; es un acto de amor y un armisticio en medio de los combates de la vida. Mientras escuchas con soñadora atención, el narrador y el libro se funden en una única presencia, en una sola voz. Y, de la misma forma que tu lector modula para ti las inflexiones, las sonrisas tenues, los silencios y las miradas, también la historia es tuya por derecho inalienable. Nunca olvidarás a quien te contó un buen cuento en la penumbra de una noche». Una tormenta eléctrica de neurotransmisores acaba de comenzar en su cerebro. ¿La han sentido?

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