
Pascual Vera
Murcia
Viernes, 19 de abril 2024, 00:07
Enrique Garcés de los Fayos es profesor titular de Evaluación Psicológica en la Facultad de Psicología y Logopedia de la Universidad de Murcia y profesor responsable de la asignatura de Psicología del deporte de cuarto de Psicología en la UMU. Ana Peinado Portero es profesora asociada en la Facultad de Psicología en el departamento de Psiquiatría y Psicología. Los dos forman parte del grupo de investigación de Psicología del Deporte de la Universidad de Murcia, que incluye entre sus líneas de estudio el 'burnout' y los deportes, optimismo y deporte y la edorexia en deportistas, entre otros.
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Los problemas de la conducta alimentaria que tienen los deportistas, aseguran, están relacionados con traumas. Suelen ser personas que se han desvinculado muy pronto de la familia y tienen que irse pronto a otros clubes u otras ciudades lejos de su entorno.
Para que salga un superclase es necesario que existan muchos otros deportistas menos brillantes, muchos de ellos terminan abandonando prematuramente a causa del 'burnout'. Los dos investigadores intentan estudiar cómo regulan estos deportistas sus emociones y si se dan algunos parámetros comunes en la forma de afrontarlas. Están seguros de que, solo conociéndolos, podrían encontrarse soluciones a su situación.
Ambos investigadores coinciden en que lo que subyace en el fondo de problemas como la edorexia, la anorexia y la vigorexia, son trastornos de la personalidad. Afirman que, en el fondo, suelen albergar una desviación, posiblemente por traumas que se arrastran. En la anorexia y la edorexia se utiliza la comida como recurso para intentar disminuir los momentos de ansiedad.
Garcés de los Fayos piensa que la vigorexia esconde un problema grande de inseguridad. Quienes la padecen tienen una mala percepción de su propia imagen: se ven mal y necesitan muscularse. En su opinión, «el problema es de concepto: yo valgo lo que vale la imagen que estoy proyectando y, por lo tanto, si no me veo con unos bíceps suficientemente grandes, no soy la persona ideal que debería ser en esta sociedad».
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Para Ana Peinado, aunque todavía queda mucha investigación por realizar, el origen del problema suele venir de lejos: si tienen un problema respecto a su propia imagen es porque ha habido una situación previa, posiblemente en su infancia, en la que la persona no se sintió suficientemente valorada y tiene que buscar algo externo para lograr esa valoración. «Es algo muy lamentable que una persona, por los traumas que ha desarrollado a lo largo de su vida, valga lo que vale su cuerpo», se lamenta la investigadora.
Las redes sociales son el altavoz de este trastorno, aseguran. La gente no transmite mensajes sobre lo culta que es o lo bien que pinta, comentan. Lo que vienen a decir es «fíjate qué cuerpo tan impresionante tengo, o qué parte del cuerpo tan perfeccionada». Lo único que prima es la imagen.
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Peinado aclara que a veces el trauma no es solo lo que ocurrió, también puede ser algo que no ocurrió: un niño que no fue suficientemente consolado o ayudado si tuvo un problema de 'bullying' en el colegio, o que no se sintió escuchado por la familia, o porque sus padres estaban absortos con su trabajo son un excelente caldo de cultivo para originarlo. Si a esta situación le añadimos la presión de las redes sociales tenemos la tormenta perfecta, aseguran.
Los habituales que acuden al gimnasio solo para obtener músculo caen en la obsesión por consumir todo tipo de productos que le ayuden en su objetivo, y a menudo consumen sustancias peligrosas e incluso prohibidas. Afirman que el deporte nos lleva a otro tipo de conceptos positivos que a su parecer estas personas no comparten.
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La persona con vigorexia tiene problemas de personalidad, sobre todo los que demuestran una obsesión o un perfeccionismo exagerados. La vida ofrece cosas muy variadas y si se limitan para atender a una sola, surge un problema. El mismo problema que se tendría con otras adicciones, porque al final estamos hablando de adictos, afirma Garcés de los Fayos. «Obsesionarse por el músculo grande es lo mismo que estar jugando a las tragaperras u obsesionarse con el porno». Se trata en todos los casos de diferentes adicciones generadas por algo que no marcha bien en nosotros.
Asegura Ana Peinado que, en estas situaciones, se ve afectada un área concreta del cerebro, que necesita volver a practicar esta actividad para segregar cada vez más dopamina. Si no se hace, el circuito de recompensa se desconecta y se produce un bajón. Al final se entra en un círculo vicioso en el que la única manera de salir es volver a practicar ese tipo de actividad. Una cadena de la que es complicado salir.
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Hay quienes se preguntan qué ha pasado en nuestra sociedad para que el modelo de míster universo pase de ser Sean Connery a ser Schwarzenegger, cuándo alguien decidió que lo bello era el músculo exagerado.
El concepto de 'burnout' tiene su origen en los primeros 70, y hace alusión a un vacío existencial que se asoció al desgaste profesional. Este síndrome se vinculó enseguida al estrés laboral. Se vio que estaba caracterizado por un agotamiento emocional muy potente, lo que da lugar a un distanciamiento emocional hacia la gente, y si el síndrome avanza termina siendo una persona que siente que no se desarrolla personal y profesionalmente en el lugar en que está.
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El 'burnout', el síndrome de estar quemado, existe en un alto porcentaje en el deporte, entre el 5% y el 10% de los deportistas tienen importantes niveles de 'burnout'. En el mundo del deporte existen determinadas variables como el entrenador, la familia o un entorno extremadamente competitivo, que hacen que los deportistas caigan con más facilidad en este síndrome. Cuando se trata de deportistas de alto nivel, estos peligros parecen más asumibles, pero la cosa se complica cuando hablamos de chicos absolutamente normales en sus cualidades deportivas.
En estos momentos, ambos profesores trabajan en buscar estrategias que permitan abordar el problema desde la gestión emocional, y también en plantear estrategias de prevención, es decir, si sabemos que un determinado tipo de entrenador, de competición, de relaciones personales, pueden originar este síndrome, intentar introducir medidas preventivas que lo eviten.
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La edorexia es un trastorno de la conducta alimentaria que ha sido definido por su compañero de la UMU José Luis López Morales y consiste en la utilización de la comida como un mecanismo de regulación emocional. Quienes padecen ese síndrome utilizan la comida para regular las emociones.
Es diferente de la bulimia, que consiste en regular las emociones comiendo en exceso. La gente que tiene bulimia prepara sus atracones, compran comida poco saludable y la llevan a casa. Después de ingerirla necesitan vomitar, y el propio vómito se convierte en una conducta adictiva, un patrón de conducta que puede llegar a ser repetido prácticamente a diario.
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La edorexia la padecen personas con algún problema emocional, ansiedad, depresión u otros problemas de índole emocional, y lo tratan de controlar a través de la alimentación. Tras una jornada con mucho estrés, las personas que padecen edorexia llegan a casa con mucha ansiedad, empiezan a comer y no saben parar. «Es como si el cerebro no enviara la señal de que se ha comido lo suficiente. Hasta que la ansiedad no se calma no tienen la sensación de que hay que parar», comentan los investigadores.
Muchas personas, conscientes de que tienen un problema de picoteo continuo, tratan de compensarlo a través de la práctica deportiva. Pueden estar cuatro horas comiendo y de ahí pueden salir a hacer deporte para tratar de quemar todo lo que han podido comer.
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Ambos están de acuerdo en que, más que como trastornos de la conducta alimentaria, habría que pensar en la edorexia y la vigorexia como síntomas de que la estructura psicológica no está bien. Y es que «cuando el cerebro sale de un nivel de tolerancia de emociones, tiene que volver a la calma; es la única manera de que se detenga el proceso», aseguran.
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