Temprano envías mails para preparar la gestión que se viene encima. Dejas lo más urgente enviado y acudes al preparador personal. Hoy levantas más peso de la cuenta y te pasa factura. No puedes doblar los brazos el resto del día.
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En el departamento, preparas ... con Isabel los criterios para la elección de asignaturas. No os aclaráis con los archivos y estáis perdidos. Es una batalla contra la burocracia.
Comes rápidamente y regresas para el examen de 'Últimas tendencias', a las tres y media de la tarde. Se te hace infinito. Afortunadamente, te ayudan Javier y Patricia y todo es un poco más fácil.
Llegas a casa y, sin cambiarte, te sientas a terminar el estadillo para la elección de asignaturas. Estás reventado del día, pero no te acuestas hasta que lo acabas, ya de madrugada. Te cuesta trabajo dormir.
Desde que te levantas, organizas la burocracia. Creías que esta semana ibas a tener tiempo para la novela, pero no es así. Decides, de hecho, no tenerlo. Es la única solución. Dedicarte a las gestiones del departamento esta semana en cuerpo y alma. Si la novela ha aguantado dos meses, puede también aguantar una semana más.
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Al llegar al despacho de la universidad, te dejas caer en la silla y las ruedas se hacen trizas. No te caes de puro milagro. Terminas con Isabel las últimas cuentas y convocáis la reunión para la organización docente.
Te pruebas camisas y nada te queda bien. No hay manera de adelgazar.
Por la tarde, clase del Club Renacimiento. Acabas cansado. Mientras cenas, ves terminar 'El vecino'. Es mala, pero divierte.
Lees un poco de 'Nora Webster' y, al menos, en la lectura, tomas nota del tono y los giros que te interesan para tu novela. La prosa de Colm Tóibín es calmante y te relaja. Duermes bien.
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Entrenador por la mañana. Hoy más asumible. Después, dermatólogo –todo bien– y continúas con las gestiones.
Recoges el enmarcado de la serigrafía de Escavy que continuaba aún en Adimur. Es elegante. Le da el toque que le faltaba al salón.
Contestas que no a varias presentaciones. Estoy de retirada, dices. Al menos durante un tiempo.
Sientes el cansancio de las redes. Y la necesidad de ir poco a poco escondiéndote. Lo tienes ya claro: cuando acabes este diario, te recluirás a escribir. Pero también a descansar de los focos. Notas también el cansancio de la escritura. El fin de la frescura de lo que puedas contar aquí, y también el ocaso de las ganas. Todo viaje necesita su final.
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Vox propone que se escuche el himno nacional por las mañanas antes de entrar a clase. Es lo que ocurre cuando la gente no tiene nada que decir, que solo se le ocurren estupideces. Es tan disparatado que ni siquiera te sale una broma. Es una broma en sí misma. Una broma peligrosa.
Preparas la conferencia del día siguiente para la clausura del máster de traducción. Esbozas rápido las ideas y organizas un Power Point.
A media tarde, taller literario. Acabas cansado.
Después de cenar, continúas con las gestiones. El trabajo te desborda, pero tratas de no agobiarte.
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En eso sí que has cambiado respecto a tu pasado. Aunque no tengas un momento para respirar, tratas de verlo desde fuera. Si no llegas, no llegas. Y si sale mal, que te echen. En la dirección del departamento tienes presión cero. Como no es la ilusión de tu vida estar ahí, lo haces lo mejor que puedes y sabes, pero ya está. No te vas a obsesionar.
Por la mañana, conferencia sobre tu obra en el máster de traducción. Hablas sobre la experiencia en la traducción de tus libros, y especialmente sobre la ilusión de ver en otro idioma eso que has escrito en soledad.
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Disfrutas mientras hablas y, sobre todo, tienes la sensación de que lo que has hecho es serio, que sirve para la algo. Tal vez sea solo una ilusión, pero hoy te sientes escritor. Escritor de verdad.
Después, reunión. Sigues preguntando dudas y enviando correos, solucionando fuegos por todos los lados. El móvil es un hervidero.
A las cinco, reunión en Zoom con Rosa y Patricia. Un proyecto ilusionante está en marcha. Después, también en Zoom, reunión con Willy para encontrar las sintonías del piloto del podcast. Parece que la cosa funciona.
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Al terminar, continúas haciendo cuentas para la reunión de mañana.
Cenas con Mieke Bal. Te cuenta sus nuevos proyectos y te confiesa que no puede parar, que tiene miedo de encontrarse sin nada que hacer. Habláis de un próximo libro. Necesita tener siempre algo en el horizonte, caminar constantemente hacia delante. Nunca has conocido a nadie tan incansable.
Te cuesta dormir pensando en la reunión de mañana. No te lo quitas de la cabeza.
Temprano, a la universidad. Aunque la reunión es virtual, la hacéis desde el despacho. Tú en una esquina, Isabel en la otra, tratando de cuadrarlo todo. Cada vez salen unos números diferentes. La capacidad docente del departamento, las asignaturas de cada uno, las reducciones, los redondeos, los decimales perdidos... Todas las normas, todas las excepciones. Te explota la cabeza. Sabes que te habrás equivocado. Desde luego, no estás hecho para esto.
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Termináis a las dos y el dolor de cabeza ya no se va en todo el día. Se mantiene cuando Belén os hace unas fotos con cámara de placas y tratas de impostar una sonrisa. Incluso cuando llegas a casa para descansar un poco y caes a la cama redondo.
Varios amigos, de comida, te llaman desde tres sitios. Vente. Vente. Vente. Son cantos de sirena y quisieras ir, pero estás tan agotado que no te puedes mover. Tan agotado que incluso te cuesta trabajo dormir.
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En el duermevela piensas en el sentido de esta burocracia, en la pérdida de tiempo y sobre todo en el desperdicio de capacidades y destrezas. Te has formado para escribir, para investigar, para dar clase. En eso eres bueno. Al menos, tienes experiencia y lo sabes hacer. Cuadrando números y rellenando papeles e informes tienes la sensación no solo de estar perdiendo el tiempo, sino también de desaprovechar la experiencia, de estar haciendo algo que cualquiera podría hacer mejor que tú. Pero ya no hay vuelta atrás. Son dos años. El servicio militar universitario.
Pasas la mañana corrigiendo prácticas. Por la tarde, asistes con Raquel e Isabel a la conferencia de Mieke Bal en Cartagena. Habla de la potencia del arte para visualizar la inminente transformación del presente. Te interesa sobre todo su reflexión sobre la figura de Casandra, la profetisa condenada por Apolo a nunca ser creída. Te hace pensar en las voces no escuchadas y en las verdades silenciadas, y en cómo los mitos nos siguen ayudando a pensar y figurar el mundo en que vivimos.
Regresáis a Murcia y pedís un pizza de camino. Cenas en casa con Raquel, pero al terminar, te acercas a despedir a Mieke, que está tomando un gin-tonic con Jesús. Te ha gustado verla. También que aparezca en tu penúltimo diario, ahora que todo comienza a sonar a fin.
Esta noche también te cruzas con Marta. Hacía casi un año que no la veías. Al final sí que era difícil encontraros, incluso en Murcia. El algoritmo de las calles. Te alegra mucho verla. Ha sido muy importante durante estos últimos años. Tiene sentido que aparezca al final de este diario. Eso es lo que piensas mientras vuelves a casa, que a veces la vida tiene la estructura de la ficción, con sus personajes principales apareciendo de la nada en mitad de la noche, reclamando su lugar en la narración, trayendo de nuevo el pasado, haciéndolo presente en esta recapitulación.
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Toda la mañana corrigiendo prácticas. Algunos estudiantes se lo han tomado en serio y eso te reconcilia con el trabajo.
Por la tarde, tomas un café con Leo y Tonino. Os enseña el estudio. Ya lo sabíais, pero al verlo manejar los controles de producción, tomáis conciencia de que es un músico increíble. Es una suerte y un privilegio tenerlo tan cerca.
En casa, continúas corrigiendo. Después, veis terminar la última temporada de 'El método Kominsky'. Te conmueve su equilibrio entre el drama y la comedia. El final es perfecto. Raquel y tú lloráis a dúo. Os vais a la cama con una sensación a medio camino entre la satisfacción por haber disfrutado de algo hermoso y el duelo por que haya llegado a su fin. Esa es, sin duda, la emoción latente de la semana: la conciencia del final. La sientes ahora, cuando cierras este párrafo y te dispones a vivir la última semana de este diario de escritura.
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