Lunes 25 de enero

Escribes desde temprano. El primer capítulo de la cuarta parte. Parece que funciona. Así es la escritura, subidas y bajadas constantes.

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A media mañana, entrenador personal. Tren superior. La rodilla sigue doliendo.

Por la tarde, club de lectura virtual sobre 'El dolor de los demás'. Es un rato muy agradable. Percibes el interés en las preguntas, en la atención, en el modo de hablar. Se te hace corto.

Comenzáis a ver 'Nobel', una de las series europeas del momento. No acaba de arrancar en ningún momento. No le encuentras la gracia.

Martes 26 de enero

Te arreglas la barba por la mañana y después recoges la resonancia de la rodilla. Aunque no acaba de verse claro, todo indica que el menisco está roto. Si así fuera, ya llevarías dos lesiones de menisco en este diario. Y sin apenas moverte.

Después, avanzas la escritura de la novela. Una página. Ya es algo. Lo importante es que nunca se frene del todo.

Preparas la maleta para el viaje a Madrid. Has perdido la costumbre y tienes que pararte a pensar. Antes lo hacías de modo automático. Echas más mascarillas que ropa interior.

Miércoles 27 de enero

Hace casi un año que no viajas a Madrid. Cuando el tren se aproxima a Atocha y ves la ciudad a lo lejos, te emocionas. Igual que cuando caminas por la calle. Es cierto, seguimos en el peor momento de la pandemia, pero el hecho de haber vuelto a pisar la ciudad, aunque sea por un momento, te genera una ilusión de futuro que te alegra el día.

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Comes solo, no quieres llamar a ningún amigo para no ponerlo en un compromiso.

Por la tarde, presentas tu ensayo de la siesta en la librería Alberti. Conversas con Luisgé Martín, que fue uno de los instigadores del libro. Antes has tomado una cerveza con él junto a la librería. No os ha dado tiempo a poneros al día. Demasiadas cosas que contar.

En la presentación no acabas de estar lúcido. No encuentras las palabras precisas. Tienes la cabeza en otro lugar. Piensas en mañana.

Al terminar, se acercan amigos. Te gustaría tomar algo con ellos, pero te vas directamente al hotel. Es un coitus interruptus. No sabes hasta qué punto compensa.

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Compras un poke para llevar y cenas en la habitación mientras ves dos episodios de 'Nobel'. La acabas casi por obligación.

Lees un poco antes de acostarte y tratas de dormirte. No hay manera. Estás nervioso. Llevas así varios días.

Jueves 28 de enero

Por la mañana te acercas a La Central del Reina. Durante mucho tiempo, fue tu librería favorita de Madrid. Antes de que abrieran La Central de Callao. Ahora está medio desmantelada y ha perdido todo el encanto. Aun así, algunos libros encuentras.

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Comes temprano e intentas dormir una siesta. No hay manera. Se acerca el momento y los nervios te consumen. Hoy vas a 'Late Motiv'.

A las cuatro, te recoge el taxi en el hotel. Llegas a los estudios y, antes de nada, te hacen un test de antígenos. En parte, estás nervioso por eso. ¿Te imaginas que das positivo y tienes que volverte para casa sin salir en el programa? A los quince minutos, el resultado: negativo. De repente, desaparece el nerviosismo. Más que nervioso, estabas inquieto. Y ahora, más que nervioso, estás emocionado.

En maquillaje coincides con Cimas y Coronas. Después, Buenafuente se acerca al camerino y te comenta el libro. Le ha gustado mucho y dice que lo ha regalado ya varias veces. Es afable y simpático. Eso te calma. A partir de ese momento, comienzas a disfrutar de la situación. La emoción muta hacia la alegría y el privilegio. Te recreas en lo que está sucediendo, las bambalinas del programa, los colaboradores a punto de salir... la tele por dentro. Tu curiosidad antropológica trata de apuntarlo todo; quisieras que se frenara el mundo para descubrir todos los detalles. Los grabas en tu memoria.

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La entrevista con Buenafuentesale bien. Mejor de lo que esperabas. Estás incómodo en la cama que te han puesto, pero tratas de estar relajado. Dejas que salga tu acento murciano, haces alguna broma y al mismo tiempo logras decir cosas con algún sentido.

Se te pasa en nada. Un parpadeo. Te sabe a poco. Como toda la experiencia. También las conversaciones de después.

Es un privilegio y una suerte. Y te cuesta trabajo asumirlo. No lo haces cuando te despides de Buenafuente y la gente del equipo. Tampoco después, cuando tomas unas cervezas con Cimas y Litus y no puedes dejar de reír. Ni algo más tarde, cuando llegas a la habitación justo para la emisión del programa y te ves en la cama frente a las cámaras. Ni siquiera cuando hablas con Raquel y compartes la emoción. Ni más tarde, con los comentarios de los amigos y las redes sociales.

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Solo comienzas a bajar un poco al suelo cuando apagas la luz a las tres de la mañana y te quedas a solas contigo. Procuras retener esta sensación de felicidad. La alegría compartida. La satisfacción en medio del gran desmoronamiento.

Viernes 29 de enero

Despiertas con la sonrisa en los labios. Aún flotando un poquito. Después del 'check out', sesión de fotografías con Berta.

Te acercas a La Central de Callao y allí, de nuevo, vuelves a comprar varios libros. Ya no te caben en la maleta.

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Caminas a cámara lenta. Por el dolor de la rodilla, pero también porque sientes el tiempo frenado.

Durante el viaje de vuelta, los mensajes no paran. 'Experto en siestas', aparece una y otra vez en los vídeos. Lo pensaste ayer. Esto tiene un doble filo. Corres el peligro de que esa etiqueta banalice y eclipse tu trabajo, tus ensayos, tus novelas. Para algunos parece que no has hecho otra cosa en tu vida que dormir la siesta. Es lo que faltó en la entrevista, una referencia aunque fuese mínima a tu escritura. La oportunidad perdida de hablar de tus libros. Pero no se puede tener todo. Sabías a lo que ibas. Y estás contento.

Tal vez para escapar de esa sensación, abres el ordenador y comienzas a leer todo lo que llevas escrito de tu nueva novela. Lo ves desde fuera y te gusta lo que lees. Más de lo que imaginabas. Aunque tengas que arreglar cosas, la novela parece funcionar. Eso lo apacigua todo.

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Al llegar, te abrazas con Raquel. Ella también ha sufrido el nerviosismo y la ilusión de estos días.

Veis 'Bajo cero'. Traslado de presos y situaciones de tensión. No parece española. No te extraña que triunfe en Estados Unidos. Aunque Javier Gutiérrez no se parezca nada a Liam Neeson.

Sábado 30 de enero

Terminas de tomar el café en el balcón mientras lees los periódicos. Hace un día de primavera. Con el cielo azul, la resaca emocional es más intensa. Y la sensación aún más contradictoria.

Hoy se superan los mil muertos en Murcia desde el inicio de la pandemia. No se ve la luz a los lejos. Quizá por eso los pequeños momentos de felicidad se aprecian aún más. Aunque a uno le cueste saborearlos del todo, con la mirada siempre en la tragedia continua.

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Lees unas páginas de 'Reina roja', la novela de Juan Gómez Jurado, para tratar de entender el porqué del fenómeno literario. No logras comprender nada. Se te cae por todos los lados. No le cabe un cliché más.

Por la noche, veis 'Cosmética del enemigo', la película inspirada en la novela de Amélie Nothomb. No es una adaptación fácil, pero funciona. Entretiene.

Domingo 31 de enero

Día de lectura y escritura. Continúas leyendo 'Manual de la oscuridad'. A la mitad, se ha desinflado el libro. O quizá sea tu lectura, tu disposición, la que ha perdido intensidad. También a veces ocurre. No es culpa del libro, sino del lector. Por eso es tan importante encontrar la manera de mantener la atención del lector en todo momento. La trama, el tono, la emoción. Siempre algo por resolver, un agujero negro que atrape a quien lee. Es lo que tratas de hacer esta tarde en tu novela, encontrar ese campo magnético a mitad de camino, esa fuerza invisible que envíe al lector hacia el final de la novela. Crees que lo consigues. Hoy, al menos. Un pequeño logro. Con eso te das por satisfecho.

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