Lunes 7 de septiembre

Nadas temprano. Luego estás cansado todo el día. Hay quien dice que hacer ejercicio por la mañana te activa y te llena de energía. A ti, sin embargo, te cansa. Te produce una fatiga extraña de la que no encuentras el modo de descansar.

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Esbozas ... el prólogo para un libro futuro que reúne algunos trabajos de Anna Maria Guasch. Querías terminarlo entre hoy y mañana. Sin embargo, a finales de la mañana llegan las pruebas de imprenta de tu librito sobre la siesta y tienes que ponerte a corregirlas con cierta celeridad. No importa lo que planifiques; siempre hay algo que lo descuadra.

El ensayo ha quedado mejor de lo que esperabas. Lo comenzaste como un divertimento y al final ha salido algo consistente. Mientras lo revisas, tienes momentos de duda y momentos de júbilo. Instantes en los que piensas: «Y eso a quién le va a interesar», y otros en los que te gusta lo que lees. Es una sensación contradictoria. Siempre ocurre así. La duda y la satisfacción, anudadas.

Terminas de madrugada de corregir y limar erratas. Te acuestas satisfecho, pero con los ojos vidriosos de no haber levantado la vista de la pantalla. Apenas puedes dormir.

Martes 8 de septiembre

Hoy te vas a tatuar. Por primera vez en tu vida. Durante mucho tiempo has sido refractario a los tatuajes. Algunos te gustan en la piel ajena, pero estabas convencido de que cualquier cosa que te hicieras en tu piel acabaría cansándote. Con lo que te agotas tú de todo... Pero decides hacerlo. Lo haces por amistad. También porque el tatuaje te gusta. Un eje descentrado –como vuestro Eje del Mal–, un conjunto vacío ligeramente irregular. Un círculo y dos flechas. El movimiento en el equilibrio... Le das todos esos significados, pero el fundamental –tal vez el único– es la amistad. Y también la memoria. El día en que todos os grabasteis ese símbolo. Pero también el signo de una época difícil, un marcador de tiempo, la memoria de este momento incierto y los modos de hacerle frente.

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Lo que no imaginabas era el daño. No sabes si es el lugar que eliges –la parte interior del brazo– o tu umbral del dolor, pero pasas un rato solo regular. A partir de ahora mirarás de modo diferente los tatuajes de la gente. Hay algo de masoquismo en ese dolor exquisito y buscado. Sin duda. No te preocupes, te dicen, cuando se te olvide seguro que te haces otro, todo es empezar. Sí, claro, contestas, afortunadamente sigo teniendo muy buena memoria.

Después coméis en La Cava de Royán y celebráis la amistad, la alegría de estar juntos en mitad del gran desmoronamiento. El brazo te arde.

Miércoles 9 de septiembre

Amaneces con resaca. De bebida y de comida. A veces no recuerdas que no tienes vesícula.

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Antes de desayunar te compras la pomada para el tatuaje. Pica y escuece.

Llegan buenas noticas. La traducción al italiano de 'El dolor de los demás' parece que ya está en marcha. Poco a poco el libro va encontrando otras lenguas. Lo celebras sin alcohol.

Comenzáis a ver 'La línea invisible'. No sabes qué sucede, pero le falta algo, como si la narración no se sostuviese más allá de la historia. Eso, la historia que cuenta, los orígenes de ETA, es en realidad lo único que te interesa de la serie. Lo demás no va a ningún lado.

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Te sigue punzando el tatuaje. No te quejas a Raquel. Ahora lo escribes aquí, pero durante días haces como si no te doliese.

Jueves 10 de septiembre

Toda la mañana enviando e-mails. No puedes dejar de mirar el tatuaje. Te gusta y te duele a partes iguales.

Conversación con tu agente literaria. Estáis comenzando ahora. Cuelgas ilusionado y feliz, con la sensación de que alguien se toma en serio lo que escribes.

Las noticias sobre la Covid son cada vez peores. Ya no sabes cómo reaccionar. Se culpabiliza a la gente. Antes, cuando todo iba bien, era gracias al Gobierno. Ahora, que todo va peor, es por culpa de los ciudadanos. Intuyes una cierta demonización sobre todo de la juventud, y una retórica perversa que asocia diversión y contagio, como una especie de condena o pecado. La enfermedad, como escribió Susan Sontag, es siempre una metáfora, está preñada de significados y construida como un discurso. La retórica de la Covid también se está construyendo. No te agrada esa arquitectura.

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Viernes 11 de septiembre

Lees 'Fin de temporada', la última novela Ignacio Martínez de Pisón. Es un maestro de la narración y eso se nota sobre todo en el modo en que edifica los personajes. Tomas ideas para tu novela. De momento, tendrás que cambiar el nombre y el carácter de uno de los personajes, el hijo de la protagonista. Se parecen demasiado. Es lo que sucede cuando uno trabaja con personajes de ficción, los arquetipos acaban muchas veces coincidiendo. Tienes que buscar un rasgo específico, singular, que lo convierta en un sujeto real.

Los datos de la pandemia en Murcia siguen siendo negativos y preocupantes. Lo que más ansiedad te genera es la incertidumbre, la imposibilidad de responder a la pregunta de cuándo acabará todo esto. En el estado de alarma había una fecha, un horizonte, el regreso a la nueva normalidad. Ahora, sin embargo, no hay ningún marcador de futuro. Lo asumirías todo mejor si te dijeran «hasta septiembre de 2021 vamos a seguir así», si pudieras imaginar un límite, aunque fuera un límite desmesurado. Un fin, para dar sentido a la espera.

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Por la tarde, visitas en el Centro Párraga la residencia de Theor. Meditas en el espacio vacío que ha construido. Por un momento se frena el tiempo.

Sábado 12 de septiembre

Te sigue tirando el tatuaje. Se te ha puesto roja la piel. Te duele también la pierna. No sabes de qué es, pero te cuesta trabajo andar.

Regresas al prólogo del libro de Anna Guasch. Pasas toda la tarde ahí metido para esbozar unos párrafos. Al final los textos, no importa lo relevantes que sean, toman tiempo. Y energía. Requieren poner toda la maquinaria en movimiento.

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Terminas con dolor de cabeza.

Por la noche comenzáis a ver 'Servant'. Es una serie inquietante. Te da ideas para tu novela, sobre todo para dosificar la tensión. Hay algo que necesitas mover hacia al final, una revelación que aparece demasiado pronto.

No puedes evitarlo, cada cosa que ves o lees te conduce a tu novela. No cesas de escribir en segundo plano.

Domingo 13 de septiembre

Terminas el prólogo y lo envías. Al final han salido algo más de tres mil palabras. Anna te contesta y te dice que le ha encantado el planteamiento. Te alegra que al final haya tenido sentido la escritura.

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Tachas el texto en la lista de tareas, colocas en la estantería los libros que has utilizado y lo dejas todo planteado para el siguiente, una introducción a los dibujos de Javier Pérez. Mañana comienzas. Aun así, dejas esbozadas algunas ideas en el cuaderno.

Te quedas solo en casa toda la tarde. Pones un episodio de 'Cobra Kai' y pasas varias horas enganchado a la tele. Te entra de lleno la nostalgia.

Recuerdas los viajes con tu hermano al videoclub. Alquilabais películas de acción. Todas las de Van Damme, de Steven Seagal, de Stallone, de Chuck Norris y cualquier cosa de artes marciales. Eran los años en los que hacías taekwondo en Beniaján. Por supuesto, en tu mente eras un héroe como los de las películas. Entrenabas en el huerto. Los limoneros eran tu oponente. Como Daniel San, llevabas una bandana atada a la frente. Tiempo libre, soledad e imaginación. Era la infancia en la huerta.

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En el taekwondo no llegaste muy lejos, pero te dieron una medalla en un campeonato infantil. Pasabas la pierna con facilidad por encima de la cabeza de tu contrincante. Lo recuerdas ahora, mientras tratas de ensayar una patada giratoria de camino al frigorífico y te haces daño en el abductor. Eres el mismo niño fantasioso. Aunque tu cuerpo se resista a reconocerlo.

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