FRANCISCO OJADOS
Jueves, 10 de septiembre 2020, 01:25
Con cuarenta y una temporadas de alternativa y sesenta y seis años a las espaldas llegaba a la feria de Murcia de 2000 un torero de leyenda. Porque el ciudadano Francisco Romero López, en los carteles Curro Romero (1933), cuando vistió el traje de luces ... nunca pasó desapercibido, por bueno o por malo. El maestro de Camas sumó a su causa a fieles seguidores –tomó la alternativa en Valencia el 18 de marzo de 1959 y se marchó de los ruedos en 2000–. La suya fue una carrera sin igual, jalonada por triunfos de enorme categoría y espantadas históricas. Ha sido figurón del toreo. No solo por su currículum, que incluye cinco salidas a hombros por la Puerta del Príncipe de la Real Maestranza de Caballería de Sevilla y siete puertas grandes de las Ventas de Madrid, sino también por el impacto que todo lo que hizo tuvo para los aficionados a la tauromaquia y la leyenda que se creó en torno a su figura.
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Curro levantaba pasiones como muy pocos toreros. Con solo verle hacer el paseíllo ya merecía la pena pagar una entrada. Incluso contaban los pasos que daba en su lento paseo para cruzar el asimétrico ruedo de la Maestranza. Cincuenta y tres y medio. Sus detractores repetían en cierto tono de mofa el chiste de que una vez le pusieron rabo de toro en un restaurante y Curro se hizo un burladero con las patatas. Pasión y guasa en este país nuestro...
La feria de Murcia de 2000 comenzó embalada por el triunfo de José Tomás la tarde del sábado 8, quien le cortó dos orejas a un astado de Victoriano del Río. Fue seguida por un mano a mano histórico entre El Juli y Pepín Liria, al caerse del cartel por una lesión El Cordobés, el día 9, en una corrida en la que se puso el cartel de «no hay billetes» –hecho que no ocurría en tiempos– y en la que los diestros se repartieron siete orejas de los toros de Núñez del Cuvillo. Pepín Liria, que se llevaría el trofeo al triunfador de la feria, volvería a triunfar con rotundidad el día 11, martes de Romería, cortando un rabo a un 'victorino' de vuelta al ruedo.
Pero la gran feria de ese año tuvo un festejo que quedará para la historia. La tercera corrida del abono, el lunes 10 de septiembre, anunciaba, con toros de Luis Algarra, un cartel de arte, encabezado por el veterano y siempre impredecible Curro Romero, acompañado por un diestro exquisito como Pepín Jiménez y un jovencísimo Julián López 'El Juli'. Era la Corrida de la Prensa, cuya asociación, representada por su presidente, Felipe Julián Hernández, y África Huerta, agasajó a los toreros y al ganadero con unas reproducciones en plata de la Virgen de la Fuensanta, patrona de Murcia. Según dejaron escrito José María Galiana en LA VERDAD y Diego Vera para Efe, la plaza registró una gran entrada, con más de tres cuartos del aforo cubierto. Curro saludó una ovación en su primero y fue abroncado en su segundo. Pepín Jiménez, con una lidia total, en la que llegó a subirse al caballo para picar y compartió el tercio de banderillas con el magnífico y recordado subalterno El Formidable, dio una gran tarde y salió a hombros tras cortar una oreja de cada astado de su lote, y El Juli paseó una oreja del último de la jornada.
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«Fue ovacionado en unos lances a la verónica en su primero, al que no pudo cuajar faena por las escasas condiciones de éste, un toro que echaba la cara arriba y se defendía y al que mandó al desolladero de una media estocada fulminante. Al cuarto no quiso ni verlo, y su labor no pasó de trasteos y mantazos que fueron recibidos por la concurrencia con una gran bronca», contó Efe. Aquellas mismas verónicas las glosó José María Galiana «Curro salió decidido con el capote y se diluyó con la muleta; con la espada se alivió, pero mató pronto. Menos da una piedra». Y una anécdota: «Cuando dobló su segundo toro, alguien, desde un palco de sombra, arrojó una almohadilla que hizo blanco en el rostro del torero sevillano». Quien lea veinte años después estas crónicas, podrá concluir que la tarde fue para olvidar. Nada más lejos de la realidad.
Aquella tórrida tarde murciana fue la última en la que Curro vistió el traje de luces, un verde y oro tocado con discretos detalles bordados en oro con formas circulares. Colgó el traje de luces aquella tarde. De recuerdo se llevó una imagen de la Fuensanta y un almohadillazo. No actuó en la Feria de San Miguel de Sevilla ese año, por desavenencias con la empresa, y el festival a beneficio de Andex (Asociación de Padres de Niños con Cáncer de Andalucía y Extremadura), que tenía previsto torear mano a mano con Morante de la Puebla en la Maestranza, acabó por celebrarse en la singular plaza de La Algaba, muy cerquita de la capital sevillana, la matinal del 22 de octubre. Por la tarde, solo en su casa, decidió no torear más. Lo anunció esa noche por sorpresa en Radio Nacional de España, de forma muy sencilla y natural, durante una entrevista en el programa 'Clarín' que entonces dirigía Fernández Román. Curro mantuvo su palabra. Se fue como siempre dijo que lo haría, sin anunciar una despedida, pero la noticia puso en valor la corrida del 10 de septiembre de 2000 en La Condomina. La última corrida en la que actuó Curro Romero. Un torero único, irrepetible, recordado por sus espantadas y por sus grandes tardes de inspiración. Una leyenda.
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