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Abraza su perfeccionismo aun siendo consciente de que le hace trabajar más de la cuenta, y su afán por controlar cada milímetro de descuadre no le impide planificar su ocio para no tener la sensación de perderse planes. Nada pretenciosa a la hora de desgranar ... su currículum, Cristina Navarro casi esconde que aprovechó la última crisis del sector de la construcción para estudiar más. Arquitecta superior e ingeniera de Edificación por la Universidad Camilo José Cela de Madrid, arquitecta técnica por la Católica San Antonio de Murcia (UCAM) y con el Máster de Patrimonio de la Politécnica de Cartagena (UPCT) casi concluido, a falta del TFM, asegura que dirigir los proyectos a pie de obra, aplicando un binomio indivisible de arquitectura e interiorismo, es lo que realmente la hace feliz. Criada a caballo entre la Merced y La Flota, en la ciudad de Murcia, donde pasó parte de su niñez pintando y dibujando, reivindica el valor de los oficios implicados en la construcción, desde la albañilería o la carpintería hasta la electricidad y la fontanería. Fascinada por la alta cocina y adicta a los espacios bellos, el próximo mes de febrero recibirá uno de los Premios de la Calidad de la Edificación en la Región de Murcia (Precae), que, en su décima edición, ha reconocido su intervención en el local comercial Laura Leante, en la calle Jabonerías, como mejor proyecto de interiorismo de 2024. Viajera fuera de temporada estival, adora celebrar por celebrar con familia y amigas, las horas de charla sin fin y la sensación de libertad que la abraza cada vez que bucea en Cabo de Palos. Y en su mente, esa regla de oro: «No hagas a los demás lo que no querrías para ti».
19.00 horas. La arquitectura es difícil y hay que estar rodeada de un gabinete que te aporte mucha seguridad. Lo complicado es coordinar la normativa con lo bonito y lo funcional. La obra absorbe mucho, paso muchas horas en ella para estar pendiente de los detalles. Al final somos arquitectos y la placa de yeso laminado tiene que cumplir la normativa, pero es igual de importante que luego el cliente vaya a su casa y tenga buenos armarios y hueco para todo. Soy feliz trabajando, aunque, como me considero muy empática, siento como míos los problemas de los clientes... que a veces me escriben a las diez de la noche. Siempre digo de cortar y desconectar, pero sigo haciéndolo. Saber escuchar es muy valioso en nuestra profesión.
20.00 horas. En lo profesional siempre quiero más. Soy bastante ambiciosa y creo que es bonito tener ambición. Ahora que vengo de hacer bastantes locales comerciales, quiero hacer promociones de viviendas de forma que los compradores no vivan lo que yo he vivido con la compra de mi casa. Lo pasé muy mal. Pagué una casa cara en La Flota para las malas calidades que tenía y lo mal que te trata la gente a veces en este mundo: no encontré empatía en el promotor, y sé que eso se puede evitar. Al final me la rehíce entera poco a poco, entre proyecto y proyecto. Pedían 75 euros por cada enchufe y a eso lo llamaban interiorismo.
6.30 horas. Si estoy en fase de obra, me levanto cuando los obreros. Y si no me da tiempo a entrenar por la mañana en la terraza de mi casa, no lo hago. Para mí es muy importante que se valore al oficio. Me gusta mucho probar materiales nuevos, y he utilizado la reforma de mi casa para mostrar algunos detalles constructivos, como la aplicación de microcemento en el suelo. También hago a medida las puertas o diseño las lámparas con un estudio de Madrid. Intento estar en todos los detalles, aunque me llamen «la decoradora». Ahora tengo entre manos un proyecto en una antigua fábrica de pimentón que un cliente quiere convertir en edificio de viviendas para alquilar.
21.00 horas. Cuando termino la jornada laboral, soy muy básica. Si estoy con la neurona concentrada todo el día, prefiero cosas rápidas, como una docuserie sobre escalada que veo en Amazon Prime. Me gustan también mucho las series que tienen que ver con la cocina. Mis padres se ríen cuando digo que tenía que haber sido cocinera. Mi madre me dice: «Tú, que te lo compras todo hecho».
10.00 horas. En Murcia faltan estudios y oficios que hagan interiorismo. Y faltan tiendas. Hay dos muy buenas, pero no trabajan con muchas marcas que deberían ser básicas. Me encantaría que más compañeros hicieran interiorismo, porque habría más tiendas, más marcas... No lo veo como competencia, porque la ciudad crece con nosotros. En Jabonerías he hecho seis proyectos. Entre comerciantes van compitiendo. Uno ve que el otro ha hecho la reforma y se anima. Si me dejan, elijo hasta el ambientador.
22.00 horas. Me apunto todos los años mis metas, cosas poco habituales para mí, desde un puzle de 2.000 piezas a una ruta en kayak. Soy buena planificadora. En verano no me tomo vacaciones porque me gusta estar en Murcia: no me suena el móvil 50 veces al día y adelanto muchísimo. Después me tomo veinte días en marzo. Este año me he ido a Egipto y lo he gozado. Entré totalmente sola a la necrópolis de Saqqara y tuve una sensación sobrecogedora de inmensidad.
9.30 horas. Si el viernes por la tarde o el sábado por la mañana un cliente quiere ver un almacén, nos vamos de excursión a ver mármoles. Eso no significa que sacrifique ningún plan. Me siento muy bien rodeada, con mi grupo de siempre, quince amigas que nos conocemos desde los 3 años. También tengo amigos de la universidad, dos de Almería. Cada tanto, quedamos en un punto intermedio, como Mojácar, y nos juntamos a pasar el fin de semana. Mi mejor amiga es del máster. Se alegran de las cosas buenas más que yo misma.
14.00 horas. Mi familia es muy de celebrar. Soy la pequeña de tres hermanas, y Nochebuena es un día que pasamos en casa de mis padres. En Nochevieja me voy fuera desde los 18 años para ver cómo la gente la celebra en otros lugares. Siempre he ido mucho por mi cuenta y me gusta resolverme mis problemas. Sin embargo, mi primer trabajo me lo pagó mi padre. Tenía varios centros auditivos, uno de ellos cerca del Morales Meseguer. Iba a reformarlo cuando yo acababa de terminar, y, como no me gustaba lo que pensaba hacer, me la contrató. Me pagó mil euros. Lo contamos como anécdota en casa, y le digo que ahora no le cobraría lo mismo.
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