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Antonio García, aficionado a las carreras de los Sanfermines, lleva siete años corriendo los encierros. LV
«Correr en Estafeta es un sueño, ya de niño veía los encierros en la tele»

«Correr en Estafeta es un sueño, ya de niño veía los encierros en la tele»

El caravaqueño Antonio García, que lleva siete años participando en los Sanfermines, acapara la atención de las televisiones por su habilidad para «coger pitón»: «No hay nada igual a Pamplona»

FRancisco Ojados

Domingo, 10 de julio 2022, 18:00

A las 8 en punto, fiel a su cita con el riesgo, en la calle Estafeta, sin pensar en nada más, sin que haya otra cosa en la vida que meterse entre los pitones de un toro para protagonizar una carrera explosiva, que desborde la adrenalina, está Antonio García, un joven de Caravaca de la Cruz que desde 2014 no falla en los Sanfermines. Con este son siete años de encierros para Antonio, uno de los corredores más seguidos por las cámaras por su habilidad para «coger pitón». La afición del caravaqueño, de 35 años, le viene desde la cuna. De casta le viene al galgo. Su madre es de Campo de San Juan y su padre del Campo de Béjar, y sus abuelos tenían casa en La Risca, en Moratalla, por lo que los veranos de su infancia quedaron marcados por la fiesta con el toro como rey de la calle.

Además, la relación del progenitor con el ganado bravo viene dada por su oficio de cencerrero, el último que queda por la zona, oficio artesanal que Antonio compara como «el que afina un piano», que consiste en «dar tono a los cencerros», y que ha trabajado para muchas ganaderías, lo que hizo que el niño se familiarizara muy pronto con los bueyes y el ganado de lidia, acompañando al padre.

Con quince años, García comenzó a correr delante de las vacas en Campo de San Juan y en los encierros de los pueblos de alrededor: Moratalla, El Sabinar, Socovos, Letur... Esa fue la forja de un amante de los encierros, que veinte años después despierta fervor en Pamplona –lleva dos días de encierros y dos días protagonizando carreras extraordinarias–, hasta el punto de que mientras habla con LA VERDAD se acerca un equipo de televisión para que comente la carrera.

«El encierro es un factor motivacional en mi vida», asegura el joven opositor a Policía Local

«En Murcia están el encierro de campo y el urbano. A mí me gusta el urbano, que son los de Calasparra y Blanca», cuenta Antonio. Echa de menos los de Cehegín, que «eran encierros muy bonitos, con una subida final a la plaza que permitía carreras fantásticas».

La Región de Murcia no da para más, por lo que, para matar el gusanillo, Antonio recorre muchos kilómetros al cabo del año. Su zona más frecuentada es la Comunidad Valenciana y en especial la provincia de Castellón, con municipios como Vall de Uxó o Almassora, que echan a la calle un toro cinqueño y muy serio, pero también conoce y ha corrido los encierros de La Mancha, los de San Sebastián de los Reyes («ahí hemos hecho barbaridades, de correr dos y tres encierros en un solo día. A las 8 corríamos el de Sanse y cogíamos el coche para llegar a las 11 a Alcalá de Henares o a las 10 a Cuéllar y si había otro por la tarde en la zona allí nos plantábamos»), llegando incluso a correr en el Carnaval del Toro, de Ciudad Rodrigo (Salamanca). Todos esos viajes, esos momentos de tensión y miedo en grupo generan amistades para toda la vida. «Tengo un abanico muy amplio de amigos gracias a los encierros», afirma este caravaqueño.

Un alquiler de 3.000 euros

Centrados en Pamplona, es su séptimo año y nos explica la logística: «Tenemos un grupo estable de seis o siete corredores que de un año para otro dejamos reservado un piso». Después de dos años sin Sanfermines, los pisos han subido de forma notable: «Este año hemos cambiado de piso, al doble de precio». En total, la semana de alquiler se va a los 3.000 euros. «Aquí solo se deja a la improvisación el encierro, que no sabes lo que va a pasar, todo lo demás lo llevamos muy organizado», dice.

Para un corredor, los Sanfermines son como para un futbolista jugar la Champions. Así nos lo reconoce: «Pamplona es única. No hay nada igual. Es única porque tiene el mejor recorrido y por la presencia de los toros. Hay encierros por ahí en los que se sueltan toros con mucha presencia, pero Pamplona tiene una dificultad que no la tiene ningún otro encierro».

En cuanto a la masificación, Antonio la acepta con un «es lo que hay». Sin embargo, en el primer encierro «esperaba más gente, pero había menos extranjeros y se corrió bastante bien». Lo peor viene los fines de semana. Cuenta que «mucha gente termina quemada al final de la semana pero al año siguiente vuelve. Algo tendrá San Fermín que engancha», suspira.

Está siendo una participación estelar. Dos encierros y una habilidad increíble para coger toro. ¿Hay secreto? «Es la mentalidad. Yo vengo a correr el encierro, y a las 8 de la mañana mi cuerpo y mi mente están para correr el encierro y me cambia el chip, ya no piensas en otra cosa que no sea en estar atento y correr delante de los toros».

Tiene claro cuál es su sitio en el encierro, la mítica calle Estafeta: «Siempre soñaba con esa calle. Desde niño, cuando veía el encierro por televisión me quedaba prendado por las carreras espectaculares que se daban en esta calle, y siempre he tenido claro que tenía que correr en Estafeta. Me fijaba en muchos corredores y pensaba ¡qué maravilla! Tengo la suerte de que muchos son amigos míos».

Irá a los toros por la tarde los días de sus ganaderías favoritas, como Cebada Gago y Fuente Ymbro, y este domingo quiere ir a ver a Rafaelillo. Varios miembros de la cuadrilla son amigos. En cuanto a murcianos en Sanfermines, confirma que «siempre te encuentras a alguien. Estos días he visto unos chicos de Cehegín, y a la que yo llamo la delegación de Calasparra».

No se considera corredor: «Yo me considero aficionado al encierro. A muchos sitios voy simplemente a ver el encierro, sin necesidad de correr. Al correr, te estás exponiendo y no se expone uno sin un sentido. Corro donde me llena, donde lo siento. No corro por correr». Y cree que hay que estar en plenas condiciones: «En Pamplona me cuido mucho, vengo a correr, disfruto del almuerzo, de la compañía, pero sin excesos, pero si pasa, que en algún sitio ha pasado, que se excede uno en la fiesta y el cuerpo no está para correr por la mañana el encierro, me quedo de espectador y no pasa nada por no correr».

Imagen de un cartel

El cartel anunciador del encierro de Calasparra de 2016, protagonizado por Antonio García, «fue una sorpresa»: «La carrera fue muy sonada y al año siguiente ver que tu imagen es la de uno de los encierros más famosos de España, como el de Calasparra, alegra, más aún cuando la foto es de un gran amigo, como José López. Lo considero una anécdota». Mucha gente lo recuerda también por esa camiseta grana y azabache que servía para identificarlo: «Este año he cambiado y he pasado al blanco por la tradición del blanco y rojo y porque la camiseta ya está muy desgastada y le tengo mucho cariño y solo tengo una». Cuesta más localizarlo, pero lo tiene claro. «Si te pones delante se te va a ver igual, pero yo corro para mí. Lo hago por satisfacción personal, no lo hago con el objetivo de publicitarme o buscar fama. El encierro es una parte muy importante y un factor muy motivacional en mi vida».

Antonio está preparando oposiciones para Policía Local, y tiene novia desde hace poco. «El encierro viene de serie conmigo y es algo que no escondo. Sé que ella, mi madre, la familia, viven con tensión el momento. Al fin y al cabo me estoy exponiendo, pero cuando entro al encierro, pienso en mí, en centrarme en hacerlo lo mejor posible y adaptarme a lo que venga. Que sale bien, de maravilla; que no, a almorzar con los amigos, a disfrutar del día y mañana vendrá otra oportunidad».

Como los toreros, al finalizar el encierro Antonio llama a su madre, Gema: «Es la costumbre, primero mi madre y luego contesto los mensajes de amigos, que se preocupan y te escriben para preguntar cómo ha ido». Al final, para Antonio y miles de aficionados al encierro, el toro en la calle es una forma de vida. Una apasionada forma de vida.

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