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Instantánea del fotógrafo Alejandro Lorente que forma parte de la amplia muestra 'Manga larga. Cartografía del Mar Menor'.

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Instantánea del fotógrafo Alejandro Lorente que forma parte de la amplia muestra 'Manga larga. Cartografía del Mar Menor'. Alejandro Lorente

Un 'collage' arquitectónico llamado La Manga

El fotógrafo Alejandro Lorente exhibe en el espacio cultural madrileño El Umbral de la Primavera una muestra con cerca de doscientas instantáneas que recogen los contrastes de este particular capricho orográfico

Martes, 18 de marzo 2025, 18:30

La Manga le parece muy interesante. «En ocasiones muy bonita, también muy fea», admite el fotógrafo Alejandro Lorente (1989), que lleva diez años fotografiando este icono turístico regional y que expone, hasta el 23 de marzo, en el ambigú del vivero cultural El Umbral de Primavera, en Madrid (calle de la Primavera, 11), la muestra 'Manga larga. Cartografía del Mar Menor'. Compuesta por cerca de doscientas fotografías, es una selección del archivo de más de mil instantáneas del fotógrafo nacido muy cerca de Los Infiernos, como le gusta decir, dedicado a esta peculiar lengua de tierra.

«Alguien me dijo una vez que la arquitectura de La Manga, que puede recordar a Almería o a Málaga, se llamaba estilo del relax y, a partir de ahí, comencé a investigar», cuenta Lorente sobre este fenómeno, que surge unas décadas más tarde en la costa murciana pero «está influenciado por los mismos factores de promoción, de urbanismo desenfrenado».

Instantánea del fotógrafo Alejandro Lorente que forma parte de la amplia muestra 'Manga larga. Cartografía del Mar Menor'. Alejandro Lorente

Recuerda el fotógrafo que «el proyecto original de La Manga se le encargó a Antonio Bonet, que diseñó un plan basado en una organización que encontró previamente en Buenos Aires. Incluía una carretera elevada en algunos puntos y solo tenía ciertos núcleos de viviendas cada dos kilómetros, respetando zonas naturales entre las construcciones. Era una arquitectura muy bonita, influenciada por el estilo de la Bauhaus. Pero en cuanto el dueño de la totalidad de La Manga, Tomás Maestre, vio el potencial económico, comenzó a contratar promotores que fueron añadiendo más y más construcciones sin parar, modificando los planos originales y sin un control unificado», resume sobre la gran evolución en cuanto al volumen arquitectónico de La Manga.

En este proyecto personal, Lorente ha capturado también la decadencia, mostrando esos locales, restaurantes y hoteles que están abandonados o a medio construir: «Me llama mucho la atención un lugar abandonado. Siento que cada año que vuelvo a los mismos lugares hay cosas que ya no existen, que están más deterioradas o que se han transformado en algo distinto. Me gusta retratar esa volatilidad».

Instantánea del fotógrafo Alejandro Lorente que forma parte de la amplia muestra 'Manga larga. Cartografía del Mar Menor'. Alejandro Lorente

No-lugar

«Cuando se va a la playa, uno se desprende de casi todo lo que le define o caracteriza viviendo en la ciudad. Se desprende literalmente de casi todo. En este entorno playero, la personalidad se diluye en el ambiente colectivo. El espacio ya no define categóricamente, sino que relativiza la personalidad. La playa, en su papel de no-lugar, se convierte en una caricatura del propio entorno», dice el fotógrafo, que observa mediante su objetivo esa arquitectura de contrastes: «Recuerdo el edificio en el que trabajaba mi tío, por quien comenzamos a ir más a La Manga, se le llamaba la torre de los millonarios. Fue construida, creo, en los años 60 o 70 y entonces cada vivienda valía un millón de pesetas. Por lo tanto, solo se lo podían permitir los ricos del momento. Pero años más tarde se construyeron al lado viviendas al alcance de personas de clase media y baja. Esa mezcla de alta y baja cultura conviviendo juntos, siendo, entre comillas, iguales, también es algo que me llama mucho la atención», indica este licenciado en Bellas Artes, afincado en Madrid, que espera poder exponer pronto su muestra en algún punto de la Región de Murcia.

«El proyecto original solo tenía núcleos de viviendas cada dos kilómetros, respetando zonas naturales entre las construcciones»

«Tengo muchas dudas sobre el futuro de La Manga y su interés turístico. Dudo sobre la capacidad de resurgir de la zona. Por otro lado, vivimos en una época de nostalgia. Lo vemos en Madrid: todo el mundo tiene recuerdos de haber veraneado en La Manga, aunque sea en su niñez, con sus padres o con sus abuelos. Quizá esa nostalgia juegue un papel importante, pero el hecho de que el Mar Menor esté tan contaminado juega en su contra», concluye.

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