Los estrenos de esta semana combinan con tino el ambicioso taquillazo, la comedia sin pretensiones, la dramedia festivalera y la denuncia beligerante. Empecemos.
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Marvel se ha hecho de oro con las adaptaciones al cine de sus comic. Han elaborado líneas de continuidad con constantes 'crossover', y con 'cliffhanger' nunca resueltos entre sus películas. En 'Ant-Man y la Avispa: Quantumanía' esa tendencia prosigue, enfrentándose sus héroes a un nuevo malo y un nuevo mundo, el Reino Cuántico, de la mano de intérpretes solventes como Paul Rudd, Michael Douglas o Michelle Pfeiffer.
Los efectos especiales espectaculares, y unas líneas argumentales más estiradas que las de suministros del ejército ruso, son lo más destacado. Los confusos juegos con el multiverso quedan bien en pantalla pero se olvidan conforme salimos de la sala y nos obligan a tomar apuntes para ser capaces de navegar sin perdernos por todas las fases de Marvel. Para colmo este film es el inicio de otra. Lo peor es que pierde el tono de burla, de superhéroe clase media (un Jack Lemon disfrazado de Iron Man), que era el rasgo diferenciador de Ant-Man. Ahora todo deviene en uno más de Los Vengadores, pero serie B, lo que le hace perder gracia y poder transgresor.
En el XL Semanal del domingo pasado había un brillante artículo de la inteligente directora Isabel Coixet acerca de la película 'El triángulo de la tristeza' y sobre el significado de esa expresión. Mi consejo es que abandonéis estas líneas y os abonéis a las suyas, que son mucho más estimulantes.
Si habéis cometido el error de seguir aquí os diré que este estreno es todo un acontecimiento para los seguidores de festivales y para los que van al cine a ver las antípodas de la película que he comentado hace dos párrafos. Esta es un viaje al interior del ser humano desde lo menos presentable del ser humano. Es como darle una excusa a los extraterrestres para que nos invadan (si los globos blancos son suyos y no de los chinos). Verla es como contemplar un accidente, te espanta la concatenación de desastres, pero no puedes apartar la mirada. Una comedia moderada que mezcla 'Vacaciones en el mar' con 'Perdidos'. Para estómagos fuertes y cerebros entrenados.
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'La novia de américa' es la joven mexicana segunda esposa de un maduro padre español a la que conocen los hijos de él, que evidentemente no las tienen todas consigo. El choque cultural siempre funciona bien en las comedias, y las dinámicas familiares, con las que todos nos identificamos, también. La película tiene la suerte de contar con la siempre divertida Miren Ibarguren (aunque aquí está más pasada que las aventuras de cama de Bárbara Rey), Ginés García Millán y Eduardo Casanova, que sigue siendo un buen comediante a pesar de lo trascendente que se pone como director.
Alfonso Albacete, su autor, es un cineasta ecléctico. Un Almodóvar de los primeros tiempos sin evolucionar. Fan de lo kitsch, gracioso en ocasiones y con guiones que parecen un título de un episodio de 'La que se avecina'. Para echar unas risas.
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La realizadora Sarah Polley (que precisamente ha trabajado como actriz con Isabel Coixet) vuelve, después de una década de silencio, al cine. Lo hace perdiendo parte de su toque, convertida ahora en una combatiente que esclaviza su arte a sus ideas (lo que casi siempre es desaconsejable). En 'Ellas hablan' novela la terrible historia de unas mujeres abusadas dentro de una comunidad religiosa menonita que decide romper las cadenas de la subyugación, enfrentándose no sólo a los hombres de su pueblo (que tienen la integridad de un árbitro del Barça) sino a su dios. Frances McDormand, Rooney Mara, Claire Foy y Ben Whishaw componen un fresco casi dreyeriano.
Fuera de cámara tengo que mostrar mi protesta por otra horrorosamente aburrida gala de los Goya, aunque sé que es como garbillar agua. No puede durar casi cuatro horas. No puede interrumpirse el ritmo cada quince minutos. No puede ser un dazibao de reivindicaciones. No puede durar cinco minutos el homenaje a los muertos. No puede seguir sin un guionista decente. No, definitivamente no, Carlos Saura no estaría contento de ver los Goya convertido en su velatorio.
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Que tengáis una semana de cine.
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