Fotograma de 'The quiet girl' (2022), de Colm Bairéad.

Otra vez el maldito, maldito amor

FICC ·

Dos mundos opuestos en pantalla: una luminosa Irlanda en 'The quiet girl' y una traslucida Corea del Sur en 'Decision to leave'

Miércoles, 23 de noviembre 2022, 00:08

La segunda jornada del FICC empezó con una zambullida en los ojos azul mar de una niña y terminó con una mujer mirando al ... gris océano. Dos mundos opuestos, con una luminosa Irlanda en 'The quiet girl' y una traslucida Corea del Sur en 'Decision to leave'. Dos historias con el amor como motor. En la primera buscándolo y en la segunda rehuyéndolo.

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En la asiática intuimos desde el principio que esa viuda joven y guapa sabe algo de la repentina muerte de su marido, y con nosotros un detective obsesionado por su trabajo (esas reveladoras fotos de casos sin resolver colgadas en su cocina en lugar de recetas de Arguiñano), que cae rendido a sus aparentemente inexistentes encantos, orillando la investigación.

Mujer fatal, detective torturado, moralidad correosa, compañero del poli como alivio cómico. Todo es cine negro años cuarenta, a falta de la voz 'en off' y el blanco y negro. La originalidad reside en el toque del director Park Chang-Wook, que aporta su habitual manierismo en la coreografía de los planos y sus recursos estilísticos elaborados. Exteriores rodados a conciencia que están en contaste dialéctica con los planos fijos de los interiores de las casas de los protagonistas, donde transcurre la acción más privada.

Historia de dos amantes narrada en dos actos que parecen paralelos pero no lo son, lo que permite al realizador jugar con la certidumbre del espectador para sorprenderle. Una película notable a la que creo que se le va la mano en ese desenlace (atención 'spoiler') en plan final de la Ofelia de Hamlet. Una película que nos enseña que el destino es el carácter.

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'The quiet girl' es deliciosa. Acompañamos a esa niña despreciada en su llegada a la aparente Arcadia, a ese Innisfree de su infancia, donde lo malo puede quedar atrás, o no. Un estilismo ascético, románico, gaélico, que pone en cuestión lo que decía Tolstoi de que todas las familias felices se parecen, pero cada familia infeliz lo es a su manera.

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