Javier Botet, sobre el escenario de la ESAD de Murcia. Ros Caval / AGM

Javier Botet, de dibujar monstruos a darles vida en la gran pantalla

El actor, conocido por convertirse en la niña de Medeiros de 'REC' y criaturas terroríficas del cine de Hollywood en películas como 'It' o 'Expediente Warren', visitó Murcia este jueves de la mano del Festival Sombra

Marta A. Aznar

Sábado, 22 de marzo 2025, 08:38

Cuando un niño de siete años ve por primera vez «una verbena de criaturas fantásticas» que cobran vida en la pantalla, pero no existen más ... allá de ella, se enciende una chispa en su mente: la imaginación. Es lo que le ocurrió al actor manchego Javier Botet, quien se ha metido en la piel de tantos monstruos que algunas personas no lo reconocerían si lo tuvieran delante.

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Sus papeles como la niña de Medeiros de 'REC' y sus actuaciones dando vida a terroríficas criaturas del cine de Hollywood lo han convertido en uno de los actores «más demandados» del género. Por ello, el pasado jueves la XIV edición del Festival Sombra otorgó al actor y guionista el Premio Sombra Leyenda en la Filmoteca regional de Murcia.

'El retorno del Jedi', la tercera entrega original de 'La guerra de las galaxias' de George Lucas, dejó huella en un jovencísimo Botet. Así fue como su imaginario se llenó de seres irreales que plasmó, desde pequeño, a través del papel. «Mi madre me decía que por qué no dibujaba una casa o un paisaje y le decía que eso ya estaba ahí si querías verlo; lo que yo quería era poner cosas en sitios donde no estaban», cuenta el actor.

«Tiene un punto de imaginación increíble traer esas criaturas de donde no existen e intentar hacer que la gente las vea y las sienta reales»

Javier Botet

El camino del dibujo y la ilustración le llevó a estudiar Bellas Artes, una carrera creativa con la que disfrutaba y en la que podía poner su trabajo al servicio de su imaginación: «Llevaba toda la vida dibujando y no se me daba mal», reconoce. Y, aunque al mudarse a Madrid logró hacerse un hueco en la profesión e ilustrar para grandes editoriales como Anaya o Santillana y trabajar incluso en estudios de animación, lo cierto es que esa pulsión por el cine siempre estuvo ahí: «Hubo un dosier de ilustraciones mío que llegó a Los Ángeles, a Disney. Me llamaron y me pidieron que les hiciera uno de animales pero al final no lo hice», cuenta. «Estoy bastante más contento con lo que ha sucedido», confiesa sonriendo.

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De monstruos y cine

El síndrome de Marfan es una enfermedad rara entre cuyas características físicas aparece la hiperlaxitud, una condición con la que Botet lleva conviviendo toda la vida pero que se convirtió en una oportunidad que supo aprovechar: «Deseaba llegar a convertirme en parte del cine y era muy consciente de mi cuerpo, que era un cuerpo peculiar y que, además, sabía moverlo; tenía una llave que conocía», explica el actor. Fue lo que, un día, le llevó a presentarse en un estudio de efectos especiales y, con dos metros de altura y un «exoesqueleto para componer», no es de extrañar que al poco tiempo Botet se encontrase haciendo de humanoide en su primer proyecto cinematográfico.

Las caracterizaciones de Javier Botet en 'La cumbre escarlata', 'Expediente Warren: El caso Enfield' y 'Mamá'.

A partir de entonces, admite, sus habilidades artísticas combinadas con las físicas marcaron el recorrido que le llevaría a dar vida a una larga lista de criaturas que superan lo que de pequeño imaginó: «Muchas veces me decían: 'hemos contratado un monstruo y nos han traído un actor'», recuerda.

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Desde una de las pesadillas de 'It', el hombre torcido en 'Expediente Warren: El caso Enfield', los fantasmas de 'La cumbre escarlata', el ser antropomorfo de 'Slender Man', una de las criaturas de 'Alien: Covenant' y hasta un caminante blanco en 'Juego de Tronos', a las órdenes de directores como Guillermo del Toro, Ridley Scott o Álex de la Iglesia, Botet cuenta con una trayectoria con la que ha podido participar incluso en el diseño de algunos de los monstruos a los que daba vida: «Tiene un punto de imaginación increíble traer esas criaturas de donde no existen e intentar hacer que la gente las vea y las sienta reales», reflexiona el actor.

Aunque, entre todos esos seres, algunos los ha guardado en un lugar especial «por lo que significan»: «La niña de Medeiros de 'REC', por todo lo que me ha dado y todo lo que le ha dado al público, y la madre de 'Mamá', porque fue la primera vez que hice una película fuera de España, que fue un éxito y me abrió las puertas, son los más importantes para mí», confiesa. Ambos papeles que, sin duda, le han ayudado a formar parte de «un género que amaba» y convertirse en un referente del cine de terror nacional e internacional: «Se me han cumplido tantos sueños que ya me da hasta pudor pedir al universo», revela.

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Javier Botet como la niña de Medeiros en la saga 'REC'.

Pero, aunque la pasión por su trabajo es algo de lo que se enorgullece, el actor reconoce lo duro que es a veces someterse a caracterizaciones que, en ocasiones, te privan incluso de sentidos como la vista o el oído: «Hay que estar hecho de una pasta especial, son muchas horas en las que hay que tener mucha paciencia; muchas veces tus ojos no están donde los ojos del monstruo, otras veces la nariz está totalmente tapada, no oyes bien y todo el día estás sudando porque el traje no transpira», explica Botet. Y, aunque «cada monstruo es una aventura», recuerda uno «especialmente divertido y sádico» al que tuvo que dar vida en la cinta canadiense 'Devil's Gate': «Soltaban una cuerda que abría una membrana que me tapaba la nariz y la boca, además, estaba totalmente ciego y tenía que palpar todo antes de hacer la acción y, entonces, cuando hacía la acción, venía alguien corriendo, tiraba de la cuerdecilla, se abría y ya podía volver a respirar», concreta paso a paso. Sin embargo, después de todo el trabajo y al poder verse por fin en escena, «el niño que amaba el cine piensa que todo vale la pena».

Un pequeño Botet que, admite ahora, siempre estuvo ahí: desde aquel que «ansiaba» su primera cámara en la niñez y «sentía que no encajaba», hasta aquel que hoy ve cómo se valora lo que hace tras convertir su vida personal en su escuela para interpretar. Un camino en el que la imaginación ha jugado un papel fundamental, pero cuyo «buen campo de estudio ha sido la realidad».

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