Disney empieza la temporada navideña con 'Vaiana 2'

Aprovechando el puente cercano y las fiestas de Navidad, Disney lanza la segunda parte de uno de sus últimos éxitos de animación, 'Vaiana 2', una vez abandonado la suicida estrategia de hacerlas debutar únicamente en su plataforma. En esta secuela tenemos a la misma protagonista y su club de amigos, pero en esta ocasión son sus antepasados los que la hacen navegar hasta el fin del mundo.

La ingeniería visual es deslumbrante, como suele, pero la originalidad de la propuesta se agotó en la primera, así que está tan sólo trata de hacer una 'fan zone' para los incondicionales repitiendo esquemas. Aun así es un más que digno entretenimiento familiar.

Seguro que todos hemos visto en los aeropuertos libros con portadas en las que salen chicas en muselina y hombres con el torso desnudo musculado. Eso es una industria de millones entre cuyas autoras destaca la española Megan Maxwell, convertida en la Corín Tellado 2.0, sólo que con un poquito de picante (que no cianuro, que diría aquella). La adaptación de la primera de las novelas de su saga se titula 'Pídeme lo que quieras' y es un 'Cincuenta sombras de Grey' (2015) a la española. Aquí también un atractivo ejecutivo seduce con sus juegos perversos a una chica, y también tiene erotismo de minifalda, ropa interior de Intimissimi (que es más barata que la de Victoria´s Secret) y el lujo accesible que vende El Corte Inglés. La directora ha realizado episodios de 'Elite', y eso exactamente parece. Más honesto para los fines onanistas que se persiguen sería haber adaptado directamente otro libro de la autora: 'El Kamasutra de pídeme lo que quieras'.

Me gusta el cine negro en casi todas sus vertientes, así que me resulta muy atractiva la propuesta española de revisión del género que podemos ver en 'Desmontando a Lucía'. Una chica amnésica es la única testigo de la desaparición de dos personas, y un detective privado al que no le gusta que le llamen así, tiene que investigarla. Como en las buenas películas de este tipo y en las canciones de Sabina, en cuanto el huele braguetas sin licencia conoce a la chica, cambia de bando, de hotel y de sombrero. Un thriller interesante que innova en el montaje y en el uso de los recursos de otras películas, pero el resultado se parece más a 'Sueños de un seductor' (1972) de Allen que a 'El Halcón Maltés' (1941) de Bogart, aunque quizás su referencia más directa sea 'El crack' (1981) de Garci.

El terror británico de serie Z tiene predicamento. Ya sabéis que es un cine rentable porque con la mínima inversión consigues las mejores rentabilidades, sobre todo cuando ya has establecido un corpus fundacional. Por eso el terror es terreno abonado para las sagas, como es el caso de la pasadísima 'Winnie the Pooh 2: el bosque sangriento'. Aquí vuelven a desacralizar y blasfemar a las figuras del osito más cursi de la historia y sus compañeros (que no digo yo que no lo merecieran por empalagosos). El largometraje es previsible, tosco, sanguinoliento, y tan elegante como tener un revistero en el baño, pero el único miedo real que se pasa es que algún padre lea el nombre de Winnie the Pooh y lleve a sus hijos por equivocación.

Nadie es perfecto y por eso seguimos asustándonos con los mismos miedos que nunca se hacen realidad (dedicado al tipo del Kremilin que hace bullying a Europa). Por eso os aconsejo películas que lo demuestran como la divertida 'Qué vienen los rusos' (1966), la entrañable 'Matinee' (1993), la sobrevalorada '¿Teléfono rojo? Volamos hacia Moscú' (1964) y, si queréis ver el futuro, la escalofriantemente divertida 'La muerte de Stalin' (2017).

Que tengáis una semana de cine.